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Una vez tomada la decisión, el campamento se revolucionó y empezaron los preparativos. Cargamos comida para cinco días y nuestras carpas para campo tres.
Al día siguiente, con mucho viento y cielo despejado, ocho escaladores subimos hasta el campamento uno. Entre nosotros estaba Iñaki, el médico de la expedición, quien se quedaría allí como apoyo durante nuestra incursión hacia la cima.
El día 29, ágilmente, gracias a la aclimatación adquirida, llegamos a campo dos, ajustamos nuestra carpa que se había pegado al hielo y comimos e hidratamos muy bien. El 30 remontamos las cuerdas que habíamos fijado días antes, en medio de un fuerte viento que nos demandó una jornada muy larga. La ruta nos exigió mucha escalada para superar la arista que nos llevó hasta los 7.400 m.s.n.m., donde tuvimos que trabajar un buen rato haciendo plataformas, hasta que ubicamos el mejor lugar para instalar nuestro campamento. A las cinco de la tarde estuvimos listos y nos empezamos a hidratar poco a poco, esperando las 12 de la noche para iniciar los preparativos en busca de la cumbre.
A la una de la mañana del 1º de mayo estábamos listos para partir. Nos costó bastante ponernos las botas y los crampones por el intenso frío que sentíamos en nuestras manos. El viento estaba fuerte y tuvimos que esperar un rato hasta que a las 2:30 a.m. iniciamos la escalada por una rampa de 45 grados de inclinación que nos llevó a terminar la arista de la montaña para llegar a la temida travesía que recorre un extenso lomo que finaliza en una canal de nieve que sube hasta la cima.
Cuando empezó a salir el sol, pudimos ver la cima, aunque sabíamos que aún estaba lejos. Paré un momento a tomar agua y con sorpresa vi cómo un amigo checo resbaló, cayó y logró detenerse en medio de la pendiente de hielo. La nieve estaba dura y la montaña exigía concentración permanente.
Cuando llegamos a la base de la canal que nos subiría a la cima, ya estábamos a 8000 m.s.n.m. Miré hacia arriba y vi que Iván estaba llegando, continué los 30 metros que me faltaban y la felicidad empezó a invadirme.
Allí estábamos, en la cima del Dhaulagiri; el viento y el sol nos acompañaron en esos momentos cargados de sentimiento. Fue un día muy especial, Iván terminó sus 14 ochomiles y yo llegué a la mitad de mi proyecto.
Media hora después recordamos que era momento de descender. A las cuatro de la tarde ya estábamos en nuestro campamento y empezamos a hidratar. Pasaba la tarde y varios escaladores regresaban de la cima. Al día siguiente recogimos equipos y bajamos, cada cual a su velocidad.
Cuando llegué al base, en medio de las celebraciones, recibí noticias que enlutaron el momento. Un compañero catalán, llamado Rafael, cayó por los abismos, por lo que el silencio y la reflexión se apoderaron de todos.
En lo alto de la montaña quedaron dos escaladores argentinos, Darío y Cristian. Cristian bajó de la cima y decidió esperar a
su amigo Darío, quien quería intentar la cima el día 2 en la madrugada.
Nosotros organizábamos nuestra salida en helicóptero hacia Pokhara, cuando llegó la noticia fatal de que Darío llevaba 40 horas en su intento de ir a la cumbre y no regresaba. Su compañero tuvo que bajar con ayuda que le fue enviada, pues el agotamiento que implica estar tanto tiempo a esa altura podía causarle un accidente.
Ya en Katmandú sólo pude desearles lo mejor espiritualmente a esos dos buscadores de sueños, quienes en este rumbo encontraron el límite que todos cruzaremos algún día para nuestra evolución. Mis más sinceras condolencias a sus familias.
Yo continúo hacia mi siguiente reto y dirijo mi concentración hacia el Makalu. Espero llegar a su campamento base antes del 10 de mayo para seguir narrando esta aventura que tiene como fin llevar a Colombia a las cimas del mundo.
Para lograrlo debemos actuar ya, organizar todo y arrancar. En mi próximo informe les relataré los momentos de camino a la cima y el resultado de nuestra perseverancia. Ahora más que nunca siento de cerca la fuerza de mi familia, amigos y seguidores. Comparto con ellos y mis patrocinadores, Cafam, El Espectador y DHL Express, este nuevo logro.
La segunda fue la vencida
Algunas cumbres se le han resistido al montañista colombiano. Por ejemplo, en su primer intento en el monte del Broad Peak, en 2002, ubicado en la cordillera del Karakorum, en Pakistán, las condiciones climáticas le impidieron llegar a la cima. Tuvo que esperar cinco años y en la segunda temporada de 2007, impulsado por haber coronado el Annapurna, ascendió los 8.047
metros sobre el nivel del mar e izó el tricolor en lo más alto de dicho ochomil.
Todos están en Asia
En 2001, González-Rubio decidió emprender en solitario la aventura de coronar los 14 ochomiles, los cuales se encuentran ubicados en territorio asiático, específicamente en la cordillera del Himalaya y el Karakorum. El más alto es el Everest, ubicado a 8.848 msnm. El de menos altura es el Sisha Pangma, en China, con 8.027.
Comparte su experiencia
Este barranquillero de 38 años, a través de su página web (www.fernandogonzalezrubio.com), ofrece servicios especiales, desde cursos de escalada en roca y alta montaña, hasta conferencias empresariales donde comparte sus múltiples experiencias en las altas montañas. Para escaladores o caminantes interesados en ir a algún ochomil, el montañista ofrece un taller de diseño y organización de expediciones de larga duración.
Los siete que le faltan
Fernando González-Rubio ya llegó a la mitad del camino que se propuso recorrer desde hace seis años, tras alcanzar su séptimo ochomil. En procura de completar los 14, ahora le restan los siguientes: Gasherbrum 1 (8.068 msnm), Gasherbrum 2 (8.035 msnm), Kanchenjunga (8.611 msnm), Lhotse (8.516 msnm), Makalu (8.463 msnm), Manaslu (8.163 msnm) y Sisha Pangma (8.027 msnm).