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La de 2018 fue una gran temporada para el marchista Éider Arévalo. En febrero ganó el Challenger Mundial en La Coruña (España); en marzo, el Meeting Dudinska en Dudince (Eslovaquia); en agosto, los veinte kilómetros de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Barranquilla, y en septiembre, el Challenger Internacional de Marcha, en Suzhou (China). Además fue segundo en el Campeonato Nacional de Marcha y el Challenger Mundial de la IAAF, en China.
Por esos éxitos, el huilense será uno de los galardonados en la ceremonia de exaltación del Deportista del Año de El Espectador y Movistar 2018, que se realizará el lunes 3 de diciembre en Connecta, en Bogotá. (Lea aquí: Gabriela Rueda, una campeona hecha a pulso)
En la versión número 58 de nuestro concurso otorgaremos premios en las categorías Mayores y Juvenil, Mejor Técnico, Mejor Equipo y Dirigente, así como Revelación, Vida y Obra, y el más importante para El Espectador: el Juego Limpio Guillermo Cano.
Pero los éxitos de Éider no son producto del azar, sino de la disciplina y la constancia con la que ha forjado su carrera.
Desde muy chico sabía lo que quería y los sacrificios que debía hacer para lograrlo.
Empezó a entrenar marcha atlética bajo las órdenes del técnico Edward Chiquito. Y muy pronto mostró un sentido de responsabilidad y entrega que poco se veía en jóvenes de su edad. Se dio cuenta de que en este deporte podía marcar la diferencia, porque antes lo había intentado en diferentes pruebas de atletismo, incluso en el fútbol, pero solo era veloz mas no tenía buen control del balón y mucho menos la técnica. Así que de a poco se fue acoplando a la marcha y su estilo pulcro se fue adaptando a la regla de oro de esta disciplina: nunca tener los dos pies en el aire simultáneamente (siempre debe haber contacto con el suelo).
Y nunca se desanimó, a pesar de que muchas veces sufrió de bullying por la manera en la que se marcha. “Al comienzo me trataron de gay, por la técnica que se utiliza, y me gritaban improperios cuando salía a entrenar”, recuerda con algo de amargura.
Sin embargo, sus sueños eran más grandes. “Todos los días me levantaba feliz para practicar mi deporte, lo hacía con mucha dedicación y eso se veía reflejado en diferentes competencias infantiles en las que participaba”.
En 2007 mostró su calidad en un evento nacional que se llevó a cabo en La Virginia, Risaralda, y posteriormente lo hizo en Cartagena, lo que le abrió las puertas para un campeonato suramericano en La Serena, Chile, en el que ni los nervios le impidieron lograr su primera victoria internacional. (Lea también: Eléider Álvarez y los pasos de un campeón)
Cuando regresó a su casa, en Pitalito, Huila, lo recibieron como a un héroe: con carro de bomberos y carrozas. Fue un día festivo, emocionante para él y su familia.
Para seguir su evolución deportiva tuvo que trasladarse a Bogotá, “porque allá iba a encontrar más posibilidades, pero apenas llegué me di cuenta de que mi nombre no era nada. Y me encontré con atletas que ya habían sido campeones suramericanos e incluso centroamericanos. Así que me tocó empezar de cero”.
Sin embargo, nunca dejó de entrenar con pasión y con alegría, sin importar la adversidad. Conoció entonces al técnico Fernando Rozo, quien fue la persona que más lo marcó, no solo en su carrera deportiva, sino en la vida. “Si no quieres sufrir, no puedes ganar”, le repetía constantemente. Esas palabras quedaron grabadas y se convirtieron en una fórmula para encontrar la inspiración necesaria y seguir adelante.
Los grandes resultados no demoraron en llegar, pues ganó en los cinco kilómetros marcha en unos juegos intercolegiados, en Armenia, y desde entonces su ascenso deportivo fue notable. Eso sí, Éider Arévalo no ha dejado de sufrir.
La mayoría de los lugares en los que compite son calientes y extremadamente húmedos, lo que lo obliga siempre a ir al límite. “Para lograr una victoria se tienen que perder muchas carreras, porque la dificultad del clima está siempre presente. En el Suramericano de Cartagena de marcha en 2013, quedé segundo; en el Mundial de Moscú sufrí una lesión, duré hasta el kilómetro 10 y me retiré; en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Veracruz me dio una crisis energética en los últimos kilómetros; el año pasado en los Juegos Bolivarianos también tuve problemas estomacales, al igual que me sucedió en el Mundial de Marcha en China, este año”, explica.
Pero de esas derrotas aprendió y esa experiencia le valió también para ganar todo tipo de pruebas, incluido el Campeonato del Mundo de Londres 2017, un logro que espera superar con una medalla olímpica en Tokio 2020.