Sara López, una máquina de hacer dieces

Sara López Bueno, de 24 años, practica el tiro con arco compuesto al tiempo que estudia medicina. Es la única deportista de su disciplina que ha logrado ganar cinco veces la Copa del Mundo.

Diana Carolina Durán - @dicaduran
15 de diciembre de 2019 - 02:38 a. m.
La múltiple campeona mundial de tiro con arco, Sara López Bueno. / Nelson Sierra Gutiérrez
La múltiple campeona mundial de tiro con arco, Sara López Bueno. / Nelson Sierra Gutiérrez

“La máquina de hacer dieces”. Así fue como los presentadores del Hyundai Archery World Cup, en Shanghái, en 2018, bautizaron a Sara López Bueno tras observarla levantar el arco compuesto -que pesa tres kilos- con su mano izquierda, jalar la cuerda que libera la flecha -que hace una fuerza de 60 libras de presión- con su mano derecha y conseguir un puntaje perfecto en las primeras tres rondas: 90 puntos con nueve flechas en cada una. El cierre fue igual. Su hazaña le permitió volver al primer lugar del ranquin mundial, el cual encabezó desde 2013 hasta 2016. En 2017, 2018 y 2019 fue siempre la segunda mejor del mundo.

López Bueno ha dejado una huella inmensa en un deporte del que poco se sabe en el país y en el cual, aunque no sea tan popular como el fútbol o el patinaje, ella ha brillado con luz propia y tiene muchos títulos en su haber. Desde 2013, su nombre y la palabra récord han ido habitualmente de la mano. Por ejemplo, ha sido cinco veces la campeona de la Copa del Mundo de Tiro con Arco, en la modalidad no olímpica de arco compuesto, un torneo que existe desde hace 13 años. Ninguna mujer había logrado tal proeza. Ningún hombre tampoco. Nadie ha estado siquiera cerca a esa cifra victoriosa.

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Lo suyo ha sido romper esquemas. Ser médica, cuenta, ha sido su anhelo desde que era pequeña. “No recuerdo que me gustara otra cosa. Me regalaban juguetes de doctor desde que tengo memoria, desde chiquita sentí la vocación de poder entender enfermedades y atender a los pacientes”. Y, hace 10 años, se le apareció en el camino la segunda vocación: ser arquera. Ahora su sueño es seguir en esta disciplina mientras estudia medicina, meta a la que se acerca completando un semestre al año y explicándoles a sus profesores por qué, a veces, no puede presentar un examen o un trabajo. Algunos la entienden. Otros no tanto.

Fue un encuentro casual entre ella y el arco, o más bien en cadena: su hermano menor, Isaac, la llevó a un entrenamiento porque el mejor amigo de él practicaba ese deporte y este, a su vez, conoció la arquería por su hermano. Isaac se enamoró del arco recurvo, el que sí es deporte olímpico, y ella, del compuesto. “Lo escogí porque me pareció mucho más como mi personalidad. Es un arco fuerte, rápido, preciso, hay que tirar perfecto siempre. El otro era más tradicional, más pasivo”. Sus padres, un arquitecto y la dueña de una floristería de Pereira, apoyaron a ambos hijos. “Desde el inicio se esforzaron mucho, no es una modalidad barata”, dice.

Ella se lo ha dado todo al deporte y el tiro al arco compuesto se lo ha devuelto con creces. Dedica cuatro horas de su día para entrenar, sagradamente, y en esa jornada hace de 200 a 300 tiros. Esa disciplina de hierro, que ha mantenido con el apoyo de su entrenador y de su familia, la tiene en el Olimpo. “Tengo el récord más alto: 1.424 puntos. Lo hice en los Juegos Nacionales de Ibagué (en 2015). Es el puntaje más alto que hombre o mujer haya alcanzado”, dice. “Fui de las primeras que empezamos a mostrar que las mujeres también podemos disparar así de bien, muchas lo hacen ya, y eso ha repercutido en que los premios y los patrocinios se estén igualando”.

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El deporte también le ha dejado seis animales, tres perros y tres gatos, pues gracias a lo que hace los puede mantener. “Me gusta ayudar a refugios de animales. No puedo ver un gato sin querer llevármelo para la casa. Adoptaría más, pero mis papás no me dejan”, dice y se ríe. Así llegaron a sus vidas los gatos callejeros Frida y Peperoni, Nacho y Fito (dos chihuahuas), Draco (un golden retriever) y Dalí, un gato persa que le regalaron sus padres de cumpleaños hace dos años. Su vida es tranquila: animales, casa, entrenamientos, universidad. Sale poco. Su mente está en los torneos y en convertirse cirujana pediátrica. O quizás oncóloga. Aún no se decide.

Alguna vez se dijo que estuvo un mes en China y en Turquía aprendiendo a manejar la ansiedad. “Es falso”, responde ella, quien reconoce lo lejos que ha llegado. “No pensé que mi carrera fuera a durar tanto tiempo”, dice. “No es normal que un arquero permanezca tanto en el top. No ha llegado al día en que no me suba al podio”. Es consciente de que no podrá ser deportista para siempre y está en paz con la idea: en un futuro cercano la medicina le exigirá que al menos pare por un tiempo, como ya pasó con su hermano, quien está a meses de graduarse como médico. “Sé que llegará el momento en que tenga que parar de entrenar”. Pero no es ahora.

Por Diana Carolina Durán - @dicaduran

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