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Se está despidiendo del tenis de la misma forma que irrumpió en él hace casi 11 años cuando consiguió su primer título en Roland Garros: con alegría, desparpajo y un carisma inigualable. Es que Gustavo Kuerten siempre ha sido un hombre descomplicado, capaz de transmitir energías positivas aun en circunstancias difíciles, como la que le tocó vivir el pasado 15 de enero al anunciar su adiós definitivo del tenis.
“Fue una decisión muy meditada. Quería seguir participando en torneos importantes pero llegué al límite de mi condición física. Lo intenté todo, incluso dos cirugías para cambiar la situación, pero fue en vano”.
Así, sin dramas y con la sonrisa siempre a flor de piel, Guga daba oficialmente por perdida la lucha que sostuvo durante cinco años contra esa traicionera lesión en los músculos flexores de la cadera derecha, que lenta e irremediablemente fue minando su exitosa vida profesional.
Una carrera que lo llevó a ser el mejor jugador del mundo durante 43 semanas entre enero de 2000 y noviembre de 2001, además de conquistar el Abierto de Francia en tres ocasiones (1997, 2000 y 2001) y ganar 20 torneos del circuito de la ATP.
Desde la ciudad de Miami, donde cayó en primera ronda ante al francés Sebastien Grosjean en el Sony Ericsson Open, este brasileño nacido en Florianópolis hace 31 años, aceptó una entrevista exclusiva con El Espectador para repasar los aspectos más salientes de su vida deportiva…
¿Cómo se siente frente a la gira de despedida que emprende desde febrero?
Es algo diferente, una sensación fuerte, porque los recuerdos se me vienen a la mente. En el Abierto de Costa de Sauipe, que disputé hace un mes, cada vez que ingresaba a la cancha para entrenar o jugar, me quedaba pensando en las victorias que obtuve en el pasado, siempre momentos felices (fue campeón en 2002 y 2004). Lo mismo me ocurrió aquí en Miami, un torneo muy especial para mí porque, pese a perder la final con Pete Sampras (en 2000), comencé a sentirme competitivo ante los mejores del mundo en superficies rápidas y un año más tarde llegué a ser número uno.
¿Cuáles son los mejores recuerdos de su carrera?
La sensación más agradable que he tenido en una cancha de tenis fue cuando le gané en cinco sets a Michael Russell en los octavos de final de Roland Garros, en 2001. Fue increíble. Tuve que levantar un ‘match point’ frente a un rival semidesconocido que me planteó una dura batalla. Tampoco me puedo olvidar la final ante Andre Agassi, en el Masters de Lisboa. Allí jugué el mejor tenis de toda mi vida.
De sus tres títulos en Roland Garros, ¿cuál disfrutó más?
La elección es difícil, porque cada uno tuvo un significado especial. En el primero todo era alegría: cada partido lo festejaba como si hubiera conseguido el título. El del año 2000 fue la confirmación de que pertenecía al grupo de los mejores. En el último gocé demasiado, sobre todo en el set definitivo de la final contra Álex Corretja: fue 6-0 y yo comencé a paladear la victoria desde mucho antes.
¿Tiene algún ídolo dentro del tenis?
El jugador que siempre admiré se llama Andre Agassi. No sólo por su forma de jugar sino especialmente por la imagen de caballerosidad deportiva que ha logrado transmitir a los aficionados. Fue un verdadero ejemplo para muchos.
¿Cuál es la fórmula que usted utiliza para quitarle dramatismo al deporte?
No sé qué decir (risas), siempre fue algo natural, espontáneo. La clave, quizá sea la felicidad que siempre me provocó jugar al tenis, disfrutando de cada entrenamiento, cada viaje, cada competencia. Cuando uno hace algo que le gusta, todo es más fácil.
¿Quién fue el jugador más difícil que enfrentó?
Sin dudas, Pete Sampras. Aun jugando en mi mejor nivel, era casi imposible superarlo.
¿En un deporte tan individualista y competitivo, se pueden cosechar amigos?
Sí, yo tengo muchos y buenos amigos en el tenis, especialmente los latinos: Nicolás Lapentti, Carlos Moyá, Mariano Zabaleta y Guillermo Cañas. Con ellos he compartido vivencias inolvidables en distintas partes del mundo.
No a la Copa Davis
Pese a que transita los últimos pasos en el deporte blanco, las palabras de Guga en ningún momento denotan tristeza o melancolía. Él sabe que lo esperan múltiples y emotivos homenajes en los torneos de Santa Catarina (Brasil), Montecarlo, Roma, Hamburgo y, por supuesto, Roland Garros. “Hoy me siento feliz en el día a día, disfrutando a pleno de todo lo que me está pasando. Quiero vivirlo intensamente.
¿En algún momento pensó jugar con Brasil en la serie semifinal del Grupo I de la Zona América frente a Colombia, este 11 de abril?
Sería muy duro para mí. Es una competición a cinco sets y jugadores como Alejandro Falla y Santiago Giraldo tienen un nivel y ritmo de juego muy superior al que yo puedo presentar. Lo mejor es no jugar.
¿Brasil está en condiciones de ganarle a Colombia?
Hay un buen chance, porque la serie será en mi país y sobre polvo de ladrillo. Necesitamos vencer para intentar volver al grupo mundial.
¿Cómo analiza el tenis actual?
Pienso que está un poco monótono los últimos dos años. Sólo me divierto viendo en acción al chipriota Marco Baghdatis y al francés Jo-Wilfried Tsonga.
¿Podrá el suizo Roger Federer mantener el número uno de esta temporada?
Ha perdido algunos partidos y ahora tiene más cerca a Rafael Nadal y Novak Djokovic, pero más allá de lo que ocurra en los próximos meses, Roger está en condiciones de convertirse en el mejor tenista de la historia.
¿Cuál es el futuro de Gustavo Kuerten después del tenis?
Quiero seguir ligado a este deporte, al que amo demasiado, ayudando a su desarrollo en Brasil con mi entrenador y amigo Larri Passos. Dedicaré más tiempo a mi fundación (Instituto Guga Kuerten creada en el año 2000) en donde brindamos educación deportiva a una gran cantidad de niños. Quiero viajar para conocer más en profundidad el mundo, jugar al fútbol para mantenerme activo y, especialmente, surfear las olas de mi Florianópolis.
Golpes de la vida
El 7 de noviembre pasado, Gustavo Kuerten sufrió el golpe más duro de su vida, la muerte, consecuencia de una insuficiencia respiratoria, de su hermano menor Guilherme, quien tenía parálisis cerebral y microcefalia, enfermedades que lo mantenían postrado en una silla de ruedas.
Aunque no viajaban juntos, la relación entre ‘Guga’ y su hermanito fue muy estrecha. A pesar de su limitación, Guilherme siempre iba a recibirlo al aeropuerto, incluso durante las últimas temporadas, en las que el mejor tenista brasileño de la historia no consiguió buenos resultados.
A lo largo de su carrera, Gustavo nunca escondió la admiración por su hermano, a quien le regaló todos los trofeos que conquistó.
En 1985, el ex número uno del mundo sufrió la muerte de su padre, Aldo, quien falleció mientras trabajaba como árbitro en un partido de tenis.