Alguna vez hace años dije en “Hablemos de Fútbol” que en Colombia no estamos acostumbrados a tener ídolos en el deporte y por eso no sabemos cómo cuidarlos. La frase llamó mucho la atención a los productores del programa, incluso se usó para una promoción que fue bastante rotada al aire. Hoy estoy convencido de que, al pasar del tiempo, seguimos maltratando e infravalorando a nuestros más destacados exponentes en el mundo. No es posible que ante la más mínima decepción les demos tan duro. Lo que pasó esta semana, el domingo específicamente, es un buen ejemplo.
Casi simultáneamente se corría una etapa durísima en el Tour de Francia y debutaba James Rodríguez con el Everton. A Egan Bernal y Nairo Quintana les fue mal y perdieron minutos fundamentales, que los alejaron de ser considerados aún favoritos para ganar en París al final de la competencia. Virtualmente fueron masacrados en redes sociales y calificados por una gran parte del bizarro universo tuitero como incapaces, pechofríos, vergonzosos y demás improperios incontables. Con James, que fue uno de los mejores de la cancha, un grupo de compatriotas, mínimo pero ruidoso, desde que llegó a Inglaterra no ha hecho más que destruirlo y prácticamente sentenciar su fracaso anticipado, atacando y ridiculizando también a todo el que manifieste lo contrario. Le pegan al cucuteño por cualquier cosa que diga o haga y lo desprestigian como si fuera lo peor del planeta.
A veces pienso que estas actitudes agresivas con nuestras estrellas tienen un trasfondo de desahogo de lo que pueda estar pasando en un país que todo lo polariza y lo lleva al extremo; que tanta frustración acumulada encuentra blanco fácil en ellos al fallarnos en nuestras expectativas colectivas. Pero si esa agresividad se explica, en parte, por las innumerables y lamentables situaciones desequilibradas de la realidad nacional, ¿por qué somos tan injustos con nuestros ídolos? ¿Por qué tienen que pagar los platos rotos los que noblemente se exponen en el exterior por nuestra bandera con la mejor intención posible? Pedimos equidad, pero somos implacables y despiadados.
Insisto en que en nuestro suelo no existe cultura deportiva, no hay verdaderos hinchas, sino fanáticos llenos de ansiedad y necesidad de éxito que los saque de sus problemas. Creer que si ganan los escarabajos o la selección de Colombia nos cambia todo sigue siendo una constante y por eso se asimilan tan mal las derrotas. Así mismo se es muy cruel con cada ciclista, atleta, tenista o futbolista. Es común y correlativo también buscar afanosamente reconocimiento en los medios extranjeros para certificar un logro, todo lo nuestro es mediocre incluso la opinión, a menos que tenga sello foráneo.
Hay que aprender a cuidar nuestros ídolos, los tenemos, son buenos. A pesar de lo mal formados, por nuestra falta de estructura, se destacan cada tanto. Debemos contenerlos, consentirlos, apoyarlos y seguro que así van a rendir mejor. Sentir el apoyo incondicional es motivante. Recibir solamente elogios cuando se triunfa no alcanza. Es hora de entenderlo, por más títulos que ellos consigan o no, igual mañana tenemos que levantarnos a seguir trabajando para mejorar nuestra vida y buscar cómo llevar el pan a la mesa.