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Hablar de disciplina, dedicación y constancia parece un lugar común cuando se describe a un deportista. Sin embargo, en el caso de Jenny Sinisterra estos valores adquieren otra connotación diferente y singular, pues los ha hecho filosofía y los ha interiorizado de tal manera, que a partir de allí ha forjado su forma de encarar las dificultades de la vida y, por ahí derecho, cosechar los éxitos que hoy por hoy la tienen como una de las grandes promesas de las pesas en el país. Todo esto con apenas 19 años.
No de otra manera se explica cómo, con 16 años, decidió dejar su natal Tuluáen el Valle del Cauca, apartarse de su familia y arribar a Bogotá para dedicarse de lleno a las pesas, sin que ello implicara dejar de lado sus estudios y seguir cosechando triunfos. Esa tenacidad la ha llevado a ser campeona en Fiyi, romper un récord mundial en Tailandia y ahora continuar con el ciclo olímpico buscando abrirse un espacio en la delegación que representará a Colombia en los Juegos Olímpicos de Tokio.
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Su acercamiento con la disciplina fue atípico. Si bien sus hermanos y algunos familiares no fueron ajenos a las pesas -su prima es la campeona mundial Leidy Solís-, ella poco gustaba del deporte y terminó acercándose por su mamá, que por ese entonces trabajaba en un restaurante cercano al gimnasio, donde comenzó a practicar.
“De niña pasaba mucho tiempo en la calle y, para que no cogiera malos pasos, mi mamá nos llevó a mis hermanos y a mí a entrenar. Era muy complicado y aburrido al principio. Pensé que lo mío era el atletismo. Pero tuve mis primeros Juegos Departamentales y quedé campeona. Me comenzó a gustar en serio y seguí”, dice.
No obstante, levantar los discos no era la carga más pesada. Tenía que sortear dificultades económicas y en ocasiones no tenía para el pasaje desde su casa, en el barrio Villa Liliana, al gimnasio. Hubo momentos también en los que no podía seguir entrenandoy aunque el colegio también quedaba lejos, era la prioridad. A todo esto, se sumaron desencuentros con las autoridades deportivas municipales, que amenazaron con aburrirla. “Este deporte es muy malagradecido: fallas un día y volverlo a recuperar es muy difícil. Se deben tener constancia y dedicación. Tuve muchos inconvenientes. Tenía que dejar de entrenar, retomaba, lo dejaba y otra vez volvía”, lamenta.
No menos complejo fue abrirse paso en un deporte que no está exento del machismo. Recuerda, con cierta pesadumbre, pero sin quebrar la voz, que recién comenzó algunos le decían que su cuerpo se iba a volver de hombre, que no iba a crecer y que perdería su feminidad. Todo lo contrario. Hoy se siente más bella que nunca. “En este deporte hay mujeres lindas, con cuerpos hermosos y muy femeninas. Una cosa es la actitud y el carácter en la plataforma, y otra diferente afuera”.
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En medio de la suma de contrariedades Jenny se trazó como meta llegar a Bogotá. Fue ella quien se propuso venir a la capital, vivir con unos familiares, seguir sus estudios y continuar cargando el peso de su pasión. “Con mi mamá tomamos la decisión y le dije que me hacía responsable, que luego veíamos qué pasaba. Vine y, gracias a Dios, las cosas se dieron”, destaca Jenny, quien terminó vinculada como deportista del Distrito, logrando trabajar de la mano, nada menos, de la expesista María Isabel Urrutia y la profesora Alicia Romero.
“Soy tranquila, pero tengo un carácter muy fuerte a la hora de competir. Soy seria y centrada, pero en lo personal recochera y relajada”, explica, asegurando entre risas que se ha perdido tratando de ir de un lugar a otro en la capital. Aún no se acostumbra al frío y, por supuesto, no deja de extrañar a los suyos. “El frío me hacía decir ‘no puede ser, ¿por qué tome esta decisión?’. En todo caso, tengo una meta y un sueño. Vamos a aguantar”, agrega.
Jenny, quien el año pasado se graduó de bachiller y que dedicó 2019 a su preparación con miras a los Olímpicos, quiere seguir estudiando y apostarle a la fisioterapia el año que viene. ¿Sus sueños? Salir adelante con su familia, por supuesto participar en Tokio y ser recordada como la que estuvo ahí, siempre y dispuesta, para ayudarlos a todos. ¡Un peso que está feliz de cargar!