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Ana María Aigneren y el rugby sin fronteras

Fue pionera de este deporte en su natal Medellín, y hace 15 años se radicó en Valencia para competir a un nivel más alto. Llegó a ser capitana de la selección española. Hoy su corazón se divide cuando las Tucanes de Colombia enfrenten a las Leonas en Madrid.

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Fabián Mauricio Rozo
10 de febrero de 2022 - 02:00 a. m.
Ana María, nacida en Medellín, fue capitana de la selección de España. / Getty Images
Ana María, nacida en Medellín, fue capitana de la selección de España. / Getty Images
Foto: Getty Images - Tim Smith
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La clasificación a los Olímpicos de Río 2016 o el bronce en los Panamericanos de Lima 2019 son algunos de los logros de la selección colombiana de rugby femenino XVs que, sin techo alguno, ahora va por otra gesta: clasificar al Mundial de Nueva Zelanda.

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Las Tucanes buscarán ese cupo en Dubái, donde se medirán en la semifinal del clasificatorio a Kazajistán, este 19 de febrero, para luego jugársela toda contra Escocia. Antes tendrán un duro examen preparatorio frente a España, este jueves en Madrid, un duelo muy especial para Ana María Aigneren Frodden.

Ella fue pionera del rugby femenino en Colombia, a mediados de los 90, pero en busca de alta exigencia se radicó hace 15 años en la madre patria. Un proceso extenso y no menos gratificante que la llevó a ser capitana de las Leonas, el nombre que identifica a las ibéricas y con el que se han ganado un lugar en el concierto internacional.

Emigrar es un verbo que en su familia se ha conjugado para cambiar rumbos. Sus padres chilenos, María Cristina y José Miguel, tras la dictadura de Pinochet, salieron primero a Argentina y luego llegaron a Medellín, en 1975. Ella nacería tres años después en el hospital San Vicente de Paul.

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Conoció el deporte gracias a su hermano Álvaro. Lo acompañaba a sus partidos y un buen día le dio por invitar a amigas y conocidas a ir tras la pelota ovalada. Ella no paró nunca por esa pasión que aún la impulsa. Hoy hace un alto en el camino desde Valencia, su lugar en el mundo hace década y media, donde es directiva y entrenadora, para ver lo que quiso recorrer con las Tucanes y vino a hacer realidad con las Leonas. Sentimientos encontrados que llaman.

¿Cómo hacía en 1995 para reunir 14 mujeres a jugar un deporte extraño?

Pues un buen punto de partida fue el entorno de los partidos en los que jugaba mi hermano. Así que nos juntamos familiares y acompañantes para no solo verlos, sino practicar, y en abril de ese año fue dividirnos siete y siete, y así empezó todo, porque ni un club existía. Luego aparecería el equipo de la Alianza Francesa, el de la Universidad de Antioquia y el de la Nacional.

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Si había mucho camino por hacer en Colombia, ¿por qué el salto a España?

Viajé a España en octubre de 2001 motivada por el rugby. Quería jugar en alta competencia, ya que en ese momento en Colombia acababa de empezar, pero no había federación, apenas una liga regional. Tras algunos partidos con jugadoras internacionales, me decían que tenía nivel y debía explotar mis condiciones. Como se dice popularmente, me calentaron la oreja y se me metió el gusanillo hasta que me lancé al agua y llegué a España, que jugaba el Seis Naciones y donde tenía una amiga que me recibía.

Tuvo tiempo hasta de evaluar y elegir el club…

Siempre he dicho que el rugby es un deporte hospitalario por excelencia. Estamos abiertas a recibir a jugadoras y jugadores de todas las características, así que al ser bastante integrador, eso facilitó mi llegada al país. Contacté a diferentes clubes, quería vincularme a uno serio, con buenos recursos humanos y en instalaciones. Que valiera la pena saltar el charco. Me tomé el atrevimiento de visitar varios, hasta que me decidí por uno que se llamaba Madrid 2012, que era la fusión del femenino del Liceo Francés, el Getafe y el Alcobendas.

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¿Cómo, sin ser española de nacimiento, pudo ser capitana?

Ese proceso de llegar a ser capitana de la selección española es una cuestión de tiempo, veteranía, conocimiento del deporte, liderazgo y algo de carácter. Siempre he sido bastante líder. Fui capitana en los clubes donde estuve. El liderazgo es algo innato en mí. También incidió la buena comunicación con los árbitros. Cuando me lo ofrecieron, me asusté. Espero haber dejado una buena labor y colaborado en el desarrollo del grupo, sobre todo en ese Mundial en París de 2014.

¿Entrenar antes de retirarse era abonar el camino a seguir?

Me retiré de la selección en 2014, tras ese Mundial, y también lo hice del club. Estuve un año sin vincularme al rugby federado, aunque seguía como entrenadora de la Universidad de Valencia, con la que llevo 11 años.

¿Cuál etapa ha disfrutado más, la de jugadora o entrenadora?

Ambas por igual, porque el rugby significa mucho en mi vida. Luego de ese año, de tomarme un respiro, asumí entrenar la selección femenina del Valencia Rugby Club y con ellas estuve como tres años; luego entrené a las sub-14 y ahora completo mi segundo año como directora de escuelas. Me temo que nunca me desvincularé del rugby, ya que he estado como jugadora, entrenadora, directiva y hasta árbitra en algunos momentos.

¿Cómo mantuvo el vínculo con el rugby colombiano?

Es algo que le agradezco, y mucho, a las redes sociales, poder seguir a las Tucanes y en general al rugby colombiano y latinoamericano. De los momentos más emocionantes que he vivido, fue la clasificación a Río 2016, luego verlas jugar allí y ni hablar del podio en los Panamericanos de Lima. Desde la distancia es difícil opinar sobre los procesos, pero con mucho respeto he metido la cucharada en algunos aspectos para brindarles asesoría y así poder ayudarles, pero en general estoy muy contenta con la evolución del rugby en Colombia.

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¿Por qué el femenino ha crecido tanto?

Gracias al proceso que existe. La competencia para el masculino en Latinoamérica es mucho más difícil con países como Argentina y Chile, que tienen mucha trayectoria, entonces las mujeres en Colombia han visto que con el rugby es posible llegar al alto rendimiento y cumplir su sueño de afrontar competiciones importantes. De otra parte, los espacios socioculturales que encuentran, la posibilidad de estrechar vínculos que, por ahí, otros deportes no ofrecen, esa otra familia como le llamamos. Aparte del beneficio socio-cultural de mujeres y hombres, que en lugar de estar delinquiendo por su entorno conflictivo, están en la cancha.

En agosto pasado compartió con las Tucanes en Medellín. ¿No le dieron ganas de volver a meterse al campo?

Muchas. La verdad tuve la fortuna de estar con ellas en varias sesiones, y debo confesar que el aprendizaje fue más para mí que lo que yo pude aportarles a ellas. Me sorprendió el buen hacer del staff técnico, con unas estructuras muy claras, contenidos acordes al nivel nuestro y a la exigencia de la competencia, además de unas jugadores muy disciplinadas y entregadas al proyecto.

¿Qué tiene la jugadora de rugby en Colombia que la hace distinta?

Como decimos en nuestra tierra, son echadas pa lante, competitivas y salí muy contenta de esa experiencia. Aprendí un montón de la metodología de trabajo del staff y quizá mi único aporte era más como sensaciones dentro del campo, de cómo comportarse, qué situaciones anticipar, más de táctica y tomas de decisiones. Dentro del alto rendimiento debe haber riqueza de herramientas técnicas y una capacidad de percepción y decisión importantes.

¿Y nivel para jugar afuera?

Todo el potencial. De hecho, en nuestras charlas, les dije cómo llegamos a donde estamos para generarles las expectativas de desarrollarse en el extranjero, que es viable. Simplemente hay que soñarlo y dar los pasos necesarios para lograrlo. De mi parte, cuentan con mi apoyo y conexiones. Saben que cuentan conmigo. Por ejemplo, ahora hay una chica de apellido Zuluaga, que va a ir a jugar a Francia luego de este proceso de clasificación al mundial.

¿En qué debe mejorar el rugby colombiano para continuar su evolución?

Tener un entorno más competitivo a niveles regional y nacional. Mejoran los clubes y asimismo la selección. En cuanto a las jugadoras, deben contar con más herramientas técnicas: pase, patada, carrera… A nivel físico, una rutina de pesas y preparación física. Para sobrevivir en este deporte se necesitan fuerza y resistencia.

No podrá estar en el España-Colombia en Madrid. ¿Mejor así para no tomar partido?

Me da mucha pena no poder estar en ese juego, pero a su vez lo asumo medio aliviada, ya que estaría llorando en la grada de principio a fin. Me emociona mucho ver un presente y un futuro que quise hace 20 años para mí. No me arrepiento de lo que he vivido aquí, estoy muy feliz, pero si hubiese nacido 20 años después, estaría con estas muchachas vistiendo la camiseta de las Tucanes. Y también debo confesar que envidio a las Leonas, porque si estuviese en activo, me habría gustado jugar contra Colombia. Ahora, si sacan un partido de la tercera edad y hacen una gira internacional, pues que me convoquen (risas).

¿Y del juego, qué análisis hace?

Un partido duro para las Tucanes. España hará cambios en sus alineaciones y van a debutar muchas jugadoras. El seleccionador español respeta mucho al equipo colombiano y de hecho ya hace más de un año me había dicho que estaba intentando buscar un amistoso y generar ese vínculo y hermandad. Yo feliz de que se hiciera un intercambio anual.

¿Pueden soñar las Tucanes con estar en el Mundial de Nueva Zelanda?

Será difícil, pero no imposible. Mi único temor en este juego previo es alguna lesión por lo que se viene hacia la clasificación, pero no le vamos a echar el mal de ojo y estará bien foguearse y encender motores para el partido contra Kazajistán en Dubái.

Por Fabián Mauricio Rozo

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