La isla de deportes marineros

Hay unos disciplinas deportivas que no están en los juegos nacionales, pero que son parte de las tradiciones de esta isla naval, como esa campana que suena cada cuatro horas para recordarle a los hombres y mujeres de mar que el tiempo pasa. Son los deportes marineros, propios de ellos y de sus mares.

Pedro Mendoza
26 de noviembre de 2019 - 04:54 p. m.
La halada de Cabo, disciplina en la que dos grupos se colocan en cada extremo de un cabo, sujetan una especie de lazo y realizan la competencia. Triunfa quien logre que su contrincante pase una marca. Este campo promueve la fortaleza física y la comunicación en equipo para poder halar en el momento preciso. / Cortesía
La halada de Cabo, disciplina en la que dos grupos se colocan en cada extremo de un cabo, sujetan una especie de lazo y realizan la competencia. Triunfa quien logre que su contrincante pase una marca. Este campo promueve la fortaleza física y la comunicación en equipo para poder halar en el momento preciso. / Cortesía

La cita para los deportistas de esquí náutico fue en la Escuela Naval de Cadetes, una isla ubicada en Cartagena en donde se forman los hombres y mujeres de la Armada Nacional. El mar estaba tranquilo, el sol fue uno más de los testigos para ver a los deportistas de Antioquia, Bolivar, Bogotá, Cundinamarca, Santander y Valle. Mientras ellos competían en figuras, slalom, salto, overall y wakeboard, los cadetes seguían con su vida diaria que incluye deportes marineros como la halada de cabos y el lanzamiento de heavy line.

Lucía Palacios, de la delegación de Santander, se quedó con el oro en salto y slalom. Velocidad, fuerza y mucha agua de mar. La felicitan, habla con el piloto y el copiloto de la lancha. Ellos son parte importante en su equipo como esa cuerda fuerte que la conecta. Los cadetes la aplauden, pero en el mar las cosas son diferentes.

“Sí, nosotros no practicamos en agua salada, prácticamos en lagos en condiciones super óptimas, no hay viento, no hay olas, entonces salir acá es todo un juego mental porque tienes que decidir el momento y, de acuerdo a cómo estén las condiciones,  tal vez toca cambiar la técnica” le dice a El Espectador esta deportista de 21 años, que desde los 9 ya estaba encima de los esquís. “Yo vivo en un sitio que me es complicado practicar, Nueva York, practico en los veranos y cada seis meses que vengo a Colombia”. Se despide, la tribuna la aplaude y se va caminando con un sombrero que la protege del sol.

El contralmirante Francisco Cubides, director de la Escuela Naval de Cadetes, un hombre de mar, que sabe de la importancia del deporte, mira la competencia y dice: “ellos están acostumbrados a aguas más mansas, donde no hay brisa no hay oleaje, entonces venir al mar son otras condiciones que exigen mas dominio del cuerpo y de la técnica”. Sostiene que el esquí lo que busca son extremos, “así como ellos se enfrentan a situaciones diferentes, nosotros también lo estamos haciendo con las actividades en el mar”.

Caminamos un poco y empezamos a hablar de esta isla de Manzanillo y sus 44 hectáreas donde el deporte forma parte de la vida de los cadetes y complementa su formación naval militar.  

“Tenemos los deportes normales: fútbol, voleibol, takendo como ejemplo, pero también tenemos deportes muy nuestros como el tiro militar, la vela, natación, deportes subacuáticos, entre otros. Lo que hace un diferenciador al estar conectados con el mar”, afirma el almirante, que reconoce el deporte y su exigencia para “ser medallista donde este nos represente”.

En la isla las instalaciones de formación militar se mezclan con la pista atlética, el campo de fútbol, el coliseo de esgrima, áreas para lanzamiento de jabalina, martillo, salto alto, salto largo, piscina de competencia con sus carriles, una marina donde están las velas para los deportes náuticos y una pista de pentatlón militar con estándares internacionales, forman parte de los escenarios deportivos.

Pero hay unas disciplinas que no están  en los juegos nacionales, pero son parte de las tradiciones de esta Isla como esa campana que suena cada cuatro horas para recordarle a los hombres y mujeres de mar que el tiempo pasa. Son los deportes marineros, propios de ellos y de sus mares.

La halada de cabo, disciplina en la que dos grupos se colocan en cada extremo de un cabo, sujetan una especie de lazo y realizan la competencia. Triunfa quien logre que su contrincante pase una marca. Este campo promueve la fortaleza física y la comunicación en equipo para poder halar en el momento preciso.

Otra de estas tradiciones es el lanzamiento de Heavy Line, un peso circular que se envía a determinada distancia amarrado de un cabo, esto en la vida práctica se hace cuando los buques llegan a puerto. Este deporte logra afianzar la fortaleza y la exactitud.

"¿Quién no ha jugado fútbol navegando en el ARC Gloria?",  me dice el almirante, y recuerda cómo esa tradición se mantiene. Desde que el buque fue construido hace más de 50 años en la toldilla ubicada la parte de atrás del velero, una malla se coloca y se juega con una bola de trapo, mientras se recorren los mares del mundo, una tradición que se ha mantenido a través de la historia es la gloria de jugar futbol en la mitad del mar.

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Y en esta isla de las tradiciones, Santiago Rojas camina hacia la piscina, es su último año de los cuatro que lleva en la Escuela Naval. Una gran responsabilidad tiene en estos días relacionada con el agua y el deporte. Forma parte del equipo de las Fuerzas Deportivas Militares en los Juegos del Bicentenario. “La disciplina en la que yo me desempeño es el estilo mariposa, en la cual los tiempos que tengo me posicionan  bien a nivel nacional”, sostiene este joven que entrena a diario y que, además de su formación naval militar, estudia ingeniería electrónica. “Aquí nos enfatizamos en poder responder a la vida profesional y la vida deportiva también”.

Y así, en esta isla terminaron los días de esquí náutico donde la delegación de Bogotá obtuvo el primer lugar con doce medallas y Santander con nueve, todos compitieron en el mismo mar, ese que se hace cómplice del deporte de la tradición naval. 

Por Pedro Mendoza

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