“Che, estoy cerca de ganarle, muy cerca”, dijo Faustino Oro en medio de su partida contra Magnus Carlsen, mientras veía cómo el juego se desarrollaba a su favor.
Su mano reposaba trémula e indecisa en el cuello, tratando de esconder el ruido bizarro que producían sus latidos acelerados. Sus ojos se movían con rapidez sobre el tablero, repasando las posibilidades, al tiempo que sus gafas.