En modo María Camila Osorio

Terminaron dos semanas que significaron la confirmación de María Camila Osorio como una realidad en la rama profesional. La tenista cucuteña se coronó campeona de la Copa Colsánitas (categoría WTA 250) y el sábado terminó su travesía por Charleston en un torneo del mismo rango en semifinales. Se convirtió en la jugadora colombiana más joven en obtener un título WTA y en la tenista (hombre o mujer) que más partidos consecutivos ha ganado (ocho).

La exnúmero uno del mundo júnior (2018) ha tenido que pasar por una transición difícil hacia el profesionalismo. Muchos de los tenistas exitosos en el circuito mundial júnior se quedan a mitad de camino cuando pasan a ser profesionales, porque los cambios drásticos terminan por quemarlos. Es pasar de competir contra un grupo de amigos de la misma edad a hacerlo por el dinero, contra jugadores de mayor experiencia, que ya abandonaron para siempre su niñez. La soledad y el egoísmo del circuito profesional son difíciles de asimilar. A eso hay que sumarle que su transición ocurrió en tiempos de pandemia, lo que hacía más difícil poder progresar.

Pero María Camila, aparte de que hoy ya tiene un libreto variado de juego, digno de una profesional de élite, basado en su potente derecha, permanentes cambios de velocidad y alturas, un incomodador revés de slice y un saque en permanente progresión, es todo corazón. De familia promedio colombiana, eso sí, conformada por deportistas (abuelo futbolista mundialista, mamá basquetbolista, papá y hermano futbolistas), nunca encontró nada distinto a apoyo en la casa. Cuenta Juan Carlos, su papá, que un día la llevó, a los seis años, a clases de tenis con el único propósito de fomentarle el deporte. Ella se encargó del resto y ellos, sus familiares, de darle todas las herramientas, aun en un mundo tan costoso como el del tenis sin que les sobrara nada.

Esa familia que siempre la ha apoyado ha sabido mantener su independencia en medio de las voces que les hablan desde todos los rincones, creyendo tener la fórmula mágica para el éxito. Por ejemplo, han aceptado con gratitud los patrocinios que han llegado, pero son ellos quienes deciden todo. Su entrenador, el español Ricardo Sánchez (trabajó con números uno del mundo como Caroline Wozniacky y Jelena Jankovic), la vio en el US Open júnior de 2018, se la encontró en las escaleras de acceso al estadio central y le pidió una reunión con su papá. Hoy vive en Cúcuta y su contrato lo firmó con la familia Osorio, a pesar de que Colsánitas, su patrocinador, pone a disposición a cualquiera de sus entrenadores de planta para ella.

Osorio admira a Rafa Nadal y tal vez por eso jamás da un punto por perdido, nunca se la ve recriminándose en la cancha, jamás pierde la fe, como tampoco la fe en Dios. Sin duda lo mejor está por venir.

A sus 19 años, se ha convertido en símbolo de inspiración para una sociedad que en estos momentos parece entregada a su desgracia en medio de la pandemia y otros tantos males más. En vez de quejarnos, es hora de entrar en modo María Camila.