
Martina Weil, en los 400 metros de los Juegos Panamericanos.
Foto: EFE - Osvaldo Villarroel
El peregrinaje hacia el Estadio Nacional de Santiago de Chile fue apoteósico. Esa tarde, Martina Weil llegó en el metro y vio cómo la gente salía a borbollones por la boca de la estación. Vestían de rojo y —enfundados con sus banderas chilenas, que más parecían capas de superhéroes— desde arriba, al mirar hacia atrás mientras subía las escaleras eléctricas, tanta gente parecía un océano. Cantaban al unísono el coro que los identificó durante los Juegos Panamericanos —”¡Chi Chi Chi, le le le! ¡Viva Chile!”— y ya adentro, en las gradas, entre...
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