Oswaldo Pinilla y el toque de humanidad que transformó las pesas

Desde su llegada a la dirección técnica de la selección de Colombia, el país ha tenido un nuevo impulso en la halterofilia.

Juan Sebastián Lombo / @JuanLombo
15 de diciembre de 2019 - 02:39 a. m.
Oswaldo Pinilla, técnico de la selección colombiana de pesas, mejor entrenador de 2019 en Colombia. / Nelson Sierra Gutiérrez
Oswaldo Pinilla, técnico de la selección colombiana de pesas, mejor entrenador de 2019 en Colombia. / Nelson Sierra Gutiérrez

Los mejores resultados en la historia de la selección colombiana de pesas se dieron gracias a una serie de malentendidos. Oswaldo Pinilla, actual entrenador del combinado patrio, comenzó en el mundo de la halterofilia debido a una confusión en el interior del Ejército. En 1980, Pinilla fue convencido por Valentín Gamboa, actual entrenador de la selección de atletismo de Colombia, para que entrara a hacer curso de suboficial en las Fuerzas Militares: “Ándate pa las Fuerzas Armadas. Allá te irá muy bien. A ti te gusta mucho el deporte”. Pinilla no alcanzó a estar ni un día en el Ejército cuando ya formaba parte de los equipos de boxeo, atletismo y pesas -un deporte del que tenía pocos conocimientos- para competir en el interescuelas de las Fuerzas Militares.

“Gané en 10.000 metros, en boxeo también tuve oro y en levantamiento de pesas quedé segundo. Eran unos registros muy bajitos porque no había muchos levantadores de pesas buenos”, señala el entonces suboficial, quien luego se ríe y dice: “Pensé que iba a ser escogido para la Liga de Atletismo o la de Boxeo, incluso alcancé a participar en dos Juegos, pero entonces ascendí y me mandaron a combate”, señala Oswaldo Pinilla, asegurando que participó en cruentas confrontaciones con el Epl.

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“Estuve nueve meses en combate, hasta que me trasladaron a la Liga de Levantamiento de Pesas, en Cali. Alguien me solicitó y no tengo idea quién fue”, cuenta el exitoso entrenador, para luego añadir que uno de los coroneles apenas lo vio le dijo: “¿Cuál deporte? Usted va es para una contraguerrilla”. Aunque hoy se ríe, Pinilla recuerda el temor de dicha época, pues nuevamente lo enviaban al monte, esta vez a El Palo, Cauca. Estuvo allí cinco meses hasta que una orden administrativa lo trajo de vuelta a Cali. “Hubo una revista y todos los miembros del batallón tenían que estar donde fueron asignados. El coronel que me había mandado a combate se metía en problemas si yo no estaba en la Liga. Entonces ese coronel incluso mandó un taxi a recogerme de urgencia, contó el entrenador.

Ya en la capital del Valle, Oswaldo Pinilla se encontró con un nuevo problema: no sabía casi nada de pesas. “Un sargento me dijo que estaba en el lugar equivocado, porque yo practico boxeo y atletismo. Pero le respondí que yo aprendía. Al final me salvó que él era de Pereira como yo: ‘Usted es paisano mío, le voy a dar una oportunidad’”, cuenta asombrado de su suerte. Ya allí comenzó la práctica competitiva de pesas, pero como él mismo señala: era tarde, pues tenía 23 años. Sin embargo, se quedó en los gimnasios del Ejército. Allí se convirtió en el monitor de un entrenador de pesas que solo se aparecía a entregar un plan de prácticas cada ocho días.

Ese fue el comienzo de su carrera de entrenador. “Hice algunos cursos y en 1988 me hice cargo de la Liga de Pesas del Ejército. Su destacada labor en los Juegos Nacionales, entre 1996 y 2004, lo llevó a poner una importante cantidad de pesistas en el seleccionado nacional y ganarse el derecho a ser invitado como entrenador asistente de la delegación que dirigía el búlgaro Gantcho Karouchkov.

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“El profesor era un entrenador muy duro, rudo, con un sistema muy europeo, pero que había hecho un cambio en la mentalidad de nosotros. Eso tenemos que agradecerle. Entrenábamos para el nacional, pero este señor nos ubicó en el contexto global. Tanto que ganó la medalla olímpica con María Isabel Urrutia en el 2000”, asegura.

Pinilla se ganó un lugar en la selección, sin importar ni siquiera los choques en el equipo en 2007 y 2008. El maltrato del búlgaro a los deportistas y los entrenamientos sin tener en cuenta el concepto de los pesistas llevó a que varios de ellos, como Óscar Figueroa, pidieran la salida del europeo.

Para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, Figueroa pidió que Oswaldo Pinilla fuera su entrenador personal, debido a que ya habían trabajado juntos en el Ejército. “La medalla de plata que lograron fue la llave de Oswaldo para consolidarse como entrenador principal”, asegura John Vargas, expesista y amigo de Pinilla.

La revolución en la selección fue inmediata. Pinilla reemplazó la rigidez búlgara con un modelo propio. “A pesar de ser un sargento retirado del Ejército, es un ser muy sensible, es una persona muy tranquila y respetuosa. Eso sí, como buen militar es disciplinado y apasionado. Oswaldo está todo el tiempo viendo qué puede mejorar, qué puede hacer, qué trabajos puede hacer”, agrega Vargas, para quien el pereirano tiene un estilo paternal y de amistad con sus entrenados: “Le gusta saber mucho de la vida del atleta. Él no se queda con el trabajo del gimnasio, sino que busca trabajar con la persona”.

En eso coincide Francisco Mosquera, uno de sus pupilos, que destaca el enfoque diