Jhony Angulo, un patinador hecho a pulso

Jhony Angulo se convirtió en el primer medallista olímpico en patinaje. / Mauricio Alvarado

Foto: MAURICIO ALVARADO

“Si no sufre, no se aprende”, esa era la frase que Jhony Angulo escuchaba salir constantemente de la boca de María Cecilia Chechi Baena en las pistas de patinaje de la Villa Panamericana en la ciudad de Cali. Con esa expresión marcó su carrera, la sigue al pie de la letra. Sabe que para lograr grandes resultados debe dar todo, entregarse por completo. Su potencial lo vio su primer entrenador, John Jairo Sánchez, quien de inmediato lo hizo creer en sí mismo.

-Jhony, usted tiene una carrera próspera. Va a llegar lejos si es consistente, le dijo.

Así se puso el primer cimiento de una carrera que había iniciado por una elección al azar. Porque sus papás, Jhony Angulo y Nidia Reina, querían que escogiera un deporte para que se despabilara. Eligió el patinaje sin saber que sus padres conocían a Orlando Yepes, quien en ese momento era entrenador de la Chechi Baena y Diego Rosero. “El deporte me terminó gustando y mis papás nunca pensaron que iba a llegar a donde llegué”, recordó.

En sus primeras competencias no le importaba la posición en la que terminara, tanto así que no recuerda en qué lugar pasaba la línea de meta. “Practicaba el deporte por pura diversión, no iba detrás de la clasificación”, afirmó el caleño. Ese esparcimiento de practicar patinaje, con el paso de los días, empezó a concentrar toda su atención hasta que por fin lo enamoró. En el barrio Compartir se le veía de arriba abajo rodando, practicando, queriendo ser mejor.

Después de los 10 años llegaron los entrenadores que lo llevaron a perfeccionar su técnica. Diana Carolina Caicedo le terminó de enseñar los fundamentos del deporte. Posteriormente, se entrenó con William Motta, Ricardo Molina y ahora en la élite con Orlando Yepes. “Todos aportaron su granito de arena para que me convirtiera en el patinador que soy hoy, me ayudaron mucho en mi formación y gracias a ellos estoy donde estoy”, resaltó.

Practicando en Cali fue cuando le escuchó decir a la Chechi Baena una y otra vez: “Si no se sufre, no se aprende”. La primera ocasión que lo hizo estaba trabajando en la técnica para tener buen empuje dentro de la pista, era una labor agotadora, que le acababa con las fuerzas de las piernas. Aun así, nunca se rindió y siempre que le pedían realizar ese entrenamiento empezó a recordar la frase de María Cecilia, hasta que la hizo suya.

Esa expresión lo llevó a superar la desazón más grande de su corta carrera como profesional. Fue en el Mundial de Nanjing, China, en 2017. Con mucho esfuerzo había logrado las marcas para llegar al campeonato, pero una vez asistió no pudo correr. “Por circunstancias mías no me pusieron a competir”, dijo. Esto le dejó un vacío grande. Había cumplido uno de sus sueños, pero no por completo y no sabía si se le iba a presentar otra oportunidad así.

Pero la vida no tardó mucho en abrirle nuevamente las puertas de un Mundial. Esta vez fue en Holanda. “Cometí muchos errores, pero gracias a ellos me formé y mejoré para los Juegos Olímpicos de la Juventud”, rememoró. “La competencia de los mil metros me enseñó que debo aprender a controlarme, a no ser tan carroloco. Mientras que la prueba de 5.000 me sirvió porque aprendí a que, si me voy a cansar, que sea adelante”, añadió.

Todo eso lo puso en práctica en Buenos Aires, donde obtuvo una medalla histórica: la primera en el patinaje masculino en unos Juegos Olímpicos. Siempre estuvo a la altura de las circunstancias y respondió ante el favoritismo. Ni una caída en la penúltima vuelta de los 500 metros lo sacó de foco. Así, con la ilusión y la alegría que le dio haber ganado el oro, quiere llegar a la categoría de mayores para marcar su paso y seguir escribiendo la historia del patinaje colombiano con letras doradas.

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