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Gigantes: 56 años de espera

El mánager Bruce Bochy tuvo la sabiduría de acomodar una novena de éxito.

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Especial para El Espectador
02 de noviembre de 2010 - 10:10 p. m.
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Fue en 1954, cuatro años antes de mudarse la franquicia, cuando los Gigantes ganaron por última vez la Serie Mundial de Béisbol de las Grandes Ligas. Tuvieron que pasar 56 años de tortuosa espera para alzarse nuevamente con el trofeo del mejor en las mayores.

Por aquellos años participaban 16 equipos, ahora hay 30 novenas en la competencia del béisbol organizado. Por esa época jugaban en el Polo Grounds de Nueva York, ahora lo hacen en el AT&T de la Bahía de San Francisco. Durante ese prolongado ayuno, inmortales como Willie Mays, Juan Marichal, Orlando Peruchín Cepeda, Willie McCovey, Felipe Rojas Alou, para apenas citar a algunos, nunca pudieron alcanzar la gloria de conquistar la Serie Mundial.

Pero en este 2010, un puñado de peloteros combinados muy bien entre novatos y veteranos, así como una dirección técnica acertada, les permitió llegar al título.

Bruce Bochy, un veterano en la dirigencia de novenas en el béisbol organizado, quien ya había estado en la Serie Mundial con los Padres de San Diego, conservó su patrón de juego, con un manejo impecable, decidiendo sobre la crisis de su propia nómina cuando hubo que hacerlo y llevar a la banca, con criterio eminentemente técnico y deportivo, a peloteros que, sobre el diamante, no les estaban respondiendo a las circunstancias y en sus condiciones habituales como jugadores.

Lo hizo con Aaron Rowand, Pablo Sandoval, Barry Zito y con el propio Pat Burrell, y cuando Édgar Rentería estuvo lesionado, le dio el tiempo suficiente para recuperarse, para llegar a tono a la alineación regular, sin acosarlo, sin desesperarlo, dándole el voto de confianza que todo deportista necesita cuando sus condiciones físicas así lo exigen.

Trajo a Buster Posey a la receptoría titular cuando se fue Bengie Molina; pudo interpretar la llegada de Cody Ross como parte fundamental para el engranaje de su maquinaria; encontró en Aubrey Huff la respuesta ofensiva en los pasajes necesarios y Travis Ishikawa entendió, con suficientes razones, por qué lo alternaba en la alineación, sin que dejara de animarlo en los momentos más complicados del equipo, cuando desesperadamente veían que se alejaban del primer lugar en la División Oeste de la Liga Nacional y de que los Bravos de Atlanta, con sensacionales actuaciones, se estaban adueñando del comodín del circuito, lo que los obligaba a ganar o ganar la competencia frente a los Padres de San Diego, algo que, sobre la agonía, lo consiguió de manera espectacular.

La sapiencia con que manejó a su grupo de lanzadores abridores (Tim Lincecum, Matt Caín, Jonathan Sánchez y Madison Bumgarner) le permitió sortear todos los escollos no sólo frente a los Rancheros, sino ante los Bravos y, posteriormente, contra los Filis de Filadelfia, el equipo favorito inmenso para ganar el título por tercera ocasión consecutiva en la Liga Nacional.

Y como si fuese poco, estuvo indiscutiblemente bien organizado para utilizar a los relevistas, encabezados por su estelar cerrador derecho Brian Wilson, siguiendo un patrón de juego de hacer los movimientos en el momento indicado y llevando a la loma de los sustos a Sergio Romo, Jeremy Affeldt, Santiago Casillas, Javier López, Ramón Ramírez y Guillermo Mota, cuando las circunstancias lo exigían, y paremos de contar.

Bochy y su grupo de asesores, con el instructor de lanzadores Dave Righetti, el de bateo Hensley Meulens, el estratega de primera base Robert Kelly y en el tercera, Tim Flannery; su asistente de banca, Ron Wotus, y su asistente del banco de lanzadores, Mark Gardner, moldearon de tal manera su plantilla de jugadores que siempre encontraron el espacio y la situación propicia para utilizarlos en busca de la victoria, sin que jamás se observara que perdieran el norte, incluso cuando Jonathan Sánchez no estuvo en su mejor momento en aquel tercer partido en Texas, cuando finalmente perdieron su único compromiso de la Serie Mundial, más por desconcentración de su lanzador que por otra cosa.

Por Especial para El Espectador

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