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“Esto lo hicimos sin apoyo”: la selección femenina de baloncesto reclama su lugar

Jenifer Muñoz lideró una nueva gesta del combinado nacional, que logró el quinto puesto en la Americup que se realizó en Chile.

Fernando Camilo Garzón

07 de julio de 2025 - 11:51 a. m.
Jenifer Muñoz, la líder de la selección.
Foto: FIBA
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“Somos unas luchadoras”, dijo Jenifer Muñoz luego de que Colombia lograra, por cuarta Americup consecutiva, el quinto lugar en el torneo continental. No fue una frase hueca. Es una verdad incómoda, dicha sin adornos. En el fondo, una súplica vestida de victoria. Porque el equipo volvió a hacerlo: pese a no contar con liga profesional, ni un proceso de entrenamiento a la altura de las exigencias. Sin fogueos internacionales ni una estructura sólida detrás, una vez más, la selección venció a Dominicana y Puerto Rico tras caer en cuartos contra Canadá, y volvió a meterse en el premundial. Un lugar en la ruta hacia el gran sueño de ir a la Copa del Mundo.

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“No contamos con apoyo, pero así y todo somos responsables porque nos mantenemos físicamente, nosotras mismas pagamos nuestros preparadores físicos porque realmente amamos jugar, amamos representar a Colombia”, dijo Muñoz al final del torneo disputado en Chile.

“No todo es fútbol, no todo es masculino. A la hora de la verdad, realmente, si vamos a hacer una comparación, nosotras tenemos más resultados”, explicó en la rueda de prensa.

Este grupo, con Muñoz como faro, ha hecho historia: fue campeón en los Centroamericanos y cuarto en los Panamericanos. La misma base fue campeona de Liga Sudamericana con Copacabana, primero, y con Indeportes Antioquia, después. Ahora, repiten presencia en el grupo de las cinco mejores selecciones del continente. Con un detalle no menor: todas esas gestas llegaron en contextos adversos, muchas veces sin recursos, con promesas incumplidas y con la frustración como rutina.

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La historia de Jenifer Muñoz

Jenifer Muñoz, la gran estrella del equipo, lleva más de una década liderando ese camino. Más allá de las cifras, es el alma del equipo.

Desde los 14 años, cuando empezó a jugar, ha sido un símbolo de lucha. Su historia arrancó casi a regañadientes, por insistencia de su madre, Beatriz David, que la obligaba a acompañarla a jugar con sus amigos. Al principio, Jenifer odiaba tener que caminar casi una hora para ir a verla jugar. Pero un día su mamá la puso a jugar en un torneo, y todo cambió. Metía una y otra vez. De lejos, de cerca, como si siempre hubiera tenido la pelota en las manos.

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Desde entonces no paró. Pasó de las canchas del barrio a los torneos nacionales, de Antioquia a la selección de Colombia. Siempre con una mezcla de talento, esfuerzo y resiliencia. Pero el paso del juego informal al alto rendimiento no fue fácil. La disciplina estricta, la presión, las lesiones. A veces pensó en dejarlo. Muchas veces. Pero regresaba. Porque el baloncesto no era un pasatiempo: era una forma de vivir.

Su mayor reto llegó hace poco. Una dura lesión de ligamentos la sacó de las canchas, justo cuando estaba en uno de los mejores momentos de su carrera. Volver no fue sencillo. Pero volvió. Y no solo volvió: se convirtió en MVP de la Liga Sudamericana, lideró al equipo antioqueño, hace dos años, en el torneo continental y es hoy, sin duda, una de las mejores jugadoras en la historia del país. Lo ha hecho todo en silencio, sin campañas publicitarias ni contratos millonarios. Su salario, muchas veces, es la gratitud del público y el orgullo de vestir la camiseta.

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Con eso no basta. Y por eso su mensaje es contundente: “Hacemos un llamado a Colombia, a las empresas privadas, al gobierno. Necesitamos apoyo. Lucho —el entrenador— hace cosas que no se ven, pero que nosotros sí sabemos, porque se entrega al 100 % por nosotras. Este quinto lugar es para él también. Y para el país. Pero queremos más”.

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Ese “más” no es un capricho. Es una demanda justa. Colombia tiene talento, resultados, una generación que ha demostrado de lo que es capaz incluso con lo mínimo. Lo que falta no es corazón: es estructura. Una liga profesional que funcione, un calendario de partidos internacionales, procesos continuos, y una mirada institucional que entienda que el deporte también es femenino, que el baloncesto también existe, y que las mujeres también sueñan con unos Olímpicos.

“Jugar con Colombia unos Juegos Olímpicos es nuestro gran sueño. Y si nos dan las herramientas, lo podemos lograr. Solo pedimos trabajar más tiempo como equipo. Si eso pasara, podríamos alcanzar lo que parece imposible”, dice Muñoz.

Colombia, hoy, está en el premundial. Las jugadoras ya cumplieron su parte. Contra todo y todos. Ahora es el país el que debe dar el siguiente paso. Si algún día los sueños de las grandes citas se hacen realidad, habrá que recordar este momento: cuando unas jugadoras sin sueldo, sin fogueos, sin reconocimiento, pelearon por algo más grande que una medalla.

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Pelearon por dignidad. Por justicia. Por amor. Por Colombia. Como dijo Jenifer: “Realmente se trata de amar. Y yo adoro mi deporte”.

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