Don Newcombe, otro héroe de ébano en las Grandes Ligas

El derecho lanzador de los Dodgers, quien falleció a los 92 años, fue excelente desde la loma de los sustos en las temporadas regulares… pero no en las Series Mundiales.

ANTONIO ANDRAUS BURGOS
05 de marzo de 2019 - 10:54 p. m.
Don Newcombe, lanzador de los Dodgers. / MLB
Don Newcombe, lanzador de los Dodgers. / MLB

Jackie Robinson, en la Liga Nacional con los Dodgers de Brooklyn, y Larry Doby, en la Liga Americana, con los Indios de Cleveland, se habían encargado de romper la barrera del color en el béisbol de las Grandes Ligas en 1947.

Entonces la mirada de las novenas de la Gran Carpa se dirigió hacia las actividades de la Liga Profesional donde militaban los peloteros de color, en la cual, ciertamente, actuaban jugadores de mucho talento y calidad. De tal manera que ya no era sorpresa alguna ver sobre los diamantes a esta clase de figuras, poco tiempo más tarde, y fue cuando la raza de los afroamericanos se hizo sentir en las Grandes Ligas.

Era la época en que la temporada de la pelota organizada, contaba con 16 equipos, 8 en la Liga Americana, y 8 en la Liga Nacional; cuando se jugaba la campaña de todos contra todos, en cada uno de los circuitos, y en donde, cada club desarrollaba 154 partidos en el año, 77 en casa y 77 más en calidad de visitante; cuando la Gran Manzana contaba con una inmensa afición albergando a tres equipos que dejaron una historia inolvidable para el béisbol de las Grandes Ligas: los Yanquis, los Dodgers y los Gigantes, y cuando los peloteros de color tanto afroamericanos como latinos, surgieron como héroes y figuras en sus respectivas novenas. ¡Ah!, y desde luego, no existía la norma del bateador designado, que se aplica ahora en la Liga Americana.

Y detrás de los jugadores afroamericanos, los peloteros latinoamericanos, casi todos pertenecientes a la raza de color, empezaron a ganar puestos en las nóminas de los clubes de las mayores.

Llega Don

Jackie Robinson era el porta-estandarte de los Dodgers, y detrás de él, el gigante receptor Roy Campanella, acompañando a peloteros como Duke Snider, Pee Web Reese, Gil Hodges y el morocho cubano, Edmundo ‘’Sandy’’ Amorós, cuando aparece en la nómina de la divisa el derecho lanzador Don Newcombe, quien se destacaba con muchos méritos, en la liga de su raza.

Eso fue en 1949, debutando el 20 de mayo de ese año, con el uniforme de los Dodgers de Brooklyn, y desde entonces, hasta su retiro en la actividad de la crema y nata del béisbol, se destacó como un serpentinero de jerarquía, … pero su calidad nunca pudo imponerse en las Series Mundiales, a pesar de haber conquistado un anillo del Clásico de Otoño, pero nunca pudo acreditarse una victoria en la Cita de Octubre.

Don Newcombe, quien acaba de fallecer el pasado 20 de febrero a los 92 años, contaba con la habilidad de ser un lanzador derecho, y para entonces, como cosa rara, bateaba a la izquierda, algo que hoy día es bastante común, destacándose con el uso  del madero, cuando le correspondía consumir sus turnos al bate.

Su trayectoria

Durante los últimos años se ha venido contemplando la opción de que, además de los numeritos del pelotero, se tengan en cuenta otros factores para los reconocimientos de un jugador camino al Salón de la Fama, como por ejemplo, el equipo en donde le correspondió actuar, si contaba con una nómina competitiva o no.

En el caso de Newcombe, hay que decirlo de manera categórica, su paso con  el uniforme de los Dodgers, representaba, para esa época, a una de las más aguerridas novenas del béisbol de las Grandes Ligas, y se nutría con la presencia de verdaderas figuras de la Gran Carpa.

En su trayectoria con los Dodgers, su capacidad de juego se evidenció de manera inobjetable desde la loma de los sustos, pero cuando llegaba a la Serie Mundial, inexplicablemente perdía el ritmo y era presa fácil de sus rivales, que para entonces eran, nada más y nada menos, los Yanquis de Nueva York, a los que nunca pudo doblegar en la Cita de Otoño.

Novato del Año en 1949, cuando debutó en las Grandes Ligas con los Dodgers; Jugador Más Valioso de la Liga Nacional de 1956; y ganador del premio Cy Young de ese mismo año, cuando estableció el registro de 27 triunfos y apenas 7 derrota, con 3.06 carreras limpias por juego, Newcombe representó al Viejo Circuito en 4 Juegos de Estrellas.

Newcombe, por cierto, fue el primer ganador en la historia del béisbol de las Grandes Ligas del premio Cy Young, otorgado en honor al serpentinero de ese mismo nombre, quien compiló 511 victorias en su larga permanencia dentro del Béisbol Organizado. Y para entonces, más valiosa era la distinción, pues apenas se entregaba al mejor lanzador de los dos circuitos, algo que cambió a partir de 1967, cuando se decidió reconocer al mejor serpentinero de cada liga con el cotizado premio.

