Hamilton, ¿tan leyenda como Fangio?
Bautizado en honor a un hombre histórico del atletismo estadounidense, Lewis creció en una vivienda social británica y ya lleva seis títulos de Fórmula 1.
Redacción Deportes - @DeportesEE
Nacido el 7 de enero de 1985 en Stevenage (Inglaterra), Hamilton no se llama Lewis Carl por casualidad. Su padre, Anthony, lo bautizó así en honor al atleta estadounidense Carl Lewis, quien unos meses antes se había proclamado cuádruple campeón en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, antes de ganar cinco oros más, entre los Juegos de Seúl 1988, Barcelona 1992 y Atlanta 1996.
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Nacido el 7 de enero de 1985 en Stevenage (Inglaterra), Hamilton no se llama Lewis Carl por casualidad. Su padre, Anthony, lo bautizó así en honor al atleta estadounidense Carl Lewis, quien unos meses antes se había proclamado cuádruple campeón en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, antes de ganar cinco oros más, entre los Juegos de Seúl 1988, Barcelona 1992 y Atlanta 1996.
El padre de Hamilton —separado de su madre, Carmen, cuando este tenía dos años— admiraba al velocista de Birmingham (Alabama), pero mucho más el mundo del motor, por lo que a su hijo le regaló su primer kart a los seis años, haciéndole prometer que se esforzaría más en el colegio. Cuando aún no se había acuñado el término “bullying”, el joven Lewis fortaleció su carácter en clase de karate, para protegerse del acoso escolar, en unos tiempos complicados en los que no sobraba dinero para intentar lanzar su carrera.
Hamilton, quien al principio residía con su madre —que tuvo otras dos hijas, Nicola y Samantha—, a los 12 años comenzó a vivir con Anthony, que tuvo otro hijo, Nicolas, más habitual en los circuitos. Fue su padre quien le pintó (de amarillo) su primer casco, tras intercambiarlo por una consola de videojuegos. Y fue su progenitor el que en las pistas de karting miraba qué niño marcaba los mejores tiempos y obligaba a Lewis a ver el punto exacto en el que este frenaba, para invitarle a retardar más aún la frenada si deseaba ganar.
En 1995, con diez años y con una chaqueta y zapatos prestados de su predecesor como campeón británico de karting, el pequeño Lewis asistió a una ceremonia de premiación en Londres, donde conoció al entonces jefe de la escudería McLaren, Ron Dennis. Pidió un autógrafo y le dijo: “Un día quiero correr para ti”. Dennis respondió: “Llámame en nueve años y te arreglaré un contrato”.
En 2003 ganó la Fórmula Renault 2.0 del Reino Unido y siguió triunfando en las categorías inferiores hasta conquistar en 2006 la GP2 —equivalente a la actual F2—, lo que le sirvió para dar el salto a la Fórmula 1 un año después. (Michael Schumacher, la historia de un campeón Fórmula 1)
Atrevido, determinado e individualista, casi ganó el título en un estreno de récord, ya que hilvanó nueve podios sucesivos desde su debut en Melbourne (Australia) y rompió moldes tanto por su estilo como por su velocidad. Dentro y fuera de la pista era rápido, algo mercurial y ocasionalmente temperamental, combinación que derivó en una feroz rivalidad con su compañero de equipo y dos veces campeón, el español Fernando Alonso, quien dejó McLaren a final de año. Fue una señal de lo difícil que resultaría para futuros compañeros de equipo la convivencia con Hamilton, quien estuvo a punto de conquistar el título de 2007, pero acabó coronándose en 2008 con un dramático quinto puesto en el Gran Premio final de Brasil.
Tampoco escondió su frustración al no poder alcanzar McLaren la velocidad necesaria para vencer a su actual rival y cuatro veces campeón, Sebastian Vettel, cuando el alemán registró cuatro triunfos consecutivos con Red Bull, desde 2010 a 2013. Por entonces Hamilton ya se había ido a Mercedes, lejos de la alargada sombra de Dennis y de su padre, y donde encontró la libertad necesaria junto con su compañero de equipo, el alemán Nico Rosberg, amigo y rival de karting en su época adolescente.
Ello permitió a Hamilton adoptar un estilo de vida más bohemio, mezclándose con músicos y profesionales del mundo de la moda, que atrajo no pocos titulares. Mostró poca predisposición por seguir convencionalismos y, según muchos observadores, le dio a la Fórmula 1 una inyección de frescura y diversidad, repitiendo como campeón en 2014 y 2015.
Rosberg rompió finalmente la racha de Hamilton en 2016 y luego se retiró, dejando que el británico volviera a dominar. Su antiguo compañero de equipo en McLaren, Jenson Button, resumió la velocidad pura de Hamilton al opinar: “Para mí, en una vuelta, no creo que haya alguien tan rápido como Lewis y no creo que lo haya habido nunca”.
Esa velocidad, siempre asociada a su talento natural, se ha traducido en las últimas temporadas en una actitud más madura como líder. “Nunca está satisfecho. Nunca se conforma. Nunca está contento con su ubicación como piloto y ser humano. Quiere optimizar, desarrollarse y es una parte muy importante del liderazgo del equipo”, opina Toto Wolff, director ejecutivo de Mercedes.
Más allá del deporte, parece crecer el interés de Hamilton por los problemas sociales, destacando recientemente sus preocupaciones por el medio ambiente mediante una publicación en Instagram en la que declaró que el planeta es “un lugar desordenado” y sintió que quería “darse por vencido”.
El comentario, incluidas sus revelaciones sobre un estilo de vida vegano, desencadenó acusaciones de hipocresía. “Soy humano. Como todos, tenemos días de altibajos. Eso es lo que realmente he estado tratando de transmitir”, alegó. Su propia carrera y búsqueda de autoexpresión y libertad le animan también a aconsejar a los pilotos más jóvenes. “Lo que definitivamente puedo aconsejar a cualquier niño que intente correr es que no escuche a las personas que le dicen que necesita un entrenador mental”, expuso Hamilton. “Debes soltar las riendas y descubrirte a ti mismo. Se trata de descubrir. Y solo tú puedes hacerlo”. El domingo, tras su sexto título mundial, Anthony resumía el logro de su hijo: “Es absolutamente increíble. No está mal para un niño de una vivienda social de Stevenage”.