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María Angélica Bernal y las dificultades como gran motivación

Jamas rendirse, el imperativo de la tenista número ocho del mundo que fue elegida como la mejor deportista paralímpica de 2020.

Javier González Penagos
12 de diciembre de 2020 - 11:00 p. m.
María Angélica lidera con sus papás una escuela para enseñar a jugar tenis a niños en condición de discapacidad. “Allí son libres”, dice. / Jose Vargas
María Angélica lidera con sus papás una escuela para enseñar a jugar tenis a niños en condición de discapacidad. “Allí son libres”, dice. / Jose Vargas

La primera competencia que tuvo que encarar María Angélica Bernal en el tenis parecía la más simple de todas: sentarse en una silla de ruedas. No solo ella —que nació sin su pie derecho— sino sus padres eran escépticos y se resistían a que tuviera que depender de la silla para moverse.

Desde siempre había sido formada para caminar, montar bici o practicar otros deportes de forma independiente y sin otra ayuda que la de su prótesis. Sin embargo, su verdadero equilibrio y lo que la ha mantenido en pie hasta ahora no ha sido una prótesis o silla; no. Todo se desprende de su carácter, disciplina y determinación.

“Sentarme en la silla de ruedas lo veíamos como un retroceso o limitación, pero fue todo lo contrario. Es el complemento de mi cuerpo y lo que me permite ser rápida en la cancha. Me di cuenta de que podía llegar a bolas lejanas y no debía permanecer estática. Ahora podía moverme libre por toda la cancha sin el miedo de que me iba a caer o no iba a llegar”, admite hoy, recordando que, incluso, su papá aprendió a usar la silla para ver el grado de dificultad que implicaba.

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Si bien María Angélica, al principio, aprendió con una silla grande e incómoda, a lo que se sumaron machucones y entender que la raqueta debe ir al mismo tiempo que el dispositivo, terminó siendo una referente nacional.

“Al principio fue con sillas gigantes y pesadas. Luego mi familia me compró la primera silla especial, hecha a mi medida. Siempre he sido muy independiente y cuando tuve mi silla dije que quería ser profesional. No empiezo algo para dejarlo a medias”.

Una muestra de ese carácter fue lo que vivió hace tres años. Apenas tres días después de viajar a una competencia en Europa se enteró de que su abuelo materno, don Luis Horacio Villalobos, había fallecido. No era un familiar cualquiera, sino nada menos que quien le enseñó a caminar.

Sin embargo, en medio de la zozobra y el desconsuelo, decidió continuar con su calendario y aun cuando le propusieron devolverse, sabía que la mejor forma de honrarlo era haciendo lo que él siempre le pidió: tener fortaleza y no rendirse.

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“Los abuelos son importantes para todos, pero para mí más porque junto a él aprendí a caminar. Me enteré cuando tenía que entrar a un partido de dobles. Mi pareja, una chica de Estados Unidos, me dijo que si no queríamos jugar no había problema y entendía, pero yo sentía ese deber de despedirlo jugando en la cancha. No hubo día en el que no lo llorara, pero gané un torneo en Barcelona”.

Situaciones como esa explican con creces por qué María Angélica es una de las ocho mejores del mundo del tenis en silla de ruedas, según el escalafón de la Federación Internacional de Tenis (ITF, por sus siglas en inglés). Por supuesto, ella no puede pasar por alto la semblanza de sus padres, Nelly Villalobos y Miguel Ángel Bernal.

“Siempre me mostraron que la discapacidad no era una limitación. Siempre me impulsaron a más: si quería bailar, saltar o hacer deporte ellos me ayudaban para adaptar las cosas y poder lograrlo. Son parte fundamental de la deportista y persona que soy. Me formaron como alguien que no ve límites, sino que ve en cada dificultad una oportunidad”, explica con emoción María Angélica, quien también está a meses de sumar otro título a su estantería: el de profesional en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos.

Aunque se podría pensar que esa carrera no guarda relación con su rol como deportista de alto rendimiento, vaya que sí está en armonía.

“Desde pequeña sentí una responsabilidad social. Llevaba dos años jugando tenis y con mis papás montamos una escuela sin ánimo de lucro que se llama Semillas sin Barreras. Les enseñamos a niños con discapacidad física a jugar tenis. Muchos de ellos y sus padres creen que existen limitaciones. Cuando entran a la cancha son completamente libres. Desde mi carrera, vi que podía estar en una organización nacional o internacional ayudando al deporte”.

Después de superar lesiones que la han marginado de la cancha hasta por ocho meses y la han llevado incluso a pensar que no podrá volver a jugar o mantener su desempeño, María Angélica sigue con su preparación para ser la mejor. Ya sorteó la pandemia y logró sacarle jugo, al punto que se fortaleció y viajó al US Open en plena emergencia. Su próximo desafío será Tokio en 2021.

La vida le puso un reto superior al de la mayoría. No perdió; por el contrario, lo que ganó fue carácter para afrontar obstáculos y la determinación para cumplir sus sueños. “No dejo de trabajar para ser la número uno. Eso marca diferencia y deja huella”.

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beb(lam85)13 de diciembre de 2020 - 07:39 p. m.
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