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Luis Rafael ‘Ganso’ Garzón, el pionero del automovilismo colombiano

La historia de los pilotos colombianos en el exterior comenzó con un mecánico de Guasca que aprendió a conducir de manera empírica. Corrió con los mejores del mundo a mediados de los 50.

Daniel Bello
16 de febrero de 2025 - 02:00 p. m.
Luis Rafael "El Ganso" Garzón fue el primer ídolo del automovilismo deportivo en Colombia.
Luis Rafael "El Ganso" Garzón fue el primer ídolo del automovilismo deportivo en Colombia.
Foto: El Espectador
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Antes de Roberto José Guerrero y Juan Pablo Montoya, el automovilismo colombiano tuvo a Luis Rafael Ganso Garzón como su ídolo en el deporte. De forma empírica se convirtió en el mejor piloto del país en su época y llegó a competir en el ámbito internacional con los campeones de entonces.

El “Ganso” recibió ese apodo porque era alto (1,83 metros) y tenía una postura ligeramente encorvada. Además, su forma de caminar era parecida a la de esta ave. Nació en Guasca (Cundinamarca), en 1911, y llegó a Bogotá cuando tenía ocho años. Primero estuvo en Usaquén, donde aprendió a manejar camiones siendo niño. Años después tuvo su taller, en el barrio Ricaurte.

“Nos contaba que él era muy curioso. Desbarataba cualquier cosa con tal de saber cómo funcionaba”, recuerda Hilda, su hija menor. Su amor por los carros no terminaba en entender su estructura, sino que también en cómo hacerlos ir más rápido. “Era muy reservado y respetuoso. A él no le oías una mala palabra. Era de esas personas que tú la ves y te da confianza completamente. No se tomaba una cerveza ni fumaba. Le fascinaba su agua con limón”, recuerda William Bieri, quien ha trabajado con la Federación Colombiana de Automovilismo (Fedeautos) en la reconstrucción de la historia de este deporte en el país.

A finales de los años 40 el deporte a motor creció en América Latina, sobre todo en Argentina. En 1948 el Automóvil Club Argentino organizó la carrera Buenos Aires-Caracas, que comenzó en la capital argentina y terminó en su homóloga venezolana, tras pasar por Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia.

El Ganso Garzón Special

Inspirado por el rápido crecimiento de este deporte en la región, Luis Rafael Garzón compró un Chrysler para adaptarlo y competir en el Circuito Central Colombiano (CCC), una carrera por etapas tipo rally, como la Buenos Aires-Caracas, que se corrió durante varios años entre las principales ciudades del país. La primera edición fue en 1948 y en la segunda, celebrada en 1952, debutó el “Ganso”, quien se quedó con el primer lugar. El novato llegó como campeón al estadio El Campín, donde tuvo lugar la llegada de la última fracción.

El primer “hijo” de Garzón fue ese auto que modificó durante años. Le puso ejes de camión para estabilizarlo y probó distintos materiales para reducir su peso. Su Chrysler era una especie de Frankenstein: tenía transmisión Jaguar, motor Cadillac V8 y frenos de disco, tecnología escasa en Colombia para le época. Esa máquina fue bautizada como el Ganso Garzón Special.

“Creo que lo quiso más que a mi hermano y a mí”, recuerda Hilda. El “Ganso” le contó en una entrevista a Germán Castro Caycedo, en 1966, que su máquina llegó a tener 400 caballos de fuerza y una velocidad máxima de 220 kilómetros por hora. “Nos contaba sus hazañas, pero lo que más lo hacía sentir orgulloso era su carro. Ganar las carreras era la forma de exhibir lo que era capaz de hacer con su creación”.

Garzón perdió su auto por una deuda, pero no estuvo dispuesto a decirle adiós para siempre. Así el carro no estuviera en su poder, convenció al nuevo dueño de que le permitiera adecuarlo. El Ganso Garzón Special, que no pudo ser declarado auto antiguo a pesar de los intentos de su creador, hoy está guardado en Guaymaral.

El deseo del pionero del automovilismo colombiano, para el día en que llegara su muerte, era que su cuerpo fuera llevado a bordo de su más grande orgullo. Así ocurrió en 1993. Como no supieron encenderlo —solo el “Ganso” sabía cómo hacerlo—, lo colocaron en una cama baja y así tuvo su último viaje.

La Carrera Panamericana

En 1953 se corrió la tercera edición del CCC. El “Ganso” protagonizó un mano a mano con William Griebling, un estadounidense que llegó al país a mediados de los años 40 para trabajar en la Sociedad Aeronáutica de Medellín. El “Gringo”, que se volvió uno de los mejores amigos de Garzón, le propuso viajar a México, donde había una competición con los mejores pilotos del mundo.

Allá se corría la Carrera Panamericana, evento tipo rally que comenzó con pilotos de todo el continente a bordo de autos estadounidenses como Oldsmobile, Cadillac y Ford, entre otros. También había carros de Europa, pero eran pocos. En la primera edición, celebrada en 1950, participaron cuatro tripulaciones colombianas y los más destacados fueron Arcesio Paz y Julián Godina, en el puesto 17.

La Carrera Panamericana ganó prestigio y reunió corredores que destacaban en la Fórmula Uno, Nascar y Le Mans. La edición de 1953 contó con la presencia de varios pilotos de la gran carpa, entre los que estaban el francés Louis Rosier, los italianos Piero Taruffi y Eugenio Castelloti, además del argentino Juan Manuel Fangio, que sería cinco veces campeón del mundo en la máxima categoría del automovilismo deportivo.

