Julián Molina, el valiente de Andes, Antioquia

Se volvió en bicicrosista a pesar de haber perdido una pierna en un accidente cuando tenía siete años. Ahora enseña en su pueblo natal.

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Luís Guillermo Montenegro
13 de abril de 2017 - 02:00 a. m.
Julián Molina perdió su pierna izquierda en un accidente cuando tenía siete años. Ahora practica BMX freestyle y sueña con promover este deporte en el país. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Julián Molina perdió su pierna izquierda en un accidente cuando tenía siete años. Ahora practica BMX freestyle y sueña con promover este deporte en el país. / Gustavo Torrijos - El Espectador
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El 27 de enero de 2006, a las 11:05 a.m., Rubén Darío Molina recibió una llamada de un número desconocido. Contestó y al otro lado de la línea le hablaba un funcionario del hospital de Andes, Antioquia, quien le avisaba que su hijo Julián había sufrido un accidente y debían amputarle la pierna para salvarle su vida. Esa mañana su hijo había estado montando patineta con unos amigos en las calles del pueblo y en un acto irresponsable Julián se lanzó por una bajada y no se fijó que venía un bus cruzando una de las calles y éste lo arrolló. Quedó en el piso sin poderse mover. Una de las pasajeras del bus bajó para alzarlo y llevarlo al hospital. “No se mire el pie, ya todo estará bien”, le decían. Pero él no se aguantaba el dolor y veía cómo su tobillo estaba destruido y sangrando.

La atención médica no fue la adecuada. Se demoraron mucho en tomar una decisión y a Julián se le gangrenó la pierna izquierda. “Pudo ser menos grave, pero desafortunadamente en Andes no contaban con las herramientas para darme un buen servicio médico. Así que era o perder la pierna o perder la vida”.

A los siete años Julián comenzó a construir su nueva vida. “La fuerza no proviene de la capacidad física, sino de la voluntad indomable”, es una frase de Mahatma Gandhi que día a día lo motiva a seguir siendo fuerte a pesar de que no todo sea fácil para él. Rubén Darío y Dalila, sus padres, han sido los primeros sorprendidos con el proceso de Julián, pues nunca se sintió diferente por su situación y los limitantes los convirtió en aliados.

En Andes estaba la fiebre por el BMX y él era feliz viendo a sus amigos montando bicicleta y haciendo piruetas. Comenzó a ver videos de los mejores del mundo en esta modalidad y un día decidió montarse e intentarlo. “Me sentía completo sobre una bicicleta. Sentía una energía y una adrenalina espectacular por hacer trucos y maromas diferentes. Aprendí que una caída no te hace peor, sino mejor y más fuerte”, le dijo a El Espectador este antioqueño que hoy en día es el orgullo de Andes, una celebridad. Cada vez que sale a las calles a montar la gente lo mira y lo aplaude cuando hace una rutina.

Su primera bicicleta la armó con los ahorros que consiguió vendiendo dulces y chicles en la plaza del pueblo. El marco le costó $1.000 y luego le tocó comenzar a comprar llantas, pedales, manubrio y cada uno de los elementos necesarios para que su bici pudiera rodar. Duró un año, hasta que por fin pudo comenzar a practicar en una bicicleta propia y adecuada para él, con un pedal único para la pierna derecha y un asiento más amplio que los normales.

El BMX se convirtió en su estilo de vida, y gracias a su historia sobre la bicicleta comenzó a recibir apoyos. Por ejemplo, el de un grupo de personas que le permitieron viajar a Estados Unidos para que le hicieran una prótesis especial, la cual se quita antes de subirse a la bicicleta, pero le ayuda para que se pueda desplazar sin muletas en su día a día.

Seis horas al día está entrenando en su bicicleta. Por la mañana le dedica tres horas, luego descansa en su casa y por la tarde nuevamente sale otras tres horas a ensayar nuevos trucos y a conocer gente que, como él, aman y viven por este deporte. Los domingos es el único día que no entrena porque aprovecha para ir a la plaza del pueblo para vender las artesanías que hace en sus tiempos libres y así conseguir recursos que le sirvan para mejorar su bici o para viajar, otra de sus grandes pasiones.

“No se rindan. Sigan adelante y si tienen un sueño luchen por él constantemente. Entre más duro es el camino, más grande es el premio. Hay que estar en constante lucha por lo que queremos y no dejarnos desanimar”. Ese es el mensaje de Julián, que tras levantarse de este brutal accidente, es feliz y sueña con poder crear un gran parque de bicicrós en su amado Andes. “Quiero ayudar a muchos pelaos que tienen talento y se pueden destacar en el BMX, pero no tienen los recursos. Yo tampoco los tengo, pero poco a poco vamos a ir creciendo. Mi primer gran alumno es mi sobrino Santiago, quien tiene siete años y siempre que lo veo me acuerdo de cómo era yo. Vamos por más”.

Por Luís Guillermo Montenegro

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