La vida detrás de 'Valiente'

Lo que hizo Juan Carlos Navarro el fin de semana en que se estrenó Valiente fue ir a un cine local a ver la película: “Estar en el cine y ver cómo reacciona la gente ante las cosas es la recompensa, la satisfacción máxima”. Lo dice con emoción, vacilando en ocasiones, sin encontrar las palabras precisas.

Ser animador fue algo que no ocurrió en la vida de Navarro por casualidad, pero tampoco fue su primera opción. “Desde chico me gustó dibujar”, dice, “pero le hice mucho caso a mis padres”. Nació en Almansilla, España, y allí estudió economía. Luego se ganó una beca para hacer una maestría de negocios en Inglaterra y logró llegar a California a trabajar en un banco. Estando ahí se dio cuenta de que Estados Unidos le ofrecía la oportunidad de recibir una buena educación en cine y en animación, ahorró dinero por un tiempo y renunció al banco para estudiar la nueva carrera.

Luego trabajó en televisión y en distintos estudios, hasta que adquirió un portafolio apropiado para mandarlo a Pixar. En la compañía analizaron su trabajo, lo llamaron a entrevista y, finalmente, le pidieron que trabajara con ellos: “Ha sido un camino de crecimiento profesional. Llegó un punto en que los artistas respondieron a mi trabajo y me invitaron a ser parte del equipo”. Porque eso es Pixar, según Navarro: un equipo. Es una red completa de colaboración en la que todos comparten el trabajo que realizan de manera individual. Cada uno busca, a su manera, aportar algo más para la escena, para hacer que crezca y que se “eleve”.

Hay artistas para todo: para iluminar los escenarios, para moldear la situación, para hacer la edición de las escenas y para encargarse del sonido. Hay actores que hacen la voz, personas que escriben el guión y que preparan el storyboard, artistas que esculpen a los personajes dentro del computador, que se encargan de ponerles articulaciones y huesos, y otros, como Navarro, que logran que esos personajes se muevan.

“Lo importante de ese movimiento es que tenga una raíz emocional”, dice el español cuando se le pregunta si “movimiento” es la palabra con la que se podría definir su labor. La motivación de los personajes debe ser sincera, real y correcta para cada escena. Lo importante en un muñeco que se anima es cómo y por qué se mueve, sólo así puede hacer clara la emoción que se quiere transmitir. En Valiente esto fue fundamental. Los animadores se tenían que asegurar de que las situaciones alrededor de la historia de la niña pelirroja, que atrae el caos a su reino al desafiar una vieja tradición, lograran conmover al espectador. Eso sólo lo podrían conseguir creando personajes humanos que se vieran reales, contando con que eso es lo más difícil de hacer en animación.

El animador, entonces, es como un actor. Debe hacer que el personaje que sale de sus manos sea real y que comunique claramente lo que tiene que comunicar: “Tú estás actuando a través de tus manos, a través de los personajes que animas en el ordenador. Tienes que mostrar esa emoción, ya sea dramática o cómica, lo que te pida la escena. Es muy importante que, cuando lo vea el espectador, lo crea, para que esté siempre involucrado con el sentido emocional de la película”.

A Juan Carlos Navarro le encanta su trabajo y pone todo su empeño en crear “la mejor animación posible”. Cuando la película está terminada lo que más disfruta, más allá de ver al público en los teatros, es mostrársela a su esposa y a sus dos hijos. Le parece maravilloso observar, con la satisfacción de la labor cumplida, cómo reaccionan ante ella.

Lo que hizo Juan Carlos Navarro el fin de semana en que se estrenó Valiente fue ir a un cine local a ver la película: “Estar en el cine y ver cómo reacciona la gente ante las cosas es la recompensa, la satisfacción máxima”. Lo dice con emoción, vacilando en ocasiones, sin encontrar las palabras precisas.

Ser animador fue algo que no ocurrió en la vida de Navarro por casualidad, pero tampoco fue su primera opción. “Desde chico me gustó dibujar”, dice, “pero le hice mucho caso a mis padres”. Nació en Almansilla, España, y allí estudió economía. Luego se ganó una beca para hacer una maestría de negocios en Inglaterra y logró llegar a California a trabajar en un banco. Estando ahí se dio cuenta de que Estados Unidos le ofrecía la oportunidad de recibir una buena educación en cine y en animación, ahorró dinero por un tiempo y renunció al banco para estudiar la nueva carrera.

Luego trabajó en televisión y en distintos estudios, hasta que adquirió un portafolio apropiado para mandarlo a Pixar. En la compañía analizaron su trabajo, lo llamaron a entrevista y, finalmente, le pidieron que trabajara con ellos: “Ha sido un camino de crecimiento profesional. Llegó un punto en que los artistas respondieron a mi trabajo y me invitaron a ser parte del equipo”. Porque eso es Pixar, según Navarro: un equipo. Es una red completa de colaboración en la que todos comparten el trabajo que realizan de manera individual. Cada uno busca, a su manera, aportar algo más para la escena, para hacer que crezca y que se “eleve”.

Hay artistas para todo: para iluminar los escenarios, para moldear la situación, para hacer la edición de las escenas y para encargarse del sonido. Hay actores que hacen la voz, personas que escriben el guión y que preparan el storyboard, artistas que esculpen a los personajes dentro del computador, que se encargan de ponerles articulaciones y huesos, y otros, como Navarro, que logran que esos personajes se muevan.

“Lo importante de ese movimiento es que tenga una raíz emocional”, dice el español cuando se le pregunta si “movimiento” es la palabra con la que se podría definir su labor. La motivación de los personajes debe ser sincera, real y correcta para cada escena. Lo importante en un muñeco que se anima es cómo y por qué se mueve, sólo así puede hacer clara la emoción que se quiere transmitir. En Valiente esto fue fundamental. Los animadores se tenían que asegurar de que las situaciones alrededor de la historia de la niña pelirroja, que atrae el caos a su reino al desafiar una vieja tradición, lograran conmover al espectador. Eso sólo lo podrían conseguir creando personajes humanos que se vieran reales, contando con que eso es lo más difícil de hacer en animación.

El animador, entonces, es como un actor. Debe hacer que el personaje que sale de sus manos sea real y que comunique claramente lo que tiene que comunicar: “Tú estás actuando a través de tus manos, a través de los personajes que animas en el ordenador. Tienes que mostrar esa emoción, ya sea dramática o cómica, lo que te pida la escena. Es muy importante que, cuando lo vea el espectador, lo crea, para que esté siempre involucrado con el sentido emocional de la película”.

A Juan Carlos Navarro le encanta su trabajo y pone todo su empeño en crear “la mejor animación posible”. Cuando la película está terminada lo que más disfruta, más allá de ver al público en los teatros, es mostrársela a su esposa y a sus dos hijos. Le parece maravilloso observar, con la satisfacción de la labor cumplida, cómo reaccionan ante ella.