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Lucía una bata blanca de laboratorios de química, un álgebra de Baldor debajo del brazo y unos lentes que delataban la miopía que había desarrollado meses antes, al finalizar la carrera de licenciatura en matemáticas en la Universidad Santiago de Cali. Los alumnos de octavo grado del colegio San Juan Berchmans de Cali temían por la factorización y las ecuaciones que les enseñaba Néstor William Otero Carvajal, quien estaba lejos de dejar las tizas y los tableros para convertirse en técnico de fútbol.
Otero nació el 18 de septiembre de 1955 en Cali, en una familia que asistía con fidelidad al estadio Pascual Guerrero. Tiempo después, Néstor, de pelo largo y cortos muy cortos, se animó a probar suerte como volante mixto. “Era muy diestro. Con la zurda ni para subirme al bus”, dice el vallecaucano de 58 años.
Jugaba en el River Plate de la Primera C con Jairo El Chiqui Aguirre (otrora delantero del Pereira) y Julio Valdivieso (hoy técnico de la escuela Boca Júniors). Pero a los 19 años se casó con Alba Lucía Cadena (con quien tuvo tres hijos varones) y se vio obligado a dejar el fútbol, con el rescoldo del fracaso y la decepción de sus padres. Decidió inscribirse en bioquímica en la U. Santiago de Cali, pero no hubo cupos disponibles, entonces se entusiasmó por la licenciatura en matemáticas. Qué más da, pensó.
Estudiaba de noche y en el día trabajaba en el Banco de Colombia como asesor contable. Libardo Perdigón, exjugador de América y compañero suyo en la Primera C, lo presentó con el gerente de la sucursal, quien lo contrató, principalmente para que disputara el torneo interbancario. Su objetivo, por el contrario, era pagar su universidad y sostener a su esposa y al primer hijo.
Se esforzó en sacar buenas notas y aun antes de graduarse le ofrecieron ser docente en el Berchmans, una institución jesuita ubicada en Pance. “Yo preparaba mucho mis clases, era muy exigente. Pero le daba oportunidades de recuperar a todo ese gentío que perdía. Si muchos se quedan, el malo es el profesor, ¿o no?”, argumenta con la misma lógica con la que ve la vida.
Un tiempo atrás había probado suerte en las divisiones menores de América y aunque fue preseleccionado entre 44 aspirantes, no dejó la idea de seguir con su carrera como educador, donde recibía mejor paga. “Me dediqué casi 10 bellos años a la educación. Pero mis amigos me decían que a mí me gustaba el fútbol. Julio Valdivieso me convenció de dejar el colegio, capacitarme en la Escuela Nacional del Deporte y ser técnico de la escuela Boca Júniors”, recuerda. Luego ganaría torneos municipales y nacionales con la selección del Valle.
Años después, un periodista lo bautizaría El Matemático mientras dirigía al Deportes Tolima, su primer club en la primera división (1999). Para el funcionamiento táctico usó “la estadística y el razonamiento lógico, sobre todo”. Para el manejo de grupo, la filosofía exigente (casi goda) que utilizaba cuando era educador. En 2002, ya dirigiendo al Deportivo Pasto, peleó el título frente a Independiente Medellín, y en 2007 contra Nacional, dirigiendo al Huila.
“Me han faltado cinco centavos para el peso. Pero eso lo llena a uno de conocimiento, así como la derrota en semifinales contra Tolima, cuando dirigía a Santa Fe, en 2010. La cosa es que el fútbol no es como la matemática y por eso no sé cuándo pueda ser campeón por primera vez”, dice Otero, cordial. Prefiere ser cauto ante el liderazgo tempranero de Atlético Huila en el presente torneo.
“Aquí la gente está muy emocionada, pero yo tengo que bajarle a la ebullición. Yo no me desbordo en elogios ni en alegrías, soy muy pausado. Porque lo importante no es cómo se empieza sino cómo se termina”, dice, luego de golear 3-0 al Tolima, con tanto de Jonathan Álvarez y un doblete de Milton Rodríguez.
“Tenemos un grupo muy bueno, por eso le ganamos a un equipo que venía de líder, como Tolima. Esta vez contamos con verdaderos refuerzos, como dice su nombre, así que vamos a ser protagonistas”, asegura el licenciado. Ojalá este semestre halle la exactitud, como en las matemáticas.