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Tras superar tres horas de camino, donde el cuerpo se mece de lado a lado debido a las dificultades que tienen las camionetas de avanzar por un trecho de 28 kilómetros de distancia, que parece estar más diseñado para competencias de rally, se llega a Nabusímake, ciudad sagrada de la tribu Arhuaca, donde el miércoles se prendió la antorcha de los Juegos Nacionales, que iniciarán oficialmente a partir del 4 de noviembre.
La Tierra donde nace el sol, para las creencias arhuacas, recibió con los brazos abiertos a gobernadores y alcaldes invitados, además de algunos representantes de los medios de comunicación. Algunos miembros de la tribu con el ceño fruncido y otros con una que otra sonrisa pícara veían atónitos como su lugar sagrado se iba llenando de personas, que con sus aparatos tecnológicos iban apuntándole a todo lo que se movía para intentar inmortalizarlo.
Dentro de la ciudad todo estaba preparado, a leña se preparaba un banquete para celebrar que por segunda ocasión consecutiva, la llama que le daba vida a los Juegos Nacionales se iba a prender allí. Absolutamente nada de la madre tierra, aquella que es venerada por la tribu, quería perderse este suceso: el cielo despejado, las montañas se veían con claridad a kilómetros, incluso la cima de La Sierra, allí donde alguna vez predominaba el blanco y done ahora sólo se ve el rezago de lo que alguna vez fue, dejó ver su cara.
Pero las horas pasaron y el evento se demoró. El gran mamo, que había viajado siete horas a pie para darle su bendición al fuego sagrado estaba impaciente. Los invitados no llegaban, algunos inconvenientes en Santa Marta hicieron que todo se retrasara alrededor de una hora, durante la espera todo fue silencio, algunos representantes de los medios organizaron sus presentaciones, otros tomaban fotos mientras que otros hablaban entre sí. Sin embargo esos murmullos fueron silenciados por los rebuznos de un burro, que a las afueras de la ciudad sagrada no ocultaba su excitación ante una mula, que de solo un relincho lo apartó.
Pero al final el sonido de los helicópteros y el espectáculo de su descenso volvió a generar algarabía dentro de la población, que trasladó a una mayoría para recibir a los invitados faltantes: Andrés Botero Phillipsbourne, director de Coldeportes, y los deportistas, Jackeline Rentería (doble medallista olímpica) y Carlos Serrano (sextuple medallista de oro parapanamericano).
Se enciende el fuego nacional
“El fuego es un elemento que tenemos todos. Es fundamentalmente el símbolo de la energía, lo que nos hace capaces de cambiar las cosas, es ese elemento que guarda la universalidad y lo que buscamos es que sea el fuego de la sanación, de la integración y que sirva para evitar cualquier tipo de guerra”, de esta manera Saúl Mindiola (uno de los encargados de la tribu) presentó el fuego que serviría para prender la antorcha de los Juegos Nacionales.
Cerca de las 2:00 PM, con algunas nubes de fondo acariciando los picos de La Sierra, en el centro de Nabusímake, la tribu Arhuaca encendió el fuego sagrado, sacado de rocas de río, y se lo entregó a Andrés Botero Phillipsbourne. “Esto es un símbolo de compartir y de unidad, que se lleva de esta tierra y que esperamos que en algún momento nos lo regrese para cuidarlo”, fueron las palabras de Mindiola tras pasar la antorcha encendida al director de Coldeportes.
Así fue el encendido de la llama de la antorcha de los Juegos Nacionales. Donde una mezcla de culturas, pensamientos e ideologías se unieron con un solo fin: hacer de estas justas deportivas un ejemplo de unión y hermandad. Ahora el fuego hará un recorrido de 5775 kilómetros, donde pasará por 26 ciudades y el próximo 23 de octubre estará llegando a Bogotá.