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Una vida dentro del agua. Desde los siete años Isabella Arcila se dedicó a la natación, lo hizo para no tener que depender de terceros, para ganar por sus propios méritos y por seguir los pasos de su hermana Valentina. De ella aprendió los valores para ser una gran profesional: ética, disciplina y constancia. “Si ella se pone una meta no hay excusa que valga, no existen peros. Entiende muy bien el concepto que engañar en el entrenamiento solamente lo afecta a uno y eso fue un bonito ejemplo para mí”. Bajo esta filosofía ha llevado su carrera, ha escalado peldaños y ha batido todos los récords nacionales femeninos. No tiene rival en el país y su objetivo es abrir las puertas de una disciplina de talla mundial, pero de poco seguimiento en Colombia.
Su vida siempre ha estado ligada a la actividad física. Practicó fútbol, baloncesto y voleibol. Pero rápidamente se dio cuenta que lo suyo no eran los deportes en conjunto por su forma de ser, de pensar. Siempre se consideró muy competitiva y cada vez que jugaba en los recreos con sus compañeras del colegio La Arboleda de Cali y perdía, su sangre hervía, le daba rabia, tanto que le afectaba el humor y se ponía a pelear con las que hacían parte de su equipo. “En el colegio teníamos una semana deportiva y eso para mí era terrible, porque competíamos en todas las disciplinas y siempre quería ganarlas”.
Por esta razón se fue por un camino de brazadas y velocidad, uno propicio para sus gustos, pero una ruta difícil de transitar. José Fernando Bermeo fue su primer entrenador, su mentor. Le enseñó las bases de los estilos, el trabajo duro. “Él fue el que sembró la semilla de lo que soy, la motivación para soñar en grande. Con él empezó mi sueño. Hice selección Cali, Valle y posteriormente Colombia. Si no hubiera sido por sus enseñanzas no hubiera llegado a ser lo que soy”. Así comenzó un camino lleno de triunfos, de alegrías. Su primera competencia fue en un torneo departamental en el que ganó en todo lo que compitió.
Su buen desempeño la llevó a ser parte de una selección de Colombia a los 12 años y comenzó a participar internacionalmente desde los 13. La Copa Pacífico en Chile fue su primera salida al exterior como nadadora. En la modalidad de pecho 100 metros se quedó con la medalla de oro, un recuerdo que aún se proyecta en su cabeza como si tuviera un video beam conectado en su cerebro rodando estas imágenes: su salida del agua emocionada, directo a abrazarse con su entrenador en ese momento, Fabio Toro. Fue un comienzo mágico. Posteriormente participó en el Suramericano juvenil, Centroamericanos escolares y en los Grand Prix en Estados Unidos, que le abrieron las puertas para que se entrenara en un país en el que la natación es un deporte importante.
Reclutadores de diversas universidades se interesaron en sus habilidades y así llegó a la universidad SMU de Dallas, en un año en el que también tuvo la posibilidad de competir en los Juegos Olímpicos de la Juventud que se llevaron en Singapur en 2010. “Esas justas fueron un despertar, porque por primera vez me medía contra nadadoras a nivel mundial y esto me sirvió para saber qué tipo de nadadora era”. Aunque sufrió un revés en su intento de clasificación a los Olímpicos de Londres 2012, esto la terminó potenciando para lograr su pasaje a Río 2016 y tras un cambio de entrenador (ahora bajo la batuta de Coley Stickels) se enfila como la mejor nadadora colombiana. En el actual ciclo olímpico se coronó en los Juegos Bolivarianos (modalidad espalda y libre), Suramericanos y en los Centroamericanos y del Caribe, en los que es la más ganadora de la delegación colombiana, que pelea la tabla de medallería con México.
Parecen muchos logros en tan poco tiempo, pero para ella son apenas el inicio de una historia que tiene como fin brillar en el mundo de la natación femenina. Por qué no, en Tokio 2020.