“Duele que el squash no esté en los Olímpicos”: Miguel Ángel Rodríguez

El deportista colombiano con más medallas en los Panamericanos, habló de lo que fue su actuación en las justas de Lima.

Camilo Amaya
02 de agosto de 2019 - 03:00 a. m.
 Rodríguez, de 33 años, durante uno de sus encuentros en Lima.  / EFE
Rodríguez, de 33 años, durante uno de sus encuentros en Lima. / EFE

A Miguel Ángel Rodríguez le cuesta responder la pregunta, pero luego de meditar y de luchar con la memoria llega el recuerdo: “no tengo un mal momento en mi carrera deportiva desde 2016”. La regularidad del mejor squashista de Colombia asombra, pues tres temporadas sin problemas físicos es algo de lo que pocos deportistas pueden jactarse. Hace tres años un tobillo molestó, y dos veces; y entonces fue más complicado competir a un alto nivel y ganar partidos o por lo menos pelear por una victoria. Y llegaron las derrotas en las primeras rondas de los grandes torneos y el golpe a la moral de un hombre acostumbrado a pelear con los mejores los últimos días.

Y por eso fue necesario reinventarse, al menos la forma de prepararse porque es escalafón fue cada vez más bajo, y de estar entre los mejores 10 del planeta pasó a ser número 25, a no disfrutar en la cancha y a que los demás pensaran en que su camino en el squash había terminado. “Cambié mi preparación física, le bajé a la intensidad y le aposté a la calidad. Además, enfoqué el trabajo en las extremidades inferiores. Creo que caí como coco, pero me levanté rápido. Eso sí, nunca pensé en retirarme”, dice el bogotano, el atleta de nuestro país con más medallas en la historia de los Juegos Panamericanos.

Y vino el título en el British Open en 2018, y el premio a la constancia de tantos años, a la disciplina y el carácter de saber diferenciar momentos; a rechazar muchas veces la fiesta y el alcohol por ir a entrenar. Y en Lima sumó más medallas para totalizar cuatro oros, dos platas y un bronce. Obtuvo el primer lugar en dobles mixtos y el segundo escalón del podio en individual y en equipos masculinos, una cosecha que le da otro empujón para lo que viene más adelante, para darse cuenta de que a sus 33 años mantiene esa juventud que le permite no tenerle temor a nada.

“Hicimos un gran trabajo con Juan Camilo Vargas y Andrés Herrera. Les costó jugar en la cancha de vidrio, porque la pelota pierde fuerza y se hace más pesada, pero demostraron que tiene capacidad de adaptarse a las condiciones. Y gracias a ellos seguimos creciendo, y nuestra vitrina de logros también”. Con 69 kilogramos y su humanidad de 1,70 metros de estatura, Miguel no ha perdido los reflejos felinos por los que es conocido en el circuito como la bala cañón. Sigue entrando a cada cancha con el pie derecho, manteniendo la rutina como el camino al éxito, escuchando reggaeton y salsa.

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Ya en casa, luego de las jornadas en las que brilló en Perú, Rodríguez se tomará dos semanas para descansar, para no tener que empacar maletas y raquetas y zapatillas, para no angustiarse por la hora de un vuelo o por el itinerario antes de un torneo. “Voy a dejar de jugar dos semanas. Y me dedicaré al gimnasio, al tenis y el bolo; y de pronto tomo mi bicicleta de ruta y salgo a dar una vuelta por la sabana de Bogotá. Incluso tengo ganas de coger el carro y buscar el sol, donde sea, porque me gusta manejar en carretera. Eso me hace feliz cuando no estoy en una pista de squash”. Además de eso pintará mandalas para calmar la mente, sacará al nuevo perro que tiene e irá a cine con la novia y la familia. Todo para cargarse de las energías que necesitará más adelante.

Terminó su ciclo olímpico

La entonación de Miguel Ángel Rodríguez cambia cuando se habla de los Juegos Olímpicos. De hecho, hay seriedad, pero más que eso, hay tristeza. El squash todavía no ha hecho lo suficiente para meterse en el programa de las justas deportivas, para estar en el evento que reúne al deporte mismo. Y por más que los países que tienen federaciones han trabajado, de que haya campeones en los cinco continentes, el sí parece tan lejano e imposible que puede sentirse resignación. “Pues, mira, prefirieron el break dance. Entiendo la idea de masificar otras disciplinas y de hacerlas cercanas a la gente, pero ¿y la nuestra qué?”.

El factor dinero pesa, el de la masividad también. Y mientras el squash no crezca para ser un gigante de peso, y con poder, a Miguel Ángel le quedará faltando la última cita del ciclo, la que importa más. “Uno habla con los colegas y la única salida a la que se llega es a trabajar más, a que los torneos aumenten. A que las canchas de cristal se tomen lugares más icónicos del mundo, como las estaciones de tren o las pirámides de Egipto. Y ahí sí puede que logremos el eco necesario. Duele que no seamos parte de los Juegos, pero hay que mirar para adelante”. Por ahora, mientras el calendario da un respiro, Rodríguez solo piensa en lo que será su temporada 2019-2020, con el sinsabor de que a pesar de ser el deportista nacional con más medallas en unos Panamericanos es el único que no puede soñar con Tokio 2020.

Por Camilo Amaya

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