Mirra Andreeva, la niña que no le teme a las primeras del escalafón del tenis

Mirra Andreeva, una de las promesas de la WTA.

Foto: EFE - ALI HAIDER

Igual que en el fútbol solo importan los goles, en el tenis solo importan las victorias. Nadie recuerda de forma grata a los subcampeones. La derrota es, por definición, una mala coartada. En el tenis de élite, los que quieren destacarse del resto deben ganarle a todos, sin piedad, y eso incluye a los primeros del ránking y a los camaradas con los que se comparten toallas, vestidores, hoteles y risas durante todo el año.

El mismo día, con la misma expresión de perplejidad y frustración, el número 3 del ranking ATP, Carlos Alcaraz, y la número 2 del ranking WTA, Iga Swiatek, cayeron derrotados. Carlos perdió en Doha contra Jiry Lehecka, que, además, venía de derrotar a Fábián Marozsán y a Grigor Dimitrov; mientras que Iga perdió contra Mirra Andreeva en un partido muy disputado y tenso, a dos sets, con el estadio casi vacío y el sol, criminal, en el punto más alto del cielo.

Esta nueva victoria de Andreeva sobre una jugadora del top 10 se sumó a la más reciente contra la ahora número uno del mundo, Aryna Sabalenka, en la última edición de Roland Garros. El crecimiento y desarrollo de la joven rusa es tan abrumador que parece que va en contra de las reglas y que apela a la fantasía y a la irrealidad. Pese a tener 17 años, salió a la cancha central y apabulló con sus golpes a la polaca, que no supo responder a la arremetida de su joven rival y terminó bajando la cabeza con abatimiento y resignación. Por más que tuvieron el mismo número de oportunidades de quiebre, la actitud combativa de la rusa terminó por inclinar la balanza por completo a su favor.

“Recordé que en nuestro último partido había jugado estupendo y que solo necesitaba seguir jugando de manera agresiva”, sentenció Andreeva cuando la cuestionaron por el partido ya consumado. La serie entre ella e Iga se encuentra ahora empatada a uno, y, con esta victoria, Mirra se convirtió, además, en la jugadora más joven en lograr cinco victorias contra jugadoras del top 10 desde que Nicole Vaidisova lo hiciera en 2007.

Es cierto que Swiatek no está en su mejor momento, que no es la misma jugadora imbatible del 2022, cuando alcanzó la racha de 37 victorias al hilo, pero eso no le resta gravedad al evento. Aun así, no deja de ser intimidante. Iga venía de conseguir dos ‘6-0’ en las rondas previas, y eso siempre genera vértigo. Se mostró intratable al principio del partido, como siempre, inapelable y muy intensa, pero se encontró con Mirra, y no logró resolver la encrucijada que le planteó con sus brazos en alto y su catapultada actitud aguerrida.

Es muy probable que este año la menor de las Andreeva logre ascender en el ranking al top 10, y que eso la obligue a ella y su entrenadora, Conchita Martínez, a subir el listón y a asumir mucha más presión de la que ahora soportan sobre sus hombros, pero el Torneo de Dubái no solo la expuso a una experiencia tenística más escalofriante, sino que también le abrió viejas heridas, que jamás han logrado sanar.

Tras enterarse de lo sucedido con Emma Raducanu, en la ronda de 32 del torneo, decidió que no era momento para seguir callando, que debía revelar aquel evento que la persigue en cada torneo, el sentimiento de angustia e inseguridad que sufrió cuando apenas era una niña, y que cree persigue a todas las jugadoras de circuito, sin discriminación de ranking ni edad ni procedencia.

“Cuando tenía 14 años estaba jugando uno de mis primeros torneos y recibí un mensaje: ‘mira a tu alrededor, porque te voy a encontrar y te voy a cortar los brazos’”, recordó, tratando de retratar de forma muy textual el escenario pútrido al que ella y sus colegas están expuestas todo el tiempo cuando salen a jugar al tenis, cuando salen a la cancha y golpean la pelota. La WTA debe proteger a las jugadoras, debe empezar a preocuparse por su salud mental y su seguridad.

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