En medio de la crisis, tres ligas femeninas

Aunque apenas llevan un par de meses de duración en Colombia, este año se disputan torneos semiprofesionales de fútbol, baloncesto y voleibol.

01 de diciembre de 2020 - 02:00 a. m.
Santa Fe-DIM y América-Millos,  semifinales de la Liga Femenina.
Santa Fe-DIM y América-Millos, semifinales de la Liga Femenina.
Foto: @MFCFem y @SantaFe

Toda crisis representa una nueva oportunidad. Y en medio de todas las dificultades que ha generado la pandemia del COVID-19, el deporte femenino colombiano ha salido a flote.

De hecho, como nunca en la historia se realizan tres torneos semiprofesionales de manera simultánea: la Liga BetPlay de Fútbol, la Superliga de Voleibol y la Liga Superior de Baloncesto, la primera en diferentes ciudades y las otras dos en Bogotá y Medellín, respectivamente, como sedes únicas.

Esos campeonatos se pudieron realizar en buena medida gracias al aporte del Gobierno Nacional, que a través del programa de reactivación del Ministerio del Deporte ha invertido cerca de $8.200 millones para el regreso de diferentes disciplinas.

Para la Liga de voleibol, por ejemplo, aportó $943 millones; $500 millones más para el baloncesto femenino, con una cifra similar para el masculino, y $1.400 millones para el fútbol.

Dentro del calendario de reactivación del Mindeporte también están programadas, en lo que resta del año, competencias de béisbol (la Liga profesional masculina comenzó el fin de semana en el estadio Édgar Rentería de Barranquilla), surf, porrismo, esquí, vela, entre otros.

“Las mujeres deportistas han sido fundamentales para el desarrollo de la sociedad colombiana, como lo demuestran sus medallas olímpicas y tantos otros títulos. Ellas pueden lograr mucho más que los hombres, y por esa razón las hemos apoyado no solo desde el punto de vista profesional, sino en las líneas de formación y desarrollo del talento”, asegura Ernesto Lucena, ministro del Deporte.

El funcionario, sin embargo, reconoce que no todo es color de rosa y que “la pandemia puso al descubierto muchas falencias del Sistema Nacional del Deporte, pero asimismo la resiliencia de nuestras mujeres que con paciencia y actitud propositiva esperaron y finalmente lograron sacar adelante tres ligas”.

Y aunque hay que valorar la gestión de las respectivas federaciones, ligas y clubes, que finalmente organizaron los torneos, hay muchos aspectos organizativos y logísticos para mejorar en el futuro. El primero, la preparación de los eventos y su duración.

Andrea Ospina Villamil, pasadora del equipo Uniquindío SAS, que juega la Superliga de Voleibol, explica que “inicialmente la idea era que se jugara los fines de semana en cada ciudad, pero se decidió hacerlo tipo burbuja. Estar cambiando las cosas genera desconfianza e inestabilidad para los clubes y patrocinadores que posiblemente quieran invertir, pero la pandemia cambió todo. A nosotras las garantías que nos dieron en el equipo eran la alimentación, la estadía, la posibilidad de estar becadas en la universidad y de trabajar en la región. Lo que se busca es que a futuro las deportistas puedan vivir del voleibol”.

Andrea admite que “fue bastante complejo regresar, porque estuvimos paradas durante la cuarentena. Ya para el torneo, Uniquindío nos concentró para entrenar y estar aisladas del virus. Tuvimos un mes muy pesado de prácticas a doble jornada y complemento físico de gimnasio. Luego trabajo de cancha, pues la universidad nos prestó los escenarios”.

Algo similar pasó con los equipos que participaron en la Liga Especial de Baloncesto. “Cuando supimos que el torneo se realizaría buscamos la forma de entrenar en canchas exteriores para entrar en ritmo y llegar bien. Algunas jugadoras teníamos las garantía de los transportes, el hospedaje y las medidas de bioseguridad para evitar los contagios. Una garantía económica que nos permitía estar más enfocadas y tranquilas a la hora del aislamiento. En esta primera versión contamos con mucho apoyo de InderMedellín. Para que el torneo tenga mayor relevancia y sea realmente profesional hace falta mucho más en múltiples ámbitos, no solo económico, sino también de medios y publicidad”, señala Gina Usme, jugadora de Guerreros de Bogotá.

Tatiana Ariza, jugadora de Millonarios en la Liga BetPlay Femenina, destaca los aspectos positivos de que se estén disputando los campeonatos: “Para nosotras es clave que nos conozcan más, que sepan nuestras historias, que sea más visible el deporte. Seguimos luchando por tener una Liga más sostenible, más estable, que dure más de tres meses, porque se juega muy poco, y así es complejo tener una estabilidad económica y laboral. Los procesos son claves y a eso le apuntamos, al apoyo económico de entidades públicas y privadas”.

Para el técnico de la selección colombiana de voleibol femenino, el brasileño Antonio Rizola, “el formato de los torneos es el ideal para este momento especial que vivimos. Es importante fortalecer la relación entre universidades y clubes, para que los atletas puedan entrenar y estudiar. Ojalá todos entendamos que el deporte profesional debe ser desarrollado por la gran función social y educativa que cumple”.

Aunque la mayoría de las deportistas que participan en las ligas femeninas no reciben salarios, sí cuentan con subsidios y apoyos económicos. En la medida en que se consoliden estos eventos y se realicen periódicamente y con una duración mayor, se podrá pensar en que todas tengan sueldo y se dediquen de tiempo completo a su respectiva disciplina.

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