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Johan Rodríguez y la titánica tarea de ser tenista profesional en Colombia

El Espectador acompañó al jugador de 17 años a una jornada de entrenamiento en Bogotá, unos días después de ganar el torneo Suramericano en Armenia y convertirse en el primer colombiano que obtiene este título.

Camilo Amaya - @CamiloGAmaya
03 de abril de 2021 - 02:00 a. m.
Rodríguez tiene una marca de 13 victorias y cuatro derrotas en torneos ITF.  / Match Tenis.
Rodríguez tiene una marca de 13 victorias y cuatro derrotas en torneos ITF. / Match Tenis.

Johan Rodríguez habla de manera apacible, serena, quizá plácida cuando se refiere a su vida. Y de cuando en cuando enarca las cejas como si haciéndolo el recuerdo viniera con más fuerza.

Y sin ser dubitativo rememora los viajes por Colombia cuando empezó a jugar tenis, la moto Biwis de 125 centímetros cúbicos en la que se transportaba con su papá y las anécdotas de recorrer el país en dos ruedas para poder competir.

“Una vez nos tocó pasar la Línea a las nueve de la noche y el frío era muy bravo. Nos pegamos a una tractomula para sentir un poco de calor”. Ese día, Rodríguez terminó su participación en un torneo a las cinco de la tarde y sin importar el cansancio, mucho menos la incomodidad del equipaje, cogió carretera hasta Melgar. Así, tratando de estar aquí y allá, fueron hasta Villavicencio bajo un horrísono aguacero, a Cali, Manizales y Armenia. También hasta Bucaramanga (542 kilómetros).

“Ese viaje no fue del todo bueno. Si bien jugué la final de dobles en la categoría sub-16, a mi papá lo llamaron y le dijeron que su abuela había fallecido. Entonces tocó devolvernos de una y manejar toda la noche para estar en el sepelio al otro día”.

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Rodríguez confiesa que el rememorar lo hace más sensible, pero que procura camuflar los sentimientos, pues no le gusta que lo vean quebrantado. Claro, hace unos días no pudo contenerse y la emoción fue más fuerte. Y entonces, este tenista tolimense de 17 años rompió en llanto luego de derrotar al ecuatoriano Álvaro Guillén y quedarse con el título del Suramericano JB1 que se disputó en Armenia, convirtiéndose en el primer colombiano en ganar un evento de esta categoría. “Me desmoroné. Te das cuenta de lo que has pasado para llegar a un instante como este y pasan por tu mente las derrotas, los sacrificios, los entrenamientos. Pero entiendes que esas cosas son necesarias para mejorar y crecer en este deporte”.

A primera vista Rodríguez da la impresión de ser muy enjuto para su altura (mide 1,77 metros y pesa 55 kilogramos). Y puede generar una sensación de fragilidad para quien lo ve. Pero en la cancha es bastante ágil, tiene un gran timing y golpea la pelota adelante, en el punto más alto. La ligereza le permite ser rápido y la inteligencia, leer el movimiento del rival para saber la dirección de la bola. Pocas veces pega sin tener buenos apoyos.

Y el brazo, como de manual, va por detrás del hombro luego del impacto. Pura aceleración. En la volea sabe mantener el antebrazo rígido y la cabeza de la raqueta arriba para atajar los latigazos que vienen del otro lado de la red. También sabe soltar la muñeca cuando hay que apelar a la sensibilidad. Y en el saque, arroja la pelota bien arriba, se impulsa para saltar y la toma de lleno aprovechando toda la extensión de su corporalidad. En resumen, un tenista bastante completo.

Más allá de la técnica y la táctica, y de las seis horas de entrenamiento diario, Rodríguez procura llevar una vida normal que le permita relajarse cuando puede hacerlo, compartir con la familia, los pocos amigos que quedan y así estar en comunión con él mismo. “Me gustaría pasar más tiempo con mi hermano, con mi mamá, pero hay veces que los viajes y las rutinas copan todo. Pero sé que la entrega trae recompensas”.

Con Alexánder, su papá, está casi todo el día, pues hace las veces de entrenador, preparador físico, psicólogo y motivador. Una multifuncionalidad obligada y necesaria en este punto de su carrera. “Es complicado diferenciar cuándo me está hablando como papá y cuándo como entrenador. No es sencillo. Entonces me hago a la idea de que me está regañando, de que se trata de algo personal, y no comprendo que es la exigencia natural de quien busca que seas mejor. He ido aprendiendo a diferenciar contextos y momentos. Y los resultados se están viendo”.

Rodríguez se graduó del colegio de manera virtual, pues a medida que el mundo del tenista juvenil lo fue colmando, cumplir con horarios de clases, tareas y exámenes se hizo complejo. “No era el mejor, pero tampoco el peor. Sabía que tenía que responder con un compromiso y lo hice”.

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Hace seis años, cuando debutó con título en su primer torneo nacional, Rodríguez supo con la cabeza, y con las tripas, que quería vivir de esto, que inconvenientes en el camino había por montones y que las caídas serían más didácticas que andar sin tropezones. Incluso que tratar de ser tenista profesional, en un país como Colombia, era un ejercicio de agonía pura por la falta de apoyo.

“No creen en este deporte. Y las grandes marcas te buscan cuando ya te has consolidado, no les interesa hacer parte del proceso. Y en ese momento ya no necesitas mucho. Es antes cuando te hace falta una mano que te impulse, que crea en lo que estás haciendo. Lo importante, como sucede en otros lados, es que haya un acompañamiento. No es sencillo ser tenista profesional en nuestro país”.

Por ahora, mientras los ahorros familiares y uno que otro patrocinador aguanten, Rodríguez no pretende desfallecer. Esta semana logró su mejor puesto en el escalafón de la ITF (45 del mundo), casilla que le da un tiquete a los cuadros principales de los torneos de Grand Slam. En otras palabras, ir a jugar a Europa: Roland Garros y Wimbledon. Algo muy costoso. “La única forma es mostrando mi trabajo, seguir construyendo una hoja de vida que sea llamativa, que alguien me vea y se la juegue por mí”.

Si bien hay un plan B (buscar una beca para estudiar en Estados Unidos gracias al tenis), Rodríguez conserva la esperanza de la gente sencilla, las ganas del que apenas está iniciando y un furioso arrebato de energía en la cancha para subir más y más.

“Hace unos días jugué con el 36 del mundo y me sentí cómodo. Pensé que la distancia de los que estaban en el top 100 del escalafón juvenil con el resto era abismal, pero me di cuenta de que puedo competirles, derrotarlos. Y eso lo he logrado gracias a la confianza que me dan mis papás y la poca gente que cree en mí”.

Rodríguez termina de entrenar, se toma un par de fotos con quienes ya lo reconocen por lo que ha hecho, por quienes repiten “mejor ahora porque cuando sea de los mejores del mundo ya no se podrá” y cierra este diálogo con una frase, no sin antes hacer una pausa meditabunda. “Lo tengo muy claro: cuando reciba mi primer pago por esto, porque todavía solo hay saldo en rojo, les compraré una casa a mis papás. Es una promesa que tengo que cumplir”.

Por: Camilo Amaya

En twitter: @CamiloGAmaya

Por Camilo Amaya - @CamiloGAmaya

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Astrid(p1nft)03 de abril de 2021 - 05:11 p. m.
¡Qué buen tenista, felicidades! Yo practico este deporte en las canchas de Compensar, son espectaculares: https://bit.ly/31KhbvS
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