Alberto Herrera: la victoria de dar la palabra

El presidente de la Federación Colombiana de Patinaje logró darle al país el décimo campeonato mundial consecutivo. Por tercera vez al hilo fue escogido como el mejor dirigente del año.

Andrés Osorio Guillot
15 de diciembre de 2019 - 02:39 a. m.
Alberto Herrera, presidente de la Federación Colombiana de Patinaje, mejor dirigente de 2019. / Nelson Sierra Gutiérrez
Alberto Herrera, presidente de la Federación Colombiana de Patinaje, mejor dirigente de 2019. / Nelson Sierra Gutiérrez

Estuvo de brazos cruzados, con una mirada que se dirigía a muchos lugares, con un tono de voz neutral y una postura que habla de su seriedad. A lo largo de la conversación, Alberto Herrera caminó rápidamente por sus memorias para mencionar por qué llegó a ser presidente de la Federación Colombiana de Patinaje y cómo ha logrado mantenerse en el cargo desde 2008. Han sido muchas las anécdotas, victorias, derrotas, noches sin dormir, discusiones, angustias y preguntas sobre lo que el porvenir le trae a la Federación por los resultados de sus atletas, de esos jóvenes que patinan sobre ruedas y, desde hace poco, también sobre hielo con el fin de romper sus propias barreras, reafirmar su disciplina y responder a la confianza que construyen cada día cuando deciden volver a recorrer el mundo sobre patines, que son vehículos de su propia libertad y sus añoranzas.

“En este trayecto entre 2008 y 2019 he estado en doce campeonatos del mundo. Hemos ganado once y hemos obtenido un subtítulo. Este año completamos diez títulos consecutivos. Es un récord que tenemos, antes lo tenía Estados Unidos con siete. En ese tiempo hemos logrado ganar campeonatos del mundo a nivel artístico. Tres medallas de oro, tres de plata y seis de bronce. Hemos ganado títulos con las mujeres de hockey patín en la categoría B, hemos sido terceros en la máxima categoría, hemos sido subcampeones mundiales juveniles del hockey línea. Este año ganamos en el downhill por primera vez en la historia, es una de las nuevas tendencias del patinaje con Diego Posada; salimos también al ciclo olímpico y logramos títulos en skateboarding con Anacleta, Ana Rendón y Santiago Echeverría. Otra hazaña es que no solamente hemos logrado reconocimientos con las ruedas, sino también con el hielo. Hace cuatro años iniciamos un proyecto que se llama “Del trópico al hielo” y logramos incursionar con Pedro Causíl y Laura Gómez en los Juegos Olímpicos de Invierno en 2018, algo raro para nosotros porque aquí no hay dónde entrenar”, afirma Herrera.

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Al encontrarse con altos ejecutivos, existe el prejuicio de descubrir a una persona que puede ser petulante, que puede presumir del éxito que nos han dictado en las vallas de publicidad. Borrar esos prejuicios es una tarea constante, dar la posibilidad de confiar en el otro; atreverse a conocer lo inexplorado es una acción que nos ha costado a todos en medio de épocas violentas. El diálogo avanzó y Herrera difuminó en poco tiempo todas las preguntas que pudieron pasar con respecto a su forma de ser.

“Tengo algo en mi vida personal y es que no conozco la envidia ni el egoísmo. Desde muy pequeño aprendí que uno debe valorar a los demás y aprender de ellos. Aprendí a crecer como crecen ellos sin hacerle daño al otro. Siempre he sido muy solo, solo en mis cosas y en mis decisiones. Tengo una familia muy bonita con mi señora, que ya vamos a cumplir 35 años de casados y tengo tres hijas que ya son profesionales, que estuvieron en el patinaje y por culpa de ellas yo me quedé. Yo tengo por cultura y por formación que cuando yo digo algo, pase lo que pase, lo cumplo. Así tenga que poner de lo mío, pero uno no puede quedarle mal a la gente. Esa confianza que se ganó generó una empatía, una unidad. Lo otro es que uno tiene que acompañarse muy bien y ser muy selectivo. Para ser exitoso hay que ser selectivo y buscar a los mejores”.

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Más allá de los discursos, son las acciones las que avalan el sentido de la palabra. Y mientras Herrera develaba su forma de ser, contaba que una clave del éxito, de ese éxito del que no se deja nublar, estaba en la confianza con sus deportistas, en la camaradería que tenía con todos y en esa relación casi que familiar que tejía con todos. Su esposa le dice que sus pupilos lo ven como a McPato, pues es el que los consiente, los protege, los educa y les recuerda, tal como lo afirmó Voltaire, que “una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento”, y de allí entonces es que proviene la importancia de hablar con ellos, de escucharlos y entenderlos, de darles la confianza para sentirse preparados y lograr las victorias que, antes que individuales, van encaminadas a la prosperidad del deporte en Colombia.

Por Andrés Osorio Guillot

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