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Agustín Garizábalo Almarales, cazatalentos del Deportivo Cali, había escuchado maravillas de un niño, un tal Michael Ortega al que apodaban Maradonita, un chico flaco y bajo de estatura de nueve años. Sobresalía en las canchas del barrio el Carmen de Barranquilla jugando para la Escuela Toto Rubio, la misma en la que en ese tiempo (1999) Garizábalo le hacía seguimiento a otro prometedor futbolista: Freddy Montero, hoy delantero en la MLS. Ese día, el pequeño habilidoso, encarador, irreverente, marcó tres de los cuatro goles de su equipo.
El veedor azucarero creyó en él, siguió haciéndole seguimiento, no le importaron los comentarios que hacían sobre Orteguita: “Lo mata la talla, oís…”, le dijo un día el preparador físico de un equipo juvenil del Cali. Pero la pasión de Michael era su carta de presentación e incluso no quería estudiar, sólo pegarle a un balón. “Eso (el estudio) pa’ qué...”, decía.
Y sus padres, Rodrigo, un conductor de bus en Barranquilla, y Licet Dieppa, ama de casa, no tuvieron más remedio que ceder, con la complicidad de Garizábalo, quien arregló años después una pasantía en el Deportivo Cali, conjunto en el que fue aceptado por Jairo El Maestro Arboleda y dos años después ya debutaba, el 7 de marzo de 2009, contra su querido Júnior. El público, de pie, aplaudió su actuación en los 68 minutos que jugó.
A partir de entonces fue ganando minutos. El niño que vivía en una pensión con sus compañeros de divisiones menores ya no tenía que pedir plata a sus padres; por el contrario, él giraba una que otra vez para la comida en su casa, la de barandas negras y paredes color verde claro en Palmar de Varela, que actualmente se llena cada vez que juega con el Atlas de México, equipo al que fue vendido en julio de 2010.
La amistad del gol en la Sub-20
Mientras estaba en Cali, el único recuerdo que tenía de su tierra era Luis Fernando Muriel, compañero de colegio (compartieron dos años de aula y jugaban juntos en intercolegiados), rival suyo en los torneos Asefal con el equipo Escuela Barranquillera, rápido delantero también llevado por Garizábalo a Cali, en donde compartieron algunos partidos.
Ambos forjaron una linda amistad, y hoy que están en diferentes continentes, el hombre del Atlas mexicano y el del Udinese italiano, se comunican por Blackberry. Los dos tienen historias parecidas. Son hinchas del Júnior de Barranquilla y siempre quisieron jugar allí, al igual que sus padres anhelaban verlos con la camiseta del tiburón. Los dos son celebridades en sus ciudades natales, Santo Tomás y Palmar de Varela, que son separadas por 10 minutos de camino por una tierra llena de palos de mangos, pero unidas por la euforia y la gritería cuando Muriel y Ortega juegan en la selección Sub-20 de Colombia.
El sábado esa sociedad hizo polvo la defensa de Francia en el debut de Colombia. En dos ocasiones la misma fórmula terminó en el fondo de la red: pase de Ortega, definición de Muriel. “Cómo no nos vamos a entender si nos conocemos desde la primaria (sonríe). Tenemos muy buena comunicación fuera y dentro de la cancha y por eso sin hablar, sólo mirándonos ya sabemos qué hacer”, dice Ortega, que hoy será titular en El Campín contra Malí, en el segundo encuentro de los dirigidos por Lara.
“Será un partido complicado. Son muy fuertes, esperemos que la sociedad entre Muriel y yo se pueda volver a repetir”, afirmó Mai —como le dice Muriel— al finalizar el partido, con su gorra de lado, feliz como un niño. Sólo le faltaba la paleta gigante del Chavo del Ocho, si metía ese remate que estrelló contra el palo iniciando el juego contra los galos.
Eufórico porque “ya quedaron todas las dudas atrás, las del Suramericano de Perú, mi ausencia en Toulon”, confiesa. Lara lo apartó del grupo para el torneo de Esperanzas, tal vez por indisciplina se dice. ¿Quién sabe? Pero él agachó la cabeza, le pidió una segunda oportunidad y lo volvieron a convocar, y más que eso, hoy es titular inamovible.
“El ‘profe’ me está dando la confianza, cuando no estaba jugando bien el sábado me mantuvo. Claro, me habló fuerte, y cuando te hablan así hay que hacer caso”, comenta con cierta serenidad, como si ya hubiera pasado su tormenta.
Ahora que venga la calma para el país, que quiere ver una victoria más que clasifique a los chicos a la siguiente fase.