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Argentina, “Cuesta abajo” contra Arabia Saudita

Primera sorpresa del Mundial de Catar. Argentina cayó en su debut con Arabia Saudita.

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Andrés Osorio Guillott
22 de noviembre de 2022 - 01:49 p. m.
Lionel Messi y los jugadores de Argentina, agotados y confundidos por la derrota en su debut en Catar contra Arabia Saudita.
Lionel Messi y los jugadores de Argentina, agotados y confundidos por la derrota en su debut en Catar contra Arabia Saudita.
Foto: EFE - Rodrigo Jiménez
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Algunos hablaron de dignidad. Pero la palabra se queda corta. Podríamos hablar de ejemplo. Así se juega un Mundial. Así se juega contra un grande. Arabia Saudita jugó como si fuera la final. No hubo reservas de nada. Creyeron en ellos. Contra la historia, contra los pronósticos, contra el ambiente, contra el inicio mismo del partido.

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Lo había dicho Hervé Renard, técnico de Arabia, en la previa del partido: “En la Copa del Mundo hay sorpresas y esa es la mentalidad que tiene el grupo”. La propuesta parecía arriesgada, pero si hay alguien que tiene pergaminos para hablar de una identidad en defensa es el entrenador francés, que fue zaguero de Cannes, Stade de Vallauris y el SC Draguignan en la década de 1990.

Arabia Saudita jugó desde el principio con sus líneas adelantadas. Cualquiera habría pensado que lo hacía con una intención ofensiva, pero la estrategia del conjunto asiático era evitar que Argentina jugara en corto y aprovechara las individualidades que los había llevado hasta este partido con un invicto de 36 partidos. Los obligó a un juego directo que no tuvo eficiencia, que los confundió. Hubo tres goles, sí, todos anulados por fuera de lugar, uno que vuelve a poner en discusión lo puritano del VAR, pues un hombro fue el causal de la anulación del tanto de Lautaro Martínez.

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Iba ganando Argentina con un gol de penalti de Lionel Messi al minuto 10. Cuarto Mundial en el que anota el argentino. La ansiedad de gritar un tanto de la albiceleste, y más de Messi, se fue pronto. En las gradas, los saltos y los cánticos de los argentinos, una población que viajó en masa a Catar para apoyar a una de las favoritas al título, que con esta derrota parecería ya no serlo. Todo parecía desarrollarse bajo lo esperado. Las pollas estaban atinando al ganador y la atmósfera a favor de los sudamericanos hacía pensar que era cuestión de tiempo para que se organizaran y los tantos llegaran más temprano que tarde.

Caras largas, manos que estiraban aún más los rostros. Los dientes apretados. Más de siete fueras de juego se pitaron en el primer tiempo para los argentinos, tres de ellos anulando goles. Respiran. Fuera de lugar. Se mueven. Fuera de lugar. Hablan. Fuera de lugar. Parecía esa la norma. Aunque el resultado era adverso, a Arabia Saudita le estaba funcionando su estrategia de jugar con una defensa adelantada. Contra todo pronóstico, los dirigidos por Lionel Scaloni no estaban goleando a los asiáticos, pero tenían el resultado, que era lo mínimo que se esperaba, a su favor.

El segundo tiempo arrancó con un libreto que ni George Lucas o Steven Spielberg habrían escrito. ¿Ciencia ficción? No. Batacazo. Sorpresa en el estadio Lusail. Bocas abiertas. Ojos desorbitados. Manos al rostro. ¿Qué está pasando? Una Argentina desconocida. Apareció Saleh Al-Shehri al minuto 48 con el empate. Una jugada por el sector izquierdo y una definición que dejó en blanco a los albicelestes, sobre todo a Emiliano ‘Dibu’ Martínez, que en el primer remate a su portería vio al balón entrar al fondo de la red. Gol de Arabia Saudita. ¿Qué? Sí, empataron. Los sudamericanos intentaron arrollar en la primera parte, y ahora se vieron enredados con un tanto que nadie veía venir.

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Pasaron cinco minutos y llegó el golpe final. Nocáut. Salem Al-Dawsari y la pelota siempre al 10. El atacante árabe remató colocado al ángulo de la mano izquierda de Dibu, que aunque alcanzó a tocar la pelota, no pudo hacer nada para evitar el segundo gol del rival. Brazos abiertos, gritos que parecían no acabar. Arabia Saudita le estaba ganando a Argentina. Lo vaticinó su técnico: “En la Copa del Mundo hay sorpresas”, y ellos se encargaron de dar la primera.

De los saltos y los cánticos como si fuera La Bombonera, el Cilindro o El Monumental, a los brazos cruzados y las bocas enmudecidas. Ahora los gritos y los brazos abiertos eran de los saudíes. Una situación adversa. Lo inesperado. Y ahí empieza a jugarse más con la cabeza que con las habilidades y la táctica. Confundidos y erráticos. Así estuvieron los argentinos, que olvidaron su identidad. Los cambios de Scaloni tampoco resultaron. Entró Julián Martínez a jugar por la banda. No se entendió su rol, aunque tuvo un cabezazo sobre el final que casi significa el empate. Se perdió Di María por el sector derecho. Lautaro Martínez no fue el delantero activo del primer tiempo. Messi no halló tranquilidad y tampoco a sus socios de siempre. Se sintió la ausencia de Giovanni Lo Celso. Muchos “no” en Argentina. La negación de sí mismos. La Argentina de hoy, que iba a igualar el récord de Italia de 37 partidos sin perder, no fue la de los 36 juegos anteriores.

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Arabia Saudita quiso perder tiempo. Cometió muchas faltas. Lograron desesperar a los argentinos e hicieron que la mentalidad, que era su fuerte, jugará en su contra. Los sudamericanos intentaron con las individualidades, pero siempre llegaban dos árabes a frenar el ataque. Siempre fueron al límite, con barridas que podían terminar en roja. Rechazos por doquier. Línea de seis atrás. Fue una muralla imposible de derrumbar. Se jugaron ocho minutos de adición, que terminaron siendo casi 15 por la lesión de Yasir Al-Shahrani, que se chocó con su guardameta. A lo lejos se escuchaba el tango de Carlos Cardel “Ahora, cuesta abajo en mi rodada, las ilusiones pasadas, yo no las puedo arrancar”.

Final del partido. Puños al cielo, dientes apretados y gritos de gloria. Los árabes que estaban en el banquillo saltaron a la cancha como si hubieran ganado una final. Todos en Arabia Saudita celebraron a rabiar porque sabían que habían derrotado a una selección favorita al título, que los habían dado por vencidos antes de jugar y terminaron siendo los vencedores. La historia la escriben ellos, es lo que se dicen. Esta vez con una connotación diferente. Esa es la épica que se busca en el fútbol, y alcanzarla deja un recuerdo imborrable en la memoria colectiva. Tres puntos que valen más que la cifra para los asiáticos. Así se juega un Mundial.

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