Pero en cinco salidas en tres Series Mundiales, Newcombe no pudo obtener una victoria y en cambio, acumuló cuatro derrotas, por lo que se acreditó, sin quererlo y mucho menos merecerlo, el remoquete de ser un lanzador de temporada sin mostrar los quilates que tenía en los clásicos de octubre. Eso no sólo le ocurrió a él, sino a muchos otros astros del montículo.

Con un anillo

Sin embargo, Don Newcombe consiguió las mieles del triunfo cuando en 1955, por fin, los Dodgers de esos años en Brooklyn, derrotaron a los encopetados Yanquis de Nueva York, en una Serie Mundial que empezaron perdiendo en sus dos primeros desafíos en el ‘’Yankee Stadium’’, 6 carreras por 5, el primero, ganando el formidable zurdo Whitey Ford, y perdiendo, precisamente Newcombe; mientras que en el segundo, en el mismo escenario, caían por pizarra de 4 carreras por 2.

Luego los Dodgers se recuperaron, y vencieron en los encuentros tres, cuatro y cinco, todos efectuados en su parque de pelota, el ‘’Ebbets Field’’, con tableros de 8 carreras por 2; 8 carreras por 5; y 5 carreras por 2.

Regresaron al ‘’Yankee Stadium’’ y con el clásico a su favor 3-2, pierden el sexto choque 5 carreras por 1, y triunfan en el séptimo desafío, 2 carreras por 1, con formidable actuación de Johnny Podres en la lomita y una sensacional atrapada de un batazo que buscaba tres bases despachado por el inolvidable Yogi Berra, con dos compañeros en circulación, capturado en el último instante por el zurdo guardabosques izquierdo cubano, Edmundo ‘’Sandy’’ Amorós, cerrando el sexto episodio con formidable doble out, jugada que indiscutiblemente le otorgó la Serie Mundial a los Dodgers.

Todos recuerdan que Walter Alston, el capataz de los Dodgers, decidió para ese séptimo juego del clásico, romper la rotación sobre los últimos minutos, enviando a Podres al montículo cuando le correspondía a Newcombe abrir el compromiso.

En ese momento, se acabó con el hechizo que tenían los Yanquis sobre los Dodgers, a los que habían superado en cinco Series Mundiales anteriores, y se diluyó el estribillo de los seguidores de los ‘’Bombarderos’’ del Bronx contra los ‘’Esquivadores’’ de Brooklyn, …’’espera hasta el próximo año…’’

Obligada ausencia

Para los analistas de la época en que Don Newcombe hizo gala de su talento y clase beisbolera desde la lomita de los suspiros, su compilación en las Mayores hubiese sido más efectiva si no pierde los años 52 y 53 en cumplimiento del servicio militar obligatorio en los Estados Unidos.

Esa obligada ausencia, dicen los que saben, le mermó dos de sus mejores años en la pelota, y le impidió posiblemente haber sumado unas 30 victorias más como mínimo, en consideración a que sus mejores años como lanzador llegaron después de ese par de años fuera de la Gran Carpa.

En 1951, Don mostró una tarjeta con 20 triunfos y 9 derrotas, y efectividad de 3.28, por lo que sí hubiese actuado en los años 52 y 53, seguramente su compilación general hubiese alcanzado a por lo menos 180 victorias en su carrera.

En 1955, Newcombe obtuvo registro de 20 ganados y 5 perdidos, con 3.20 carreras limpias por juego; y como ya anotamos en 1956, registró 27-7 y 3.06 de efectividad.

En toda su carrera, Newcombe sumó 149 triunfos y 90 derrotas, para 3.56 carreras limpias por juego, con 1.129 abanicados, otorgando apenas 490 bases por bolas, 21 de ellas intencionales, en sus 2.154 y dos tercios laborados; con 852 carreras limpias en las 956 que alcanzaron a fabricarle.

Con su corpulencia física de 220 libras promedio de peso y sus 1.93 metros de estatura, Don Newcombe también se hacía respetar con el madero sobre los hombros.

De por vida bateó a la zurda para 271, con 238 imparables en 878 turnos al bate; incluyendo 15 tablazos de circuito completo y 33 dobletes, y 108 carreras impulsadas.

Después de haber jugado con los Dodgers entre 1949 y 1957, la temporada 1958 la compartió entre los ‘’Esquivadores’’, que ya jugaban en su nueva sede, la ciudad de Los Ángeles, y los Rojos de Cincinnati; y la de 1959, entre los Rojos y los Indios de Cleveland, en donde concluyó su carrera, en 1960.

Hasta sus últimos días, Don Newcombe asistía al estadio de los Dodgers a presenciar los partidos de la novena, y con la admiración de siempre, era reconocido por los peloteros del club y por la inmensa afición Los Ángeles, como otro de los grandes héroes de ébano que tuvo la divisa en toda su larga historia en el béisbol de las Grandes Ligas.

Por ANTONIO ANDRAUS BURGOS

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