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La patineta le salvó la vida a Jhancarlos González

Este es la historia del primer colombiano que participó en una prueba de skateboard en los Juegos Olímpicos. Del barrio El Socorro, en la localidad de Kennedy, al Parque Ariake, en Tokio.

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María José Medellín Cano
27 de julio de 2021 - 10:56 p. m.
El skater colombiano Jhancarlos González participó en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
El skater colombiano Jhancarlos González participó en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Foto: COC
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La cantidad de patinetas que se le han roto a Jhancarlos González ya es incalculable. Aunque es normal que a los patinadores les pase esto, pues sus piruetas y saltos contra barandas, escaleras o contra el mismo piso hacen inevitable su desgaste y maltrato, el número de tablas que se partieron en dos no solo se debe a las causas naturales, sino que, durante sus primeros años como aficionado a este deporte, le tocó montar las de peor calidad. Él lo cuenta con orgullo. No le da vergüenza aceptar que su mamá no tenía la plata para comprarle una tabla que no se rompiera a los pocos saltos y que, por mucho tiempo, solo podía montar cuando alguien más le regalaba una.

A sus 24 años, Jhancarlos relata la historia de su primera tabla desde una silla de la tribuna que, minutos antes, lo ha visto convertirse en uno de los primeros patinadores olímpicos del mundo. Su debut ocurrió en el parque Parque Deportivo Urbano de Ariake al sur de Tokio, en un complejo de escenarios de los Olímpicos 2020 para las competencias de ciclismo Bmx y las primeras pruebas de skateboarding de la historia olímpica. Esa primera tabla se le rompió apenas días después de que su mamá la comprara en un remate. Pero él insistió en tener otra. Y su mamá le alcahueteó la petición. Tenía 10 años y en su barrio El Socorro, en la localidad de Kennedy (Bogotá), ya iba cogiendo fama por ser un niño de hiperactivo y capaz de montar en patineta con una habilidad fuera de lo normal.

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Aprendió a hacerlo con tablas que los jóvenes de la zona le prestaban. Tenía 10 años cuando se subió por primera vez a una patineta y no pudo dejarlo. Con misma convicción con la que salta de plataformas de hasta 10 metros y aterriza sobre las ruedas de su tabla, Jhancarlos confiesa que siempre supo a qué se quería dedicar. Su seguridad al afirmar cuál es su plan de vida suena a la de un hombre maduro y con la certeza de que no se está equivocando. Quiere ser un skater profesional y que su nombre esté en una tabla o reconocida a nivel internacional por los patrocinadores que mantienen en pie a este deporte recién ingresado a los Olímpicos. A los que llegó siendo apenas un amateur.

La conversación con Jhancarlos González se corta por segundos. Está atento a los trucos que hacen los demás competidores. Aunque ya sabe que no tiene opción de medalla, pues falló tres de los tres trucos que debía hacer en su turno, pero está contento de lo conseguido. De haber hecho historia para los juegos y para el país, pues nadie mejor que él sabe las consecuencias que tiene ver a una persona como él triunfar en lo que más le gusta. Como muchísimos deportistas colombianos, González encontró refugio en el deporte. Pese a su corta edad, él no tiene claro. Sabe perfectamente los riesgos que corre un muchacho en Kennedy porque lo ha visto de primera mano.

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“Muchos de mis amigos con los que montaba o los mataron o están en la cárcel”, reflexiona. Drogas, pandillas, fiesta o delincuencia, nada de eso le interesó. Él solo quería tener tablas, las mejores ruedas o piezas y practicar y practicar hasta que el turco saliera. Caerse. Rasparse. Y repetir una y otra vez. Su mamá, Sandra González, también metió la cucharada ahí. “Su carácter me fue guiando y en mi casa siempre tuve apoyo y guía para tener claro los límites y qué era realmente lo que quería”, agrega el patinador, quien confiesa así cuál es la mayor distracción para un deportista: “La fiesta”.

“Pero uno puede controlar todas estas tentaciones. Si uno las logra controlar, puede con todo lo demás. Y si yo pude hacerlo, que todos en el país sepan que ustedes también pueden”. Así de certeras son las palabras de Jhancarlos quien, pese a su corta edad, sabe perfectamente los riesgos de la calle. Su patineta era tan importante para él, que nunca le interesó entrar a una pandilla ni participar de nada que tuviera que ver con violencia, aunque por mucho tiempo, parte de su familia consideraba que su deporte era sinónimo de drogas, cuchillos y vandalismo. Lo que ellos pensaban del skateboarding no es una locura, pues en muchas partes del mundo, esa disciplina todavía es vista como un tema nocivo.

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Tokio 2020 es la puerta para dejar atrás ese perjuicio, tal y como lo considera Jhancarlos y muchos de sus colegas de este deporte urbano que, junto a la escalada y el surf, ahora hacen parte de las competiciones los olímpicos de verano. Y viendo la meticulosidad y grandeza del parque donde debutó en los Olímpicos, González reflexiona sobre la necesidad de tener mejores escenarios en Bogotá y el país para poder practicar este deporte. A él le toca entre andenes, improvisar rampas y barandas porque, dice, los parques que existen en la ciudad están llenos de obstáculos porque no los hacen las personas que saben hacerlo. “Sería bueno tener buenos escenarios para poder entrenar”, es el llamado de atención del atleta olímpico a las autoridades regionales y locales.

Aunque para él el skateboarding “es felicidad, familia y cultura”, tal vez la que verdaderamente sabe el significado de este deporte para Jhancarlos González es su mamá, Sandra González: “A él, de cierta forma, la patineta le salvó la vida”. Ella, madre soltera oriunda de Samaná (Caldas), donde también nació su único hijo, fue la que siempre le alcahueteó el cuento de la tabla, pese a que nunca ha sido capaz de verlo competir porque, si lo hiciera y lo viera caer, “sería la primera en salir corriendo con un botiquín de primeros auxilios”, confiesa ella misma, quien agrega que su hijo era tan inquieto que en algún momento le recomendaron darle ritalina, un polémico medicamento que utilizado para calmar a niños con déficit de atención e hiperactividad.

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Sandra González y su familia entendieron rápidamente el talento de Jhancarlos y el salvavidas que resultó siendo para él la patineta. Ellos le pegaban la tabla con colbón cuando no había plata para comprar una nueva y ella le dejó claro desde muy pequeño que, con esfuerzo y dedicación, podía hacer lo que él quisiera. El patinador confiesa, con la misma certeza con la que siempre habla, que él es hoy lo que es gracias a su mamá. “Yo soy esto porque cuando la vida te golpea, cuando uno sabe lo que es ver a la mamá de uno decirle: no tengo qué hacerle de comer, uno aprende a valorar mucho más la vida y el esfuerzo. Y, sobre todo, a vivir la vida porque es una sola”.

María José Medellín Cano

Por María José Medellín Cano

Estudió comunicación social en la Javeriana. Hizo sus prácticas en El Espectador y luego se desempeñó durante dos años como reportera judicial, desarrollando temas relacionados con las altas cortes y escándalos de corrupción como el de Odebrecht. Actualmente, es la editora de la Sección Judicial.@Majomedellincmmedellin@elespectador.com

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