Cuando “Rocky” Valdés se convirtió en el monarca del peso mediano

En noviembre de 1977, en Italia, volvió a derrotar al estadounidense Benny Briscoe y revalidó su título mundial.

Óscar Alarcón / Archivo El Espectador
15 de marzo de 2017 - 05:36 p. m.
Rodrigo "Rocky" Valdés, dos veces campeón mundial en el peso mediano. / AFP
Rodrigo "Rocky" Valdés, dos veces campeón mundial en el peso mediano. / AFP

Lejos de ser unos técnicos del arte boxístico, no pudimos evitar una honda emoción estética hoy después de ver y admirar la destreza, el estilo y la manera de lanzar golpes, con una precisión matemática casi, del colombiano Rodrigo Valdés, quien asumió el mando como monarca indiscutido del peso mediano tras su impecable victoria sobre Benny Briscoe, de Estados Unidos. (Así fue la pelea que le dio a Rocky Valdés su primer título mundial)

La selecta concurrencia que pagó elevados precios para obtener un puesto en el lujoso casino Campione se dio una noche de festín con el desempeño de Valdés.

Los expertos fueron unánimes al señalar que se encuentra maduro y que el nivel de su calidad ha ido en ascenso, a pesar del duro trajín al que se ve sometido.

Hoy terminó casi fresco los quince asaltos, en tanto que Briscoe se veía “tocado” en los pómulos y con los efectos de quien está en el borde de su resistencia.

Se necesita algo así como un martillo para tumbar a Briscoe. Le dan y le dan y nada. Tal vez le quede el dolor de cabeza, pero se mantiene incólume.

Aquí se recuerda que Valdés consiguió esa proeza en Montecarlo, hace tres años, cuando conquistó el título mediano reconocido por el Consejo Mundial de Boxeo. En esa ocasión, Briscoe acabó en la lona pero Valdés se fue para el hospital.

El combate de esa fecha fue menos dramático, pero los técnicos lo ponderan por su mayor relieve de tipo artístico. (Rocky Valdés, grande hasta en la derrota)

El boxeo maestro de Valdés, sus movimientos de felino, la elegancia para desplazarse hacia los lados y la velocidad cuando suelta sus manos, son características que hacen saltar de entusiasmo y felicidad a quienes entienden la disciplina y conocen a fondo sus secretos.

El argentino Carlos Monzón, quien comentó la pelea para la televisión de su país, dijo desde el quinto asalto que Valdés no tenía pierde.

El ex-campeón mundial, además, ya se había colocado del lado de Valdés en los pronósticos, y al finalizar el encuentro fue a saludarlo y a darle sus parabienes.

Valdés supo siempre dónde pegar y cómo. Briscoe, enconchado como zorro viejo, quiso imponer un estilo enredado pero fracasó en su empeño.

El campeón utilizó la derecha con puntería y en el intercambio corto de golpes salió bien librado, porque según los entendidos acumuló puntos.

Esta primera experiencia frente a un cuadrilátero nos dejará valiosas enseñanzas. Hemos aprendido algo y a lo mejor de ahora en adelante podemos “golpear” mejor.

El análisis técnico

Melanio Porto Ariza, apoderado y gran amigo de Rodrigo Valdés, calificó la pelea como “una especia de juego entre inteligencia y la simple fuerza”.

Comentó que Valdés tomó la delantera desde el segundo asalto y apenas en el duodécimo sintió el ataque desordenado de Briscoe.

“Las instrucciones fueron precisas en el sentido de golpear arriba, para que Briscoe levantara la cabeza. Los conseguimos siempre”.

Señaló que desde el punto de vista técnico, no hubo nada que desear.

“Briscoe se mantuvo en su nivel de hombre aguantador, pero sin el genio ni la maestría de Valdés. Con todo, la pelea resultó intensa y emotiva”.

Por Óscar Alarcón / Archivo El Espectador

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