Maratón de Boston: una tradición de 128 años que cautiva al atletismo

Los atletas celebran en la línea de llegada de la Maratón de Boston.

Foto: Getty Images via AFP - MADDIE MEYER

La edición número 129 de la Maratón de Boston, una de las competencias atléticas más emblemáticas del mundo, concluyó con la victoria de los keniatas John Korir, en la rama masculina, y Sharon Lokedi en la femenina. Ambos son atletas olímpicos ya consolidados en el atletismo de élite, por lo que su consagración no fue una sorpresa.

Con un clima favorable que rondaba entre los 10 y 15 grados centígrados, la carrera se desarrolló sin inconvenientes. Asimismo, el público fue esencial en cada kilómetro de la competencia. Cerca de 50 mil espectadores hicieron presencia animando a todos los corredores.

Korir se impuso con autoridad entre los varones al cruzar la meta con un tiempo de 2:04:45. El keniata, quien pertenece a una familia con gran tradición atlética —su hermano Wesley ganó esta misma carrera en 2012—, dejó atrás a un pelotón de tres corredores a casi 50 metros de distancia. Además, expresó que parte significativa del premio económico será donada a niños en su país natal.

Por su parte, en la rama femenina, Sharon Lokedi fue la gran vencedora tras romper la marca de su categoría con un tiempo de 2:17:22. La atleta africana protagonizó uno de los momentos más emotivos de la jornada al abrazar a su madre en la línea de llegada.

La carrera, que ha repetido el mismo recorrido durante más de 100 años y que representa un emblema cultural para los residentes de Boston, es para muchos de sus habitantes uno de los momentos más especiales del año. La ciudad se une en torno a este evento y coincide además con el aniversario 250 de la Revolución Americana, que se fraguó justo en esta población.

Las anécdotas que se pueden encontrar en la competencia:

La Maratón de Boston es reconocida no solo por su historia, sino también por ser una de las más exigentes del mundo. Clasificar es exigente. Los corredores deben registrar un tiempo inferior a las 2 horas y 59 minutos, y aun así, eso no les garantiza el cupo. Para participar deben entrar a un sorteo en el que solo se aceptan 30.000 personas. Además, los seleccionados deben pagar una inscripción que supera los 250 dólares.

En cuanto a la representación colombiana, este año no hubo participación de atletas élite, ya que la prioridad del equipo nacional se centró en la Maratón de Hamburgo, donde el corredor Iván González será protagonista.

Sin embargo, El Espectador habló con dos participantes aficionados que llegaron a Boston impulsados por su pasión por el atletismo: un colombiano y un mexicano.

Uno de ellos es Mario Lozano, geólogo oriundo de Bogotá, quien a sus 57 años ha participado en 20 ediciones de esta emblemática competencia. Aunque no es profesional, su constancia lo ha convertido en un rostro familiar en la maratón más antigua del mundo.

“Lo más llamativo de poder correr esta carrera es la historia, la tradición y el patriotismo que despierta en los locales”, afirma Lozano, quien espera seguir compitiendo cada año que le sea posible. Por eso, su objetivo en esta edición fue claro: disfrutar la experiencia y lograr la marca que le permita regresar en 2026.

Pero, ¿qué tiene esta carrera que la hace tan especial y codiciada entre los corredores del mundo? La Maratón de Boston está cargada de relatos que han marcado la historia del atletismo. Esta zona de Massachusetts ha sido escenario de momentos tanto inspiradores como trágicos. Dos ediciones en particular quedaron grabadas en la memoria de Mario: la de 2013 y la de 2018.

“Recuerdo mucho la carrera de 2018, cuando el frío era impresionante. Fue muy complicada, al punto que la ganó un tipo que ni siquiera era profesional”, relató Mario, haciendo referencia al japonés Yuki Kawauchi, quien sorprendió al mundo con su victoria bajo una tormenta invernal.

La otra edición inolvidable fue la de 2013, marcada por el atentado que sacudió la ciudad y al mundo del deporte. “Yo ya había terminado la carrera y me encontraba a unos 30 metros de la meta tomando fotos de la competencia cuando ocurrió la primera explosión. Fue un momento demasiado fuerte”, recordó con emoción.

A pesar del impacto emocional de aquel año, Mario no dejó de correr en Boston. “Al año siguiente vine con mi familia y corrí porque sé que el atletismo y el deporte son mucho más fuertes que el terrorismo”, aseguró.

El Espectador también conversó con Diego Flores Loya, un joven mexicano de 20 años que, desde hace más de un año, documenta en sus redes sociales, a través de videoblogs, el proceso que lo llevó hasta la Maratón de Boston. Este lunes, Diego cumplió su gran objetivo: correr por primera vez la mítica competencia.

“Un día agarré el teléfono, empecé a grabar, y ya. Nunca fue con el objetivo de mostrar que estoy haciendo algo increíble, sino más bien para compartir el camino, inspirar a la gente y mostrar que todos podemos crecer como personas con cosas como esta”, comentó.

Flores también explicó lo exigente que es el proceso para lograr un cupo en la carrera, que combina marcas mínimas con un sistema de sorteo. “Primero debes hacer un tiempo inferior a 2:59 para poder entrar a la rifa. Pero por la alta demanda, este año se necesitaba estar por debajo de 2:52 y algo. Si quedas, pagas la inscripción que ronda los 250 dólares. Para el próximo año bajan los tiempos a 2:55, pero siempre recortan más”, detalló.

Para alcanzar ese registro, Diego se sometió a un intenso proceso de entrenamiento y participó en maratones en San Diego, Ciudad de México y Monterrey, donde consiguió las marcas necesarias que finalmente le permitieron estar en la línea de partida en Boston.

Además, subrayó que el apoyo de su círculo cercano fue clave para lograrlo. “Mis pilares en este proceso han sido mi papá, mi mamá, mi novia y mi entrenador Marcelo. Ellos han estado ahí en mis días buenos y malos y me han acompañado en todo este proceso para llegar acá”.

Aunque los nervios dominaron la víspera de la competencia, Diego aseguró que la pasión del público, el recorrido y la organización hicieron que su primera experiencia en una major fuera inolvidable. “Cuando estás llegando, hay una recta que va directo a la meta y es increíble ver cómo todas las personas gritan y animan. La calle retumba y creo que esto hace más especial esta maratón que cualquier otra que haya corrido”.

Ahora, el siguiente objetivo de este joven mexicano es seguir escalando en el mundo del atletismo: “Como atleta, quiero llegar al campo élite. Mi sueño más grande sería correr un maratón olímpico algún día”.

Así como Mario y Diego, la Maratón de Boston reúne las historias de otros 30.000 corredores aficionados de todo el mundo que, gracias a su constancia, disciplina y dedicación, lograron alcanzar la marca necesaria para participar en la carrera más antigua del mundo.

Ahora, en tan solo seis días, la emoción del atletismo de fondo se trasladará a Europa. La segunda Major del año se correrá en Londres y contará con la participación de 53.000 corredores, todos ellos con el mismo sueño: conquistar otra de las maratones más importantes y prestigiosas del planeta.

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