Orlando Duque: el embajador del agua

Tras su retiro este año, el clavadista colombiano tiene nuevos proyectos y está en búsqueda de aventuras por el mundo. Todavía tiene las condiciones para seguir saltando, pero ahora con otro propósito: mostrar las bellezas naturales de Colombia y el planeta.

Felipe Raymond Fajardo
19 de diciembre de 2019 - 03:00 a. m.
Duque dio su último salto el 24 de septiembre de este año frente al Museo Guggenheim de Bilbao, España. Ese mismo día lanzó su libro “High Diver”.  / Red Bull
Duque dio su último salto el 24 de septiembre de este año frente al Museo Guggenheim de Bilbao, España. Ese mismo día lanzó su libro “High Diver”. / Red Bull

Tras 21 años de carrera, Orlando Duque, uno de los clavadistas más importantes del mundo, decidió poner fin a su carrera en septiembre de este año con un salto de 27 metros de altura en Bilbao, España. Después de eso, por decisión propia, no se ha querido quedar sentado. A sus 45 años, todavía tiene el espíritu de un joven rebelde y aventurero, ese mismo espíritu que lo llevó a trabajar haciendo espectáculos en Viena, Austria, antes de convertirse en deportista profesional, el que viajó por todo el mundo haciendo saltos impensados, pero con la delicadeza y la técnica de pocos.

En la actualidad, Duque no para. Tiene proyectos en varias partes de Colombia, en Chile, Brasil, con el Comité Olímpico Internacional y con la competencia que lo hizo convertirse en una leyenda viviente de este deporte: el Red Bull Cliff Diving. Aprovechando su nombre, su imagen y la gran producción que lo acompaña, el 13 veces campeón del mundo tiene como objetivo acercar a Colombia a su propia gente. Se ha dado cuenta de que a través de los clavados puede dar a conocer lugares remotos que los colombianos no conocemos, que generan un solo cuestionamiento: ¿eso es en Colombia? “No solo es en Colombia, es a solo dos horas de aquí, de tu casa”, asegura Orlando Duque, quien ha respondido así en varias oportunidades cuando lo cuestionan por los parajes a los que ha llegado.

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Tantos campeonatos del mundo y dos récords que aparecen en el Libro Guinness no son por pura casualidad. Orlando Duque mantiene los estándares más altos para lograr que sus saltos sean impecables y que sus productos sean de la misma calidad. Por esta razón, ha trabajado con oficinas de turismo, alcaldías e incluso gobernaciones para promocionar diversas zonas del país que no son tan conocidas. El director austriaco, Thomas Miklautsch, ha acompañado al clavadista por más de 15 años y, junto a su grupo de fotógrafos, han consolidado un equipo que funciona a la perfección y que entiende lo que es y lo que hace Duque para obtener los mejores resultados.

Es igual que cuando competía: “Si uno se prepara bien, las opciones de ganar son amplias. Eso sí, es complicado saber por cuántos puntos se puede lograr la victoria”, asegura el clavadista. Como dice Carlos Serrano, campeón paralímpico de natación: “En los entrenamientos se ganan las medallas, las competencias son para recogerlas”. Los deportistas comprenden que la tarea que deben hacer es un proceso largo que lleva años e incluye disciplina, esfuerzo, jerarquía y mentalidad ganadora.

Por todo el trabajo que ha cosechado durante años , Orlando Duque cree que podría continuar con su carrera en la más alta competición sin problemas. Eso sí, los 21 años de recorrido “me tienen agotado”. Es por eso por lo que sigue buscando aventuras para continuar saltando, con otro propósito y con más flexibilidad. Ahora va a lugares en los que no ha estado, planea toda la operación y, simplemente, se arroja al vacío. Todo esto sin ningún afán, sin compromiso y acompañado de su esposa.

A la hora de contraer matrimonio, Duque lo hizo por medio de un ritual hawaiano llamado el Ho’oponopono en el que las personas se perdonan a sí mismas, olvidan el pasado y comienzan un futuro desde cero. Todo esto lo aprendió mientras vivía en la isla del Pacífico, lugar que escogió para entrenar. Con esto, el deportista y su esposa encontraron la forma de empezar un camino juntos con mucha fortaleza espiritual y mental, cosas que lo acompañaron y lo ayudaron a mantener la calma en sus competencias.

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“Antes de saltar me preocupo un poquito, analizo todo, las palpitaciones aumentan, la respiración también”, afirma Duque, que reconoce que después de este instante todo se torna calmo, pues la experiencia del camino recorrido le permite controlar este tipo de sensaciones, aprender a jugar con ellas y disfrutarlas cuando se deja caer al vacío para después entrar al agua. La tranquilidad de aterrizar bien luego tanta angustia no se equipara con nada.

Su humildad y su carisma hacen que Orlando Duque resalte a donde vaya. El caleño con cola de caballo y una sonrisa de oreja a oreja conquistó el mundo del salto de altura y hoy en día es uno de los personajes más reconocidos de esta disciplina. Desde deportistas de su generación hasta los más jóvenes lo ponen como un referente, como el ejemplo a seguir apelando a la intuición y las ganas de quien cada vez que saltó lo hizo con la misma adrenalina de la primera vez.

Entrenamiento, fortaleza y un poquito de locura, los elementos indispensables para llegar lejos en un deporte en el que el riesgo es inminente, la diversión también. Ahora, lo que Duque espera, y por lo que va a trabajar, es para que su disciplina haga parte del programa olímpico. De hecho, cree que eso está cerca de suceder. También tiene proyectado construir un centro de entrenamiento para jóvenes en Cali con el objetivo de que el país siga en lo más alto de este deporte. Un hombre que no se queda quieto y no sabe lo que son los límites. Un personaje que, después de su retiro, puede engrandecer aún más su legado.

Por Felipe Raymond Fajardo

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