El “Ganso” estaba muy preocupado por el aspecto económico. Realizó un bazar y empeñó sus trofeos para conseguir algo de dinero. Griebling le dijo que no se preocupara tanto, que él tenía un primo en Estados Unidos que les iba a dar un carro sacado de agencia y que en la granja de su padre, en Ohio, lo podían preparar. Compraron un Oldsmobile 88 y tras adecuarlo fueron a México.

“De todas las ediciones que se hicieron de la Carrera Panamericana, esa del 53 fue la más importante porque Europa envió escuadras directamente de fábrica como Porsche, Ferrari, Alfa Romeo, Mercedes-Benz y Audi; o sea, todas las marcas duras, más toda la pesada de Estados Unidos. Por cartel eso era impresionante”, puntualiza Bieri.

El Oldsmobile del “Ganso” tenía limitaciones comparado con los autos de los demás pilotos, a bordo de máquinas exclusivamente diseñadas para competir. De todos modos, Junto a Griebling quedaron en la casilla 29. Bieri asegura que “se hicieron un carrerón. Primero por haber terminado una carrera muy dura; segundo porque lo hicieron contra todos esos monstruos y tercero, con un carro hecho con las uñas”.

El ídolo generacional

“Él era un tipo tímido, callado, que prefería correr solo en unas carreras muy exigentes, las vías tenían un pésimo estado. Impuso récords difíciles de romper. Fue de Bogotá a Honda (Tolima) en una hora con quince minutos en carreteras destapadas. Era un monstruo”, destaca Bieri.

Garzón, con sus victorias en el CCC y en las dobles (carreras entre Bogotá y municipios como Sogamoso, Melgar y Girardot) inspiró a toda una generación de pilotos colombianos. “Era mi ídolo. Lo quise profundamente, pero era muy tímido para hablarle”, recordó Pablo Montoya, uno de los mejores kartistas del país y padre de Juan Pablo Montoya. Así como en los 2000 se les decía “Montoyitas” a los jóvenes talentos, hace muchos años se los llamó “Gansitos”.

El buen desempeño en México le valió invitaciones a otras carreras en el continente. Logró victorias en Ecuador y Venezuela. Luis Rafael fue su propio equipo de pits. A sus hijos les contó anécdotas del CCC como la vez que se le partió el chasis en plena carrera y él mismo lo soldó, o cuando se desvaró usando una media velada para reemplazar una correa del motor.

Siempre corrió bien vestido con chaqueta de cuero negra, camisa de cuello con corbata roja o negra. Como mecánico, le gustaba hacer las cosas él mismo. Aunque no le tenía miedo a ensuciarse las manos, estaba obsesionado con la limpieza y se frotaba las uñas con thinner para dejarlas limpias.

Era impecable. “Todo un personaje, de los que nunca se volverán a ver. Todo el mundo lo quería”, recuerda Bieri, quien conoció a Luis Rafael Garzón cuando era niño porque un tío suyo tenía acciones en Peláez Hermanos y la distribuidora quedaba cerca al taller del barrio Ricaurte.

Los últimos años

En una época en la que Colombia no sonaba en el automovilismo internacional, el “Ganso” llegó a ser visto por sus colegas como un contendor al que respetaban por ganarse un lugar por sus propios medios. A pesar de sus logros, sus últimos años los vivió en el anonimato y afectado por problemas de salud.

Cuando Garzón se acercaba a los 70 años fue padre de dos hijos: Luis Rafael, el mayor, quien también tuvo interés por la mecánica, e Hilda, enfocada en la administración. Su hija lo recuerda como “una persona muy cachaca, tradicionalista y conservadora”. Los dos crecieron escuchando historias como la vez en que viajó en el Ganso Garzón Special hasta México, de cuando lo invitaron a la Casa de Nariño para un homenaje. Compartió en las pistas con ídolos de su época, pero de lo que más les habló fue de lo que él aportó para el deporte a motor colombiano.

“A pesar de que creció con la cultura de que el hombre provee, a él le tocó voltear la página al final de su vida. Mi mamá era la que proveía. Tuvo que salir de su taller porque su salud no le daba para ejercer”. También hubo mala suerte. Varias veces los ladrones se le metieron al taller e incluso le robaron sus trofeos.

Cuando murió, Fedeautos ayudó a la familia con los gastos fúnebres. En ese momento Hilda era muy joven (14 años) y no dimensionaba lo que fue su padre. Tras investigar con su hermano, concluyó que “viendo la magnitud de lo que hizo, merecía mucho más. Plantó la semilla. Muy en el fondo él se fue con esa nostalgia de no ser reconocido”.

Luis Rafael Ganso Garzón fue un ejemplo del colombiano echado pa’lante que llega lejos fruto de su esfuerzo, pero también víctima de un país que no sabe tratar a sus ídolos.

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Daniel Bello

Por Daniel Bello

Periodista de la Pontificia Universidad Javeriana. Fue practicante de Pacifista entre 2020 y 2021. Desde el 2019 escribe sobre fútbol, política e historia en El Espectador. Tiene experiencia cubriendo paz, mundo y medio ambiente.@daniel_eudosiodbello@elespectador.com

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Luis E. Cuenca Paez(mn71n)16 de febrero de 2025 - 04:36 p. m.
quise decir tumba
Luis E. Cuenca Paez(mn71n)16 de febrero de 2025 - 04:35 p. m.
el fue un verdadero fenomeno del automovilismo, y de verdad es el pionero del automovilismo colombiano, y es una lastima que lo hayan tenido tan olvidado, paz en su tuba.
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