
Anthony Edwards, durante el primer partido de la serie contra los Suns, mira retadoramente a Kevin Durant.
Foto: Twitter
En los ojos Anthony Edwards podía verse una premonición, el inevitable llamado del futuro que se vuelve presente. En su carcajada y su sonrisa abierta, en la risa que no se escuchaba por el barullo del público que, extasiado, unos segundos atrás lo había visto clavar un triple que será inolvidable. Edwards se golpeaba el pecho mientras danzaba en reversa, como el gorila que reta la jerarquía del que un día fue rey. Miraba directo a Kevin Durant tras la anotación que casi tumba el estadio. Irreverente, sin temor, como el que mira una leyenda...
