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La gran canasta del ‘profe’ Cuervo, jefe de la selección Colombia de fútbol sala

Jaime Cuervo Quería ser médico, estudió veterinaria y alcanzó figuración en el baloncesto caldense, pero por casualidad descubrió el microfútbol y abandonó todo para convertirse en campeón.

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Élber Gutiérrez Roa
11 de diciembre de 2011 - 02:02 a. m.
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La mejor canasta de Jaime Cuervo fue dejar el baloncesto. Alero armador derecho, talentoso y veloz, descubrió un buen día en Medellín que su verdadera vocación era el microfútbol, un deporte del que se volvió pionero en su Manizales natal y con el cual tuvo contacto por casualidad mientras pensaba en cómo depurar su estrategia para encestar.

Ocurrió en el Intercolegiado de Baloncesto de Medellín, en 1978, al cual llegó representando a Caldas. Cruzaba una calle cualquiera antes o después de un partido y fue a dar al coliseo Iván de Bedout. Un gentío avivaba a los muchachos que jugaban fútbol en una cancha sin césped, se acercó y lo comprobó: no era fútbol. Tampoco microfútbol, palabra que para entonces no existía en su vocabulario. “Era baloncesto, pero con los pies”. Al final de la jornada ya tenía entre el bolsillo una copia del reglamento interno del micro —o fútbol de salón— y sacaba cuentas sobre cómo diseñar una cancha en el colegio.

La inauguró con un torneo al que fueron luego a jugar seleccionados de otros centros educativos locales. Fotocopió el viejo reglamento —que le sonsacó a la fuerza al árbitro antioqueño de cuyo nombre no se acuerda (“creo que era Bertulfo”)— y así nació el microfútbol caldense, que en su debut nacional, en ese mismo año, fue goleado por todos los equipos. Era incómodo, pero Cuervo no se dejaba agobiar. La atracción por semejante novedad resultaba suficiente para él y quienes le siguieron la cuerda. “Yo también conservé mis ilusiones, aun a punto de tenerme que rendir, esperando ver llegar tiempos mejores, he pagado un alto precio por vivir”, cantaría —y canta— recordando el estilo con el que José Luis Rodríguez, El Puma, le dio vida a un tema de J. María Purón.

Memorizado el reglamento, se convirtió en árbitro de cuanto partido jugaban en la región, luego fue organizador de torneos y terminó en contacto con el ‘pantalonudo’ Jaime Arroyave, el hombre que divisó el microfútbol desde un avión a punto de aterrizar en los potreros de Brasil y lo trajo a Colombia para que, años después, Cuervo lo descubriera en Medellín.

No fue difícil que congeniaran. Bonachones, creativos, dicharacheros, exigentes, ordenados. Son iguales, pero diferentes. A Arroyave se le descubre la personalidad con sólo mirarlo, mientras que con Cuervo hace falta el saludo inicial. “A veces paso por creído sin serlo”, se defiende. No tiene el libreto humorístico de aquel, pero tampoco le hace falta chispa y es gran conversador.

Si el tema es música, no para de hablar de baladas y si le indagan por un plan perfecto, dirá que conversar sobre música. Pésimo cocinero, pero buena muela, es hincha del Once Caldas y admirador de técnicos de fútbol, entre quienes pone por delante a su primo Fernando El Pecoso Castro. Pero el respeto por la familia no alcanza a nublarle la razón: “El entrenador ideal para la selección Colombia de fútbol de mayores es Juan Carlos Osorio. Es el más preparado y en el país no se le ha aprovechado lo suficiente”.

A comienzos de los 80, Arroyave le propuso asistir a un curso para técnicos con instructores paraguayos en Bogotá. Le cayó de perlas, porque descubrió que había interpretado mal algunas normas sobre los saques y las jugadas del portero en el área. Entonces llegó su primer título, que no quiso celebrar. Fue en 1980, en la Copa la Equitativa, bautizada en honor a una reconocida funeraria de Manizales que patrocinaba el torneo y donaba una ceremonia de entierro para un familiar de cualquier jugador del equipo campeón. Ni siquiera asistieron a la premiación, que también era en la capilla de velación.

En 1986 Caldas ya era finalista de un torneo Mil Ciudades de Micro y Cuervo fue nombrado asistente técnico de la selección Colombia, que iría al Suramericano de Argentina. A Colombia no le fue bien, pero a él sí, porque conocía a Rolando Muñiz, el técnico de Uruguay, quien lo relacionó con sus colegas de Brasil y Paraguay. Todos lo dejaron entrar a sus entrenos, que eran a puerta cerrada.

Cuatro años después era asistente técnico en la selección de Colombia de Diego Morales, que ganó los Panamericanos. Y de Manuel Sánchez en la campeona del Mundial de Bolivia 2008. Finalmente, técnico titular de la selección que el pasado 26 de marzo reconquistó el título mundial en Bogotá, en una final transmitida por televisión nacional y extranjera, y a la que asistió hasta el jefe de Estado, Juan Manuel Santos.

Por él votó Cuervo en las presidenciales de 2010. No gusta mucho de la política, pero sabe que es necesaria. Lo que sí le encantó desde niño fue la medicina, carrera que no pudo seguir porque su grado de bachiller coincidió con una época de turbulencia estudiantil que tenía a las universidades en paro, así que terminó matriculándose en veterinaria en el Instituto Universitario de Caldas. Se tituló a los 22 años, en 1982, pero el baloncesto con los pies le impidió ejercer. Quien sí practica esa carrera es su hermano John Jairo, el que vive en Cali. Germán, el ingeniero agrónomo, se radicó en Medellín; y Gabriel y Juan Carlos, los otros dos, murieron hace muchos años. La última vez que la familia estuvo de luto fue una semana antes del campeonato mundial de este año. Don Gabriel, su padre, falleció por culpa de un infarto cerebral. Jaime acompañó el cortejo fúnebre y regresó con su equipo para coronarse campeón.

Ganó sin objeciones. 8-2 se impuso en la final ante Paraguay y el único partido en el que sufrió para ganar fue el de la semifinal frente a Argentina. Además, tuvo al goleador y figura del torneo, John Jairo Pinilla, símbolo del micro colombiano y quien ganó todos los trofeos posibles en Italia entre ellos la Supercopa Europea y la Copa de Italia. Cuervo también hizo carrera en el exterior. Estuvo tres temporadas en Venezuela, de donde se regresó “porque con la llegada de Chávez la situación económica se puso difícil y a los organizadores les quedaba complicado pagar los salarios de sus contrataciones extranjeras”.

El declive en el vecino país coincidió con un impulso al otro lado de la frontera para el micro, verdadero deporte popular en Colombia y único de conjunto en que el país ha sido campeón mundial. Y quiere repetir.

Aunque Pinilla anunció su retiro, Cuervo trata de convencerlo para que actúe en los Juegos Mundiales de 2012 —para las disciplinas que no son olímpicas—, que se celebrarán en Colombia. A lo mejor ambos repiten podio también en la premiación del deportista del año de El Espectador.

Élber Gutiérrez Roa

Por Élber Gutiérrez Roa

Jefe de redacción y editor multimedia desde 2008. Fue editor político en Colprensa, Primerapágina.com, El Espectador, CM& y Semana.com. Ganó los premios de periodismo Rey de España (digital e investigación), SIP, Ipys-Tilac, Simón Bolívar y CPB. Máster en asuntos internacionales y especialista en asuntos políticos de la U. Externado.@elbergutierrezregutierrez@elespectador.com

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