Mundial de Rusia: El Egipto que ora por Mohamed Salah y sufre el régimen militar

Mirada al país árabe a partir de un viaje a El Cairo y del debate local por dos estrellas de la selección nacional de fútbol: el ídolo del Liverpool y el histórico Mohamed Aboutrika, enjuiciado bajo cargos de terrorismo.

Nelson Fredy Padilla
15 de junio de 2018 - 10:16 p. m.
La estrella de la selección de Egipto, Mohamed Salah, estuvo en el banco de suplentes frente a Uruguay, pero como no se ha recuperado de su lesión de hombro, sufrida en la final de la Champions League, no jugo el primer partido del Mundial de Rusia. /AFP
La estrella de la selección de Egipto, Mohamed Salah, estuvo en el banco de suplentes frente a Uruguay, pero como no se ha recuperado de su lesión de hombro, sufrida en la final de la Champions League, no jugo el primer partido del Mundial de Rusia. /AFP

Egipto no solo sufre hoy por Mohamed Salah lesionado y la derrota ante Uruguay, sino por su realidad nacional. Estuve en El Cairo, la capital egipcia, en enero de 2017. El tema en las calles y en los periódicos no era el régimen de Abdelfatah al Sisi, ni el terrorismo, ni los problemas limítrofes con Israel, sino el fútbol. Mohamed Aboutrika, uno de los jugadores más queridos había sido incluido en una lista de terroristas por sus presuntos vínculos políticos con los Hermanos Musulmanes. (Lea: la conspiración de Putin para hacer el Mundial).

Dicho movimiento ganó en elecciones libres la Presidencia de la República, con Mohamed Morsi como candidato, luego de que la llamada revolución de la Primavera Árabe tumbara la dictadura de 30 años de Hosni Mubarak, a comienzos de 2011. En julio de 2013, un golpe militar, liderado por el entonces comandante del Ejército, Al Sisi, encarceló a Morsi y ordenó la persecución de los simpatizantes del movimiento que encarnó las fugaces esperanzas de vivir en un país con libertades plenas. (Contexto: Egipto bajo la ley del silencio).

Gracias a un guía y traductor árabe, cairotas me hablaron de ese descontento al que se sumaba el uso del fútbol como arma de manipulación política, pues, en ese instante, la Selección de Egipto, dirigida por el técnico argentino Héctor Cúper, jugaba la fase final de la Copa de África, en Gabón, en la que terminó subcampeón, tras perder con Camerún. Al Sisi se valía de los triunfos del equipo nacional y de los goles de Mohamed Salah para hacer propaganda de un país feliz y, al tiempo, perseguía a Aboutrika, retirado en 2013 y dedicado a comentarista de prensa. Aboutrika, de 38 años de edad, era un mediocampista equivalente a ‘El Pibe’ Valderrama en Colombia.

En el barrio de Giza, donde nació, lo llaman El Mago y El Santo. Son los hinchas del club local Al Ahli, el que más trofeos ha ganado en África. Aboutrika jugó 105 partidos con  Egipto, ganó dos Copas de África, cinco Champions africanas y fue elegido mejor jugador del continente. Aún así, enfrenta un juicio y debió irse a vivir a Catar. Desde allá es amigo y consejero de la nueva generación, en cabeza de Salah, entonces jugador de la Roma y hoy goleador del Liverpool. Salah vive al tanto de lo que ocurre en su país. Es ídolo en el mundo árabe, entre musulmanes y cristianos que aplazan diferencias para orar por él.

Los tenderetes callejeros de El Cairo estaban llenos de muñecos y afiches que resaltaban su barba y el número diez. Se hablaba de su humildad y su ayuda a los pobres. En Nagrig, donde nació, la escuela local lleva su nombre. Hoy es imagen de Uber y de campañas antidrogas. Se acerca a los 30 millones de seguidores en redes sociales. Con este poder podría convocar a otra revolución, pero, por ahora, está concentrado en el Mundial de Rusia. Luego ayudará a su amigo y a quienes pueda, como siempre.

Mientras tanto, el enfrentamiento entre radicalismos políticos y religiosos se ha trasladado a los estadios de El Cairo y Port Said, donde ha habido choques con víctimas de por medio y eso ha obligado a suspender en varias ocasiones la liga nacional. A finales de 2013 Ahmed Abdel Zaher, jugador del Al Ahli, fue echado del club tras celebrar un gol dibujando con cuatro dedos la señal de los islamistas. Aunque no lo pueden manifestar, entre los futbolistas egipcios hay temor porque su pensamiento político o religioso los convierta en perseguidos o fichas del poder dominante, como ocurrió en Irak donde llegaron a ser encarcelados y torturados por el régimen de Sadam Hussein si no ganaban los juegos.

El fútbol es una válvula de escape de esta sociedad oprimida. En El Cairo no abundan canchas para practicarlo, y las que vi eran de tierra y arena. Niños jugaban descalzos en arcos improvisados con piedras. Lucían camisetas raídas de Aboutrika y Salah.

(Siga el Mundial a través del especuial de El Espectador).

Por Nelson Fredy Padilla

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