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La muerte de Dan Wheldon

Sebastián Saavedra habla sobre cómo vivió la tragedia del piloto de la Indycar que falleció en Las Vegas.

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Por Sebastián Saavedra, piloto colombiano de la Indycar
18 de diciembre de 2011 - 02:00 a. m.
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No es fácil para mí recordar lo sucedido el 16 de octubre en el óvalo de Las Vegas y había optado por no hablar del tema. Pero hoy lo hago de manera respetuosa y con la intención de rendirle un homenaje al compañero que se despidió haciendo lo que más quería y que nos dejó muchas enseñanzas a quienes tuvimos la fortuna de conocerlo.

Mi primer contacto con Dan Wheldon se dio en 2010. Lo conocí cuando formé parte del equipo de Bryan Herta y en mis primeras 500 millas de Indianápolis. Él era amigo de Bryan y gracias a ello empezamos a hablar y me di cuenta de que era una gran persona.

Regresando a lo sucedido en Las Vegas, recuerdo que llegamos una semana antes. Como éramos tantos pilotos nos dividieron en cuatro grupos para la promoción de la competencia y a mí me tocó en el de Dan Wheldon, Paul Tracy y Danica Patrick. Dan estaba feliz y en esa semana creamos un vínculo fuerte.

El día de la carrera todo parecía normal y alrededor del mediodía estuvimos en la reunión de pilotos, que fue diferente porque estuvo abierta al público. Esa fue la última vez que lo vi. Antes de subirme al carro les deseé suerte a Will Power y Darío Franchitti y lo primero que me dijeron fue que tuviera cabeza, pues era una carrera muy larga.

Le dije a Franchitti: “Lo voy a seguir a usted, porque es una persona que piensa”. Y él me respondió: “Vamos para adelante, y si lo necesito trabajamos juntos”, y eso fue lo que hicimos. Wheldon estaba 12 posiciones detrás de mí y cuando se dio la bandera verde pensé que podía darse una carrera accidentada, pues estábamos agresivos y alcanzando velocidades absurdas. Recuerdo que para la competencia cambiamos la caja de velocidades, probamos en el túnel de viento y pusimos una sexta marcha más grande.

Lo primero que se me viene a la memoria es que al pasar la línea de meta en los primeros giros, estábamos cerca de los 400 kilómetros por hora y que por el hecho de tener el limitador en sexta marcha iba a tener más espacio entre cambio y cambio. Me mantuve por detrás de Franchitti y en la parte baja de la pista, pero vi que él no se iba a mover y tomé la decisión de subirme un poco, pero tuve contacto con cuatro vehículos y casi pierdo el carro. Entonces, pensé que no valía la pena arriesgar.

En la décima vuelta se habían espaciado los carros. En ese momento vi a Power enfrente y creí que lo mejor era abrirme y mantenerme por fuera, pero cuando fui saliendo de la curva cuatro, vi como una gran humareda. Uno sabe que cuando eso sucede, en un 70% de los casos se debe a un accidente. En dos segundos ya no tenía visual. De inmediato vi volar el carro de Hildebrand.

Intenté meterme por la parte de abajo de la pista, pero no pude porque tenía a Franchitti por la izquierda y al pasar me di cuenta de que la cosa era grave. Inmediatamente se presentó ante mí una nube de fuego enorme y tengo que decir algo, por las altas velocidades, equivalentes a recorrer un campo de fútbol en un segundo, el accidente vino a nosotros y no nosotros fuimos hacia el accidente.

Todo sucedió en medio segundo y fue imposible detenerse. Para frenar, busqué un espacio por la parte baja, pero no pude, y vi cómo el carro de Power venía hacia mí. Me preparé para el impacto y pensé “me voy a estrellar”, pero por reacción me metí en la parte baja y pude controlar el carro.

Fue ahí cuando vi volar el auto de Will Power, que había tenido un primer impacto con Ernesto Viso. Después sentí la llamarada y un gran calor. En ese momento ya uno está en modo de sobrevivencia. Con tres llantas pinchadas y cerca de la parte baja de la zona de pits, vi a Víctor Meira colisionar y el vehículo explotar en pedazos y fue entonces cuando sentí mi primer impacto con un carro. Una llanta me pegó en el casco y me dejó en estado crítico, sin reacción, perdiendo el control del timón. Pero luego reaccioné y pude recobrar el control, volví a la pista con una velocidad baja y me encontré otra vez detrás de Franchitti, en tercera marcha. En ese preciso instante salió a flote un gran miedo por todo lo que pasó.

La mejor manera de describirlo es como si uno estuviera viendo una película del fin del mundo, con una nube negra y espesa, los carros destruidos, los motores separados de los monoplazas. Personalmente, en ese instante, me impactó mucho ver el estado del auto de la británica Pippa Mann y el de Dan y sabía que alguien debía estar herido.

Al entrar a la curva dos pasamos por el lado del carro de Wheldon y al observar que la barra antivuelco, que impide que el casco golpee contra el piso, había desaparecido, me dio mucho susto. Dimos una vuelta más y siempre me quedé como escolta de Franchitti. Mi carro estaba pinchado, con los alerones destruidos, y no sabía qué hacer. Lo seguía por su experiencia y me decía para mis adentros, “lo que él haga, yo lo hago”. Volvimos a pasar y fue aún más cruel. Había pilotos intentando ayudar a otros, las siete ambulancias no daban abasto y no sabían a quién ayudar, pues nadie se imaginaba ni estaba preparado para un accidente tan grande.

Por la radio me preguntaron por mi estado y el guía, que está en la parte más alta de la torre, me dijo: “Tienes muchísima suerte. Entra a pits”. Ahí regresé al modo de carrera y entré a verificar el estado del carro y a ver qué era lo que decían las alarmas, encontrándome con la temperatura del motor y del agua por los cielos, mientras que los sensores me avisaban que tenía tres llantas pinchadas. Me comuniqué con mi equipo y les dije que necesitaba un cambio completo de neumáticos, dos alerones y que era importante verificar la suspensión por el impacto de Meira y la telemetría.

Pero pusieron bandera roja y no nos dejaron parar en nuestros pits. Yo seguía detrás de Franchitti. Después más gente se acercó a mi carro y me dijeron que no me moviera. Vinieron los paramédicos y confieso que al verlos me paniquié y empecé a preguntarme: ¿qué es lo que tengo?, y pensé que tal vez por la adrenalina no era consciente de alguna herida. Después me preguntaron si una suspensión me había golpeado y cuando vi que mi carro tenía incrustada una suspensión entera dentro del habitáculo, con el nombre de Víctor Meira, entré en razón y me volví humano. Entré en un miedo controlable y pensé que si hubiera entrado 15 centímetros más, me habría perforado un pulmón.

Los paramédicos me revisaron y los mecánicos evaluaron la situación del carro y vieron que la causa de las altas temperaturas era que la suspensión había perforado el radiador y había entrado al habitáculo, algo que parecía imposible, ya que es de fibra de carbono. Me bajé temblando y pensé que teníamos que trabajar para regresar a la competencia. Estaba en el puesto 13 y creía que con una buena estrategia y teniendo en cuenta que la carrera era larga, podíamos mejorar ese lugar.

Pero de repente vi que uno de los mecánicos de Wheldon salió corriendo y yo, que sabía del estado del carro, no quería ser el primero en hablar de una fatalidad. Al encontrarme con la gente de mi equipo, recibí un abrazo de mi padre, quien no pudo contener las lágrimas. Me enteré de que Dan estaba inconsciente. Me fui donde mi exjefe, Bryan Herta, y le pregunté sobre su estado y él me contestó que estaban esperando noticias. Me mantuve a su lado y cuando llegó el jefe de prensa del equipo quedé en shock, porque con voz temblorosa dijo que había una reunión de emergencia con el equipo de Wheldon y que sólo podían ir los jefes. Ahí supe lo que había pasado y no quería escuchar nada. A los tres minutos uno de mis grandes amigos, me dijo: “Dan Wheldon se fue”. Instantáneamente entré en el momento más duro de mi carrera y, a pesar de saber que este es un deporte peligroso, nunca me imaginé ser parte de un hecho tan lamentable. Pero esa es la realidad, y al entenderla uno se pone a pensar en lo frágil que es la vida.

Por Por Sebastián Saavedra, piloto colombiano de la Indycar

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