La sufrida olimpiada de Óscar Muñoz

Cuando tenía nueve años llegaron a su colegio, Francisco Molina Sánchez de Valledupar, unos señores para promocionar un deporte desconocido para él, pero que a simple vista era más simpático que el fútbol que siempre aborreció. Ahí le pusieron una tarea sobre el taekwondo y le comenzó a llamar la atención el deporte, por lo que su vida tomó un giro. Por la mañana y por la tarde, dos horas al día eran dedicadas para prepararse físicamente.

Le fue difícil aprender la técnica que le enseñó su primera entrenadora, Irma Gómez. Pero entre más se esforzaba mejores resultados veía, y por eso ella fue la que lo impulsó a que se inscribiera en la Liga departamental, que tenía un costo accesible para la economía del hogar, precaria desde siempre, por cierto.

Óscar Muñoz nació con escasos recursos, pero creció en una familia alegre y que nunca se sentó a lamentar, sino que luchó con la misma garra que el hoy deportista de 22 años demuestra sobre los dojos. Su papá, Pompilio, es jardinero del cementerio Ecce Homo y su madre Nancy es ama de casa. Claro que desde que Óscar ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 todo tendió a mejorar. Dejaron de vivir en Villa Castro, el barrio más humilde de Valledupar. Gracias al apoyo que le da Coldeportes al medallista, él ha podido ayudar no sólo a sus padres, sino a sus hermanos, de hecho vive con dos de ellos. Luis, el menor, también quiere seguir sus pasos y practica el taekwondo.

“Económicamente he aportado en mi casa, además tras esa medalla en Londres se me abrieron muchas oportunidades. He tenido momentos duros, pero he podido salir de ellos”, asegura el vallenato, quien ya está clasificado a los Juegos de Río 2016, pero ha tenido que batallar más de la cuenta porque en estos cuatro años de Olimpiada dejó de competir en los 58 kilogramos y pasó a los 68. Y aunque ganó en los Juegos Bolivarianos y los Panamericanos, los resultados los califica como negativos, no obstante, espera prepararse bien en estos meses que restan y estar en óptimas condiciones para las justas que comenzarán en Río de Janeiro el próximo 5 de agosto.

Al subir 10 kilogramos le toca comer más para dar el peso antes de las peleas. Una semana antes de la competencia cambia sus hábitos alimenticios, pero como ha entrenado estando liviano y el día de la prueba se siente más pesado, pierde agilidad, y por eso no es el mismo. ¿Por qué cambió de peso? Porque en una competencia en Inglaterra estaba participando en la categoría de 58 kilogramos, y la dieta previa a la pelea, para tener el peso adecuado, le causó debilidad, su cuerpo no le respondió y perdió. “Sé que el proceso de cambio de categoría es duro, pero lo lograré”, destacó.

Por estos días Muñoz se encuentra en Valledupar entrenando con Álvaro Vidal, su guía. Se levanta a las 6:00 a.m., para estar en el gimnasio a las 7:00 a.m. Luego se ejercita por una hora y media y regresa a su casa para descansar. Ya cuando ha bajado el calor y el sol se ha ocultado, regresa a entrenamientos de 7:00 p.m. a 8:30 p.m. “Estoy dedicado ciento por ciento a mi pasión, que es el taekwondo, solamente pienso en eso y en estar lo mejor preparado posible para los retos del futuro”, afirmó el medallista olímpico, quien todavía no tiene definido un plan de preparación para Río. Aún no le han entregado un calendario de competencias en estos meses con los que pueda medirse ante los rivales en las justas olímpicas. “Espero que pronto me entreguen esa información. Todavía estamos a tiempo”, sentenció con voz tímida el taekwondista quien a pesar de las dificultades en esta olimpiada confía en retener por lo menos la medalla de bronce, claro que su gran objetivo es el oro.

Cuando tenía nueve años llegaron a su colegio, Francisco Molina Sánchez de Valledupar, unos señores para promocionar un deporte desconocido para él, pero que a simple vista era más simpático que el fútbol que siempre aborreció. Ahí le pusieron una tarea sobre el taekwondo y le comenzó a llamar la atención el deporte, por lo que su vida tomó un giro. Por la mañana y por la tarde, dos horas al día eran dedicadas para prepararse físicamente.

Le fue difícil aprender la técnica que le enseñó su primera entrenadora, Irma Gómez. Pero entre más se esforzaba mejores resultados veía, y por eso ella fue la que lo impulsó a que se inscribiera en la Liga departamental, que tenía un costo accesible para la economía del hogar, precaria desde siempre, por cierto.

Óscar Muñoz nació con escasos recursos, pero creció en una familia alegre y que nunca se sentó a lamentar, sino que luchó con la misma garra que el hoy deportista de 22 años demuestra sobre los dojos. Su papá, Pompilio, es jardinero del cementerio Ecce Homo y su madre Nancy es ama de casa. Claro que desde que Óscar ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 todo tendió a mejorar. Dejaron de vivir en Villa Castro, el barrio más humilde de Valledupar. Gracias al apoyo que le da Coldeportes al medallista, él ha podido ayudar no sólo a sus padres, sino a sus hermanos, de hecho vive con dos de ellos. Luis, el menor, también quiere seguir sus pasos y practica el taekwondo.

“Económicamente he aportado en mi casa, además tras esa medalla en Londres se me abrieron muchas oportunidades. He tenido momentos duros, pero he podido salir de ellos”, asegura el vallenato, quien ya está clasificado a los Juegos de Río 2016, pero ha tenido que batallar más de la cuenta porque en estos cuatro años de Olimpiada dejó de competir en los 58 kilogramos y pasó a los 68. Y aunque ganó en los Juegos Bolivarianos y los Panamericanos, los resultados los califica como negativos, no obstante, espera prepararse bien en estos meses que restan y estar en óptimas condiciones para las justas que comenzarán en Río de Janeiro el próximo 5 de agosto.

Al subir 10 kilogramos le toca comer más para dar el peso antes de las peleas. Una semana antes de la competencia cambia sus hábitos alimenticios, pero como ha entrenado estando liviano y el día de la prueba se siente más pesado, pierde agilidad, y por eso no es el mismo. ¿Por qué cambió de peso? Porque en una competencia en Inglaterra estaba participando en la categoría de 58 kilogramos, y la dieta previa a la pelea, para tener el peso adecuado, le causó debilidad, su cuerpo no le respondió y perdió. “Sé que el proceso de cambio de categoría es duro, pero lo lograré”, destacó.

Por estos días Muñoz se encuentra en Valledupar entrenando con Álvaro Vidal, su guía. Se levanta a las 6:00 a.m., para estar en el gimnasio a las 7:00 a.m. Luego se ejercita por una hora y media y regresa a su casa para descansar. Ya cuando ha bajado el calor y el sol se ha ocultado, regresa a entrenamientos de 7:00 p.m. a 8:30 p.m. “Estoy dedicado ciento por ciento a mi pasión, que es el taekwondo, solamente pienso en eso y en estar lo mejor preparado posible para los retos del futuro”, afirmó el medallista olímpico, quien todavía no tiene definido un plan de preparación para Río. Aún no le han entregado un calendario de competencias en estos meses con los que pueda medirse ante los rivales en las justas olímpicas. “Espero que pronto me entreguen esa información. Todavía estamos a tiempo”, sentenció con voz tímida el taekwondista quien a pesar de las dificultades en esta olimpiada confía en retener por lo menos la medalla de bronce, claro que su gran objetivo es el oro.