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Las brazadas de Isabella Bedoya que le abren paso al cielo en el agua

Desde los inicios en Caldas hasta los Juegos Panamericanos Júnior ASU2025, su trayectoria la llevó a romper el récord panamericano juvenil.

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Paula Andrea Baracaldo Barón
05 de diciembre de 2025 - 12:24 p. m.
La nadadora Isabella Bedoya, oro en los 50 metros libres.
La nadadora Isabella Bedoya, oro en los 50 metros libres.
Foto: FILI ROJAS
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Cuando Isabella Bedoya regresó de Europa el agua la esperaba con otra quietud. Durante su ausencia, el cáncer linfático había avanzado en el cuerpo de su entrenador, Marcelo González. En la madrugada del 19 de abril de 2021 la enfermedad cerró para siempre la historia del hombre que había acompañado muchas de sus brazadas. La ausencia se desbordaba hasta la piscina. Ese “aquí te espero” que González le dijo antes de ese viaje a España, a mediados de 2020, quedó suspendido en el tiempo: fue, sin saberlo, una despedida. Debía atravesar el duelo con la misma paciencia con la que nadaba en cada competencia.

Para ese momento César Delgado (quien actualmente es el coach de la Liga de Natación de Antioquia) ya había ido asumiendo progresivamente el rol de entrenador, incluso antes de que González falleciera, trasladándose a Caldas con el equipo y dando inicio a cuatro años de preparación para los Juegos Nacionales. De vuelta en Colombia, tras la cuarentena, Bedoya se encontraba en lo que ella describe como un estado muy bajo: casi sin entrenar, con el ritmo perdido y la confianza debilitada.

Desde el hospital, donde González lidiaba con la enfermedad, Delgado le contaba que “Isabella ya no estaba entrando muy bien”. Él solo alcanzaba a pedir paciencia. Y fue así como, poco a poco, la joven nadadora retomó la constancia en el agua: “Me recuperé rápido, me esforcé mucho para volver”.

Los chapoteos del comienzo

El deseo de que sus piernas se fundieran con el agua, su cielo en la Tierra, comenzó a tomar vida mucho antes, gracias a su hermano. “Se amañaba”, dice ella, cada vez que lo veía entregarse por completo a algo: lo mismo le había ocurrido con el fútbol. Lo que deseaba, más que cualquier medalla, era parecerse a él. Todo lo que hoy alcanza tiene raíces en los sueños compartidos con Nicholas: “él es mi inspiración”.

***

Isabella Bedoya nació en Estados Unidos, en Connecticut, el 26 de septiembre de 2006, época en la que los rayos que quedaban del verano se confundían con las hojas del otoño. De niña soñaba con ser médica veterinaria, pero entre los recuerdos —a veces difusos— que conservamos de la infancia, permanecen imágenes de su papá llevándola a concursos de música o cantando juntos en iglesias. Sus dedos también ensayaron una especie de sueño sobre el piano, pero nunca lo concluyó.

Hoy tiene 19 años y entrena con la Liga de Natación de Antioquia, pero parte de su historia comenzó en el departamento de Caldas. “Empecé muy pequeña en Manizales, con Adriana Jurado, que me entrenó desde cero en el club”, recuerda. En esos primeros años los entrenamientos apenas llegaban a una hora y se repetían pocas veces por semana. Fue entonces que los ojos de la Liga “grande” se posaron sobre ella. En ese grupo también estaba su hermano, quien la ayudó para que pudiera incorporarse a ese nivel: la Liga de Caldas.

Del riesgo al oro

En 2020 se fue a vivir a España con sus papás. Allí entrenó con un técnico llamado Saúl, cuyo apellido, sin querer, ya se le escapa. Estuvo en un club pequeño y, pese a todo lo que aprendió, nunca logró sentirse completamente a gusto. La distancia, el entorno desconocido y la sensación de no encajar terminaron inclinando la balanza: decidió regresar a Colombia.

Para inicios de 2023 tuvo que hacer sus maletas otra vez y viajó a Estados Unidos con una beca deportiva. Se instaló en Dallas y la preparaba el entrenador Oswaldo Quevedo. “Al mes ya me quería ir”. Y conjuga ese verbo que no le es ajeno: “No me amañé”.

Sus papás insistieron, pero sus marcas bajaron de manera drástica y el desgaste emocional se hacía evidente. En el fondo, todo parecía repetirse: esa sensación de no pertenecer la acompañaba incluso dentro de la piscina.

Volvió al país a principios de 2025. “Hubo una competencia en Cali, previa a los Interligas. Quería medir en qué punto estaba”, cuenta. Tenía una meta clara: bajar los 26 segundos en los 50 metros libres, y lo consiguió con 24:91. Más adelante volvió a mejorar en los 50 libres, y en los 100 por fin registró 56, algo que no lograba desde hacía casi dos años.

“Iba sin idea de lo que podía pasar”, dice refiriéndose a los Juegos Panamericanos Júnior, en los que obtuvo medalla de oro en los 50 libres. Al inicio se proyectó en un noveno o quinto lugar. No pensaba en medallas: quería bajar tiempos y competir bien. “Fue una sorpresa, porque terminé nadando con Balduccini, una de las mejores de Latinoamérica”.

Un premio a la constancia

Bedoya estudia publicidad y marketing digital en la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) y entrena de lunes a domingo: unos días en jornada completa, otros en el gimnasio y en aeróbicos que la ponen a prueba. “Es que, cuando me meto al agua, todo se me quita, se me olvida hasta el dolor”, dice.

Fue reconocida como Deportista Revelación del Año en los premios de El Espectador y Movistar: algo que, entre tantas brazadas, le recuerda que su tierra agradece tanto “amañe” y tanta fluidez, como el agua que se curva a su paso.

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Paula Andrea Baracaldo Barón

Por Paula Andrea Baracaldo Barón

Comunicadora social y periodista de último semestre de la Universidad Externado de Colombia.@conbdebaracaldopbaracaldo@elespectador.com

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