Juan Manuel Fangio, un piloto realizado tras su primer título mundial
Este miércoles se cumplen 69 años del primer campeonato de la Fórmula 1 obtenido en Barcelona, España, por la leyenda argentina del automovilismo.
Es normal que una persona, sin importar su profesión o el logro que haya obtenido, se sienta triste, nostálgico o incluso perdido luego de alcanzar una meta u obtener un logro planteado. En el deporte mundial son los atletas mejor preparados y con la mente en paz quienes pueden volver a empezar de cero cada temporada después de haber levantado un título para repetirlo al año siguiente.
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Es normal que una persona, sin importar su profesión o el logro que haya obtenido, se sienta triste, nostálgico o incluso perdido luego de alcanzar una meta u obtener un logro planteado. En el deporte mundial son los atletas mejor preparados y con la mente en paz quienes pueden volver a empezar de cero cada temporada después de haber levantado un título para repetirlo al año siguiente.
Estamos en una época de hegemonías en diferentes disciplinas por deportistas fuera de serie. Sin embargo, al comienzo de la era moderna de estos espectáculos también sucedía algo similar ya que, en 1950, cuando se corrió por primera vez la Fórmula 1, máxima categoría del automovilismo mundial se empezaba a forjar una paternidad entre los corredores.
Si bien esa primera edición la ganó el piloto italiano Giuseppe ‘Nino’ Farina con la Alfetta, una maquina de Alfa Romeo que fue invencible durante 27 Grandes Premios consecutivos, había un argentino desconocido para varios que empezaba a deslumbrar en los autódromos.
Juan Manuel Fangio fue uno de los automovilistas más importantes de la historia. Nació el 24 de junio de 1911 en Balcarce, Argentina y desde muy pequeño se apasionó por la velocidad. Para ayudar a la economía de su hogar empezó a trabajar en diferentes talleres y herrerías en las que aprendió todo lo que debía saber sobre carros. En sus viajes en autobús para movilizarse por la ciudad, prestaba atención a cómo las personas manejaban sus coches para entender cada vez más el funcionamiento de las maquinas.
Luego de triunfar en su país y en el continente suramericano, Fangio dio el salto a Europa con ayuda del gobierno de su país para disputar las carreras más importantes del mundo. En 1950, la escudería Alfa Romeo -que ya contaba con un gran prestigio internacional- optó por el ‘Chueco’ -como conocían al argentino por la forma en la que lograba torcer su disparo con el balón de fútbol-, para una prueba en San Remo, Italia, y este se llevaría el primer lugar.
El ‘Chueco’ disputó el título contra Farina, pero por problemas mecánicos en su auto debió retirarse en la última carrera del campeonato y le dejó el título servido a su rival. Para la campaña de 1951, las cosas iban a cambiar.
Con su Alfetta, el balcerceño inició la temporada con una victoria en el Gran Premio de Berna, Suiza. Luego disputó el de Bélgica en el que quedó noveno y en Reims, Francia, se volvió a subir a lo más alto del podio. En Silverstone, Inglaterra, la maquina de Alfa Romeo sufrió su primera derrota después de la Segunda Guerra Mundial cuando el argentino José Frolián González de la escudería Ferrari venció a Fangio por 51 segundos.
(Clasificaciones de la Vuelta a España tras la etapa 7)
En el circuito de Nurburgring de Alemania, el argentino del equipo de Alfa Romeo volvió a quedar segundo tras su compañero, el italiano Alberto Ascari. Para la carrera de Monza, Italia, tuvo que retirarse por problemas mecánicos y Ascari volvió a levantar la copa. Para la última fecha, la disputa del título mundial estaba entres tres corredores que tenían una diferencia de seis puntos entre todos. Barcelona definiría todo para Fangio, González y Ascari.
En la pista de Pedralbes en tierras catalanas, las apuestas estaban con los motores Ferrari ya que habían demostrado a lo largo de la campaña que estaban 'volando a comparación del coche de Fangio.
En las últimas cinco vueltas, el ‘Chueco’ tomó el liderato de la carrera y controló el desarrollo de esta hasta que apareció la bandera a cuadros. El argentino era campeón del mundo dejando a su colega de escudería en la segunda plaza y a su compatriota en la tercera.
Tras bajar de sus bestias, ambos argentinos se abrazaron porque sabían que habían logrado poner a su país en lo más alto y le habían abierto la puerta del automovilismo mundial futuros corredores gauchos.
Los conductores de Alfa Romeo habían acordado que quien ganara pagaría la fiesta de celebración y el perdedor decidiría el lugar y los invitados. Esa misma noche viajaron a Milán para ir al restaurante Savini, uno de los más importantes de la ciudad junto a más de 50 personas.
Años más tarde, Fangio recordó en una entrevista lo que pensó y lo que sintió en esa vuelta de honor luego de haberse coronado campeón de la Fórmula 1. “Me iba preguntando: ‘¿Y ahora, qué?’ Es que todo había sido como un relámpago. Yo llevaba algunos años buscando un título en Europa. Cuando lo conseguí, de pronto no me sentí preparado para manejarlo. Por eso pienso que me pasó lo que me pasaría en Monza, en 1952. ‘¿Y ahora, qué? ¿Qué más quedaba por hacer?’”, admitió. Por suerte, no se conformó con el sentimiento de realización que le generó ese título ya que en 1954, 1955, 1956 y 1957 repetiría su logró y quería en la posteridad como una leyenda de la máxima categoría del automovilismo mundial.