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El nuevo aire de ‘El Gran Roger’

Dos días al lado del número dos del tenis mundial.

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Nelson Fredy Padilla / Enviado especial, Madrid
23 de mayo de 2009 - 12:45 a. m.
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Los españoles estaban orgullosos de Rafael Nadal, el número 1 del mundo, y de su recién inaugurado complejo de tenis, llamado La Caja Mágica, una de las obras construidas para ganar la sede de los Juegos Olímpicos de 2016.  

Lunes 10 de mayo

Miles de seguidores corrieron en busca de su amado Rafa y colapsaron las canchas de entrenamiento. La cantidad de fans ponía en riesgo la seguridad y la concentración del jugador, por lo que el resto de la semana lo hizo a puerta cerrada.

Entonces empezaron a perseguir al suizo Roger Federer, quien había llegado en un momento crítico de su carrera. A la presión personal que enfrenta desde que Nadal lo desplazó del número 1 -en agosto de 2008- y desde que está a un campeonato del récord de Pete Sampras de 14 trofeos de Grand Slam, tuvo que sumarle la de los hinchas del mallorquín murmurándole que su era ya había pasado a la historia, que “Nadal te acabó”, que “no puedes con Rafa”.

Sin embargo, Federer permanecía impávido, concentrado en sus entrenamientos,  haciendo oídos sordos a los titulares de la prensa madrileña, que insistía en analizar los porqués de “la caída libre” de su rendimiento. Roger no entró en el juego de la desestabilización emocional, llegó a la renovada ribera sur del río Manzanares y desde la primera rueda de prensa mostró que su mente está lejos de perder el objetivo que lo llevó al tenis profesional: “Ser el mejor de la historia”. 

Los periodistas le preguntaron si ahora que se casó con su eterna novia -la ex tenista Mirka Vavrinec-, va a ser papá y la mayoría de las diez mejores raquetas del mundo le han ganado, llegó el epílogo de su carrera. Él no se molestó. Está seguro de que se trata más de un efecto generado por la prensa que por su propio juego, pues ha seguido disputando las finales de los torneos más importantes. Reconoce el bajón más a causa de la mononucleosis (virus linfático que genera fatiga) que sufrió a comienzos de 2008, junto con dolencias de espalda que le causaron disminución física y de concentración. Es humano, sólo tiene 27 años –cinco más que Nadal-, e intentará jugar a este nivel al menos cinco años más  .

En la primera rueda de prensa nos dijo que el clima de Madrid le venía bien y que se sentía  con ganas de recobrar la confianza, con ganas de Nadal: “Sé que puedo ganarle en tierra, a pesar de las últimas derrotas. Estoy convencido de ello, incluso sabiendo que él está jugando el mejor tenis de su vida”. Pero reporteros e hinchas españoles sólo creían en Nadal y pronosticaban que Federer no llegaría ni a semifinales.

Martes 11 de mayo

Antes de su primer juego  se le vio más relajado. Había aprendido cómo huirle a la nube de micrófonos y “nadalistas”. Llegó a las pistas de entrenamiento no por el acceso principal sino por detrás en un carrito de golf con chofer y escolta. Ese día quienes disfrutaron de su tenis fueron un centenar de niños de colegios madrileños y este enviado de El Espectador. Mientras le preparaban la cancha le pregunté si este año va a ganar Roland Garros, el único grande que falta en su palmarés. Se acercó y sólo respondió con un autógrafo sobre el programa oficial del torneo y una sonrisa premonitoria de lo que venía.

Lo vi repasar todos sus golpes en  una hora. Trabaja de memoria con su paisano y compañero de Copa Davis, Severin Luthi. Vi en el mismo plan a Djokovic, Tsonga, Safín, Verdasco, Del Potro, Davidenko, Ferrero, Ferrer. No hay duda. Federer es único. Hasta los mismos españoles se admiraban del talento natural que ha llevado a Federer a ganar 58 títulos de la ATP, entre ellos 13 Grand Slam, cinco veces seguidas el Abierto de Estados Unidos, cinco veces seguidas Wimbledon.

No tiene secretos. Las claves son su físico, su naturalidad, su elasticidad y su mente. El resultado: golpes con excelencia y elegancia técnica que los lectores pueden disfrutar en los videos de ese entrenamiento colgados en la página web de este diario. Hizo fantasías como boleas metiendo la raqueta por la espalda, boteprontos por entre las piernas, un drop con tanto efecto que picó en la cancha de su oponente y volvió a la de él. Nadie lo chifló como el primer día. Nadie se atrevió a hablar de su mala racha. Todos lo aplaudimos. Se escapó de nuevo en el carrito hacia el camerino, se duchó y una hora después derrotó al sueco Robin Söderling 6-1, 7-5.

En la rueda de prensa nos dijo que le gustaba “la bola alta y rápida debido a la altitud porque me permite jugar más al ataque”. Su tranquilidad provenía de haber estado entrenándose a fondo en las montañas de Cerdeña, Italia. Pensado en cómo volver a derrotar a Nadal. Preparándose para el momento indicado con la ayuda de otro zurdo con revés  a dos manos, su amigo Stefan Koubek, el austriaco que en su blog cuenta que nunca se imaginó que “Roger trabajara tanto”. Luego hizo lo mismo en Suiza.

Ahí está la explicación de porqué se acomodó más rápido que los españoles a las, esas sí hermosas, canchas centrales de La Caja Mágica y derrotó fácil el jueves al norteamericano James Blake, quien últimamente le había ganado; el viernes una vez más al estadounidense Andy Roddick, quien le ganó un set pero enseguida fue arrasado con un 6-1, y el sábado en dos sets a la nueva estrella argentina Juan Martín del Potro. Otro indicio de que “el expreso suizo” estaba de vuelta fue su cara en la rueda de prensa, luego de que Nadal venció a Djokovic. Federer parecía dichoso. Era el momento que estaba esperando para reivindicarse y qué mejor lugar que la nueva catedral del tenis español.

Domingo 17 de mayo

Un Federer al comienzo dubitativo, pero luego tan suelto como en el entrenamiento; agresivo, subiendo a la red, definiendo sin darle oportunidad al peloteo cruzado que beneficia a Nadal. El español empezó a perder la paciencia, a hablar con Toni Nadal, su tío y entrenador. Al suizo le bastaron dos quiebres, uno en cada set para despacharlo con un doble 6-4 y un as final que dejó en silencio al estadio Manolo Santana.

La familia real española le entregó el trofeo que se  creía seguro para Nadal. Atrás quedaron las críticas, todos lo volvimos a mirar como ‘El Gran Roger’. El propio Nadal lo felicitó y les recordó a sus seguidores revisar las estadísticas para comprobar porqué es el mejor de la historia hasta tanto él no lo supere en récords como las 237 semanas que fue número 1.

En la Caja Mágica se impuso la magia de Federer. Claro que tendrá que revalidarla  en París y Rafa está listo para arrebatarle la cuarta final consecutiva.

Por Nelson Fredy Padilla / Enviado especial, Madrid

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