Orlando Duque: “Paré de competir, pero seguiré saltando”

El caleño de 45 años, el mejor saltador de gran altura de todos los tiempos, puso punto final a su carrera profesional. Sin embargo, seguirá trabajando para el desarrollo de su deporte.

Luis Guillermo Montenegro Silva / @Luisguimonte
29 de septiembre de 2019 - 04:10 a. m.
Cortesía Red Bull.
Cortesía Red Bull.

Las aguas del río Nervión, en Bilbao, España, fueron las últimas en las que se sumergió Orlando Duque en una competencia oficial. La plataforma estaba justo al lado del Museo Guggenheim, y a los alrededores centenares de personas que estaban pendientes de la despedida del máximo exponente de los saltos de altura. Letreros con su nombre, máscaras con su rostro impreso, banderas de Colombia y aplausos. “Fue muy emocionante. Venía preparándome todo el año para lo que iba a sentir, pero nada lo puede preparar a uno para eso”, le contó el vallecaucano de 45 años a El Espectador, en un diálogo en el que recordó sus inicios y cómo se terminó convirtiendo en la leyenda de los saltos de gran altura. Dice que fueron entre 10.000 y 15.000 en 25 años de carrera. Anunció que paró de competir, pero no dejará de saltar.

¿Se imagina su vida sin el deporte?

No tengo ni idea que hubiera sido. Jugué fútbol e hice judo. También, como todo niño, quise ser policía o bombero. Estudié ingeniería, así que tal vez sin el deporte hubiera terminado como ingeniero.

¿Hubiera sido un ingeniero tan exitoso como lo fue como deportista?

De haber seguido mi carrera, creo que hubiera podido hacer algo interesante y exitoso. Ese fue el tiempo cuando la telefonía celular estaba apenas empezando a coger fuerza, la internet también, así que creo que veía posibilidades. Amigos que estudiaron conmigo en la Universidad del Valle son muy exitosos.

¿Quiso ser futbolista?

Jugaba fútbol, pero no lo hacía en un equipo especial ni en un club, sino con amigos ahí en la calle. Hace muchos años, en las piscinas panamericanas de Cali, antes de que existiera la cancha de voleibol de playa, era un pastal y nos reuníamos, peloteábamos y nos divertíamos, pero nada serio.

¿Cómo jugaba, en qué posición?

Yo era muy malo. No se si es que me daba pereza o qué, pero era muy malo. Al final me puse a jugar de arquero porque me gustaba más esa posición, pero me aburrí.

¿Qué fue lo que más le llamó la atención de la piscina de la Unidad Panamericana?

Ese azul oscuro de la profundidad de la piscina de clavados. Miraba la piscina de natación y no la veía tan interesante, mientras que la piscina de clavados la veía como algo emocionante. Creo que eso fue de las primeras cosas que me atrajeron a este deporte.

¿Cómo recuerda ese primer momento en un trampolín de piscina?

Los primeros saltos uno los hace desde la orilla de la piscina, desde el bordecito. Recuerdo estar ahí parado, listo para saltar, pero dudando si sabía nadar o no. Había nadado en piscinas, pero siempre uno tocaba el fondo. Esto es una piscina de cinco metros, eso ni se ve el fondo, por eso estaba asustado. Luego de que salté, ya salí contento, sabía que esto me iba a gustar mucho.

¿Cómo se le fue quitando ese miedo?

Ese miedo no se quita, siempre estuvo ahí desde el primero hasta el último salto. Entiendo el riesgo al que uno se enfrenta en un clavado.

¿Cuál es el consejo que más recuerda de Édison Collazos, su primer entrenador?

Él se enfocaba mucho en la técnica y la elegancia de los clavados, los jueces miran eso, así que él siempre nos recordó y se preocupó por eso. En gran parte el éxito de mi carrera fue que mi técnica siempre fue muy limpia.

¿Cómo eran esas caminatas desde su casa en el barrio Guayaquil hasta las piscinas?

Era una recocha, yo iba con mis amigos. Éramos jóvenes que pasábamos muy bueno. De regreso parábamos en una panadería y tomábamos gaseosa con pan. Era como un ritual por las tardes.

¿Jael y Félix, sus padres, alguna vez le prohibieron saltar por miedo a que algo pasara?

Ellos nunca me prohibieron saltar porque confiaban mucho en mí. Me veían entrenar y prepararme muy bien. A veces, si no hacía mis tareas y no cumplía mis deberes, no podía ir a la piscina, así que eso hizo que me esforzara para cumplirles en todo.

¿Cuál fue su primer gran logro en los clavados?

En piscina fui campeón nacional, gané medallas para las Fuerzas Armadas cuando estuve en el servicio militar, fui selección Colombia varios años y gané medallas de bronce en Suramericanos y Centroamericanos. En los de gran altura mi primer logro fue la medalla de plata en el Mundial de 1999. En la primera competencia quedar de segundo fue increíble.

¿Qué significa Mario Olave en su carrera?

Fue el pionero de los clavados de altura. Él se fue a trabajar en shows desde hace muchísimos años. A él lo conocí en Argentina en 1989, nos hicimos amigos allá, luego me lo volví a encontrar en Colombia, como en el 95, y él fue quien me enseñó todo lo que se necesitaba para hacer los shows y comenzar a hacer clavados de gran altura. Fue quien me dio el contacto para irme a trabajar a Austria y eventualmente llegué allá.

¿Cómo se dio su llegada a Viena?

Mario estaba trabajando en un show ahí cerca de Viena y necesitaba a un clavadista, porque un gringo que hacía eso se había ido. Me llamó a mí. Eso tenía que ser urgente, así que empaqué y me fui para allá. Llegué como en abril a aguantar frío, pero era emocionante para mí comenzar a trabajar en algo que me gustaba mucho y que iba a disfrutar.

¿Lo de trabajar en una atracción de circo fue más por necesidad que por vocación, pero ese fue el punto de partida?

Sí, eso fue más por la necesidad que tenía de ahorrar dinero para poder terminar la universidad, pero al menos era lo que me gustaba hacer. Era un contrato seguro, firmé por tres años y el pago era bueno. No estaba de aventura, pero claramente no era mi primera opción porque lo que quería era estudiar. Estando allá fue que me di cuenta de que había una competencia mundial, que tenía para ganar, entrené y en mi primera prueba fui segundo y me quedé en ese cuento.

¿Cómo fue su primer salto en gran altura? ¿Recuerda el lugar y el momento?

Fue al sur de Suiza, en el Mundial de 1999, en un cañón superbonito. Estaba muy emocionado. Mi entrenamiento lo estaba haciendo como desde 21 metros y la competencia era de 24, entonces tenía miedo. Pero una vez comencé, los saltos salieron bien. Terminé segundo, algo único.

¿Entre todos los lugares que conoció y de los que saltó, cuál fue el que más lo marcó por su belleza?

Acá en Colombia, en Malpelo, eso es un espectáculo. Las cataratas Victoria en Sambia, también. Italia me gusta mucho y la Antártida es de los sitios más imponentes que he visto.

¿Cuál es el susto que más recuerda?

Entrenando en Cali, una vez perdí la orientación y entré casi acostado al agua. Terminé en el hospital, me hicieron exámenes de todo y afortunadamente estaba bien. También, en una competencia en Dubái, que fue de noche, perdí el control en el aire, di vueltas de mala forma, pero afortunadamente entré al agua bien. No saber hacia dónde iba cayendo me dio pánico.

¿Más o menos cuántos saltos hizo?

Llevo 25 años en esto, diría que entre 10.000 y 15.000.

¿Cuál fue el mejor y el peor?

El que está en el libro Guiness Records, que lo hice en el año 2000. Es un doble atrás con cuatro giros, los siete jueces me dieron 10 puntos. Ese está como el clavado perfecto. El peor, además de esa caída entrenando en Cali que ya mencioné, fue uno en competencia en el que me desconcentré e hice algo diferente, por lo que los jurados me terminaron dando cero puntos.

¿Cuál fue el momento más especial que le dejó su carrera?

La medalla de Oro en el Campeonato Mundial de Natación en Barcelona, en 2013. Fue la primera medalla que logró Colombia en un evento de este tipo.

¿De qué se arrepiente?

De nada. Lo que haya sido bueno y malo me toca asumirlo porque por alguna razón lo hice.

¿Hay algo que le haya faltado por hacer?

Ir a unos Juegos Olímpicos. La idea es ahora trabajar para poder incluir el deporte en unos Olímpicos y poder llevar un equipo colombiano fuerte en el futuro.

¿Cómo fue su último salto?

Hace poco en Bilbao, España. Fue muy emocionante. Venía preparándome todo el año para lo que iba a sentir, pero nada lo puede preparar a uno para eso. La gente estaba apoyándome mucho, me hicieron sentir algo muy lindo.

¿Qué planes tiene?

Seguir vinculado al deporte. Estoy en el comité de atletas de la FINA, quiero seguir empujando para que el deporte crezca. Voy a construir un centro de entrenamiento aquí en Cali, así que quiero es trabajar por esto.

¿Cómo es su vida ahora?

Sigo entrenando y preparándome porque paré de competir, pero seguiré saltando. Voy a hacer unos proyectos todavía de aventura, así que tengo que estar en buena forma. Todavía no ha cambiado mucho mi vida, pero de pronto en los próximos años sí pasará. Ahora sigo casi que con la misma rutina de antes.

¿Ahora le gustaría formar una familia junto a su esposa Catalina?

No, la verdad es que con Cata tomamos la decisión de no tener hijos. Tenemos dos gatas hermosas que nos hacen felices. Eso lo decidimos desde hace mucho tiempo y estamos dedicados al trabajo, a hacer nuestras cosas y disfrutar el uno del otro.

¿Se quedará en Cali?

Sí, este es el sitio donde aprendí todo. Hace dos años regresé después de estar 20 años por fuera, y aquí me quedo. En Cali se vive muy rico.

Por Luis Guillermo Montenegro Silva / @Luisguimonte

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