Darwin Blanco, figura de Piratas de Bogotá.
Foto: El Espectador - José Vargas
Darwin Blanco recuerda al parche de su infancia. Era un cachorro que seguía los pasos de sus papás, ambos basquetbolistas, a cuanto parque y cancha de Bogotá iban. Al pensar en esos tiempos, entre el sonido de la red, el crujir de la madera y el bote de la bola, dice que no había otro destino para él que no fuera jugar al baloncesto. Lo lleva en el ADN: “Eso debe ser algo genético; mis papás jugaron al básquet toda su vida y creo que la pasión me la transmitieron en la sangre”.
Se crió ahí, en el alma del barrio y en el espíritu del parche....
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