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Luis Javier Mosquera, se reveló en medio del dolor

La muerte de su padre y una lesión que le impidió ir a su primer mundial de pesas de mayores, fueron las calamidades que se atravesaron en el camino victorioso de la revelación del deporte colombiano.

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Jaime Flórez Suárez
14 de diciembre de 2015 - 12:53 p. m.
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Luis Javier Mosquera sostuvo en sus brazos los 151 kilogramos que lo convertían en el mejor pesista juvenil del mundo, en la modalidad de arranque de su categoría, los 69 kilogramos. Lo hizo pese a que tenía dos dolores atravesados: uno en el alma, pues quince días antes había muerto su padre, su motivación, la cabeza de su familia; y otro en el cuerpo, pues desde hace tres años padece una hernia discal en la columna que le recuerda que a pesar de los músculos y la fuerza, su cuerpo también es frágil. Pero Mosquera no bajó los brazos.

Ese 8 de junio de 2015, en Wrolack (Polonia), tan lejos de su Yumbo natal (Valle del Cauca), la mitad de su uniforme era negro, como si estuviera guardando luto. Mientras el chino Yuan Chengfei, con quien disputaba el oro, celebraba eufórico, vociferaba y agitaba los brazos después de cada levantamiento logrado, Mosquera apenas soltaba un grito seco y volvía a los camerinos con la cabeza gacha.

Luis Javier Mosquera dice que no piensa en su familia antes de ejecutar los movimientos con las pesas. En su cabeza solo se proyecta el siguiente paso, la técnica aprendida durante doce años de entrenamiento. Después del levantamiento, son tres segundos en los que sus brazos extendidos tienen que soportar arrobas. Apenas suena el timbre que marca el final de ese tiempo y valida el intento, sobre su mente llueven los recuerdos de sus seres queridos. Esta vez, en Polonia, se le dibujó la imagen de su padre. A él le dedicó el triunfo. En él pensó cuando se dejó caer de rodillas sobre la tarima, convertido en un campeón.

En territorio europeo ganó todo en su categoría: arranque, envión y total. Pero su año de triunfos apenas comenzaba. Un mes después viajó a Toronto (Canadá), a participar en los Juegos Panamericanos; compitió en la categoría de los 69 kilogramos, esta vez con mayores, y como si fuera poco colgarse el oro a los 20 años en las máximas competencias continentales, también impuso récord en las modalidades de envión y total.

Mosquera regresó a Colombia bañado de gloria y listo para participar en los Juegos Nacionales, en los que ganó tres preseas doradas para el Valle del Cauca, su departamento. Pero tantas victorias le pasaron factura a su cuerpo. El trajín y el esfuerzo de las competencias acentuaron el dolor en su espalda, mientras la muerte de su padre seguía rondando en su memoria. Cuando se preparaba para viajar a Houston (Estados Unidos), a participar en su primer campeonato mundial de pesas para mayores, la espalda de Mosquera, que le duele en cada levantamiento, incluso cada vez que se sube al podio, se resintió al extremo. No pudo ir al campeonato mundial.

Una resonancia magnética develó la hernia que tiene en su espalda desde el 2012 y a la que, pese a sus quejas, nadie en su entorno deportivo le puso atención. Aunque dice que ahora que es una promesa y que se le ve como un opcionado para ganar medalla en los Olímpicos, los directivos deportivos al fin se han fijado en su salud. Sin embargo, a Mosquera lo frustra no haber podido competir en Houston.

El pasado 10 de diciembre, Mosquera se subió a un podio por última vez en el año, a recibir el galardón como deportista revelación del 2015 en los premios de El Espectador y Movistar, y lo hizo junto a su hermano José David, quien fue premiado como el mejor deportista juvenil. Así cerró esta temporada agridulce, con triunfos, frustraciones deportivas y dolores personales. El año que viene, espera ganar el metal olímpico en Río de Janeiro (Brasil). Y después, operarse de la lesión para así quitarse uno, al menos uno, de los dolores permanentes en su cuerpo, que en medio de la victoria le recuerdan los momentos difíciles que ha afrontado para estar allí, entre los mejores.

 

Por Jaime Flórez Suárez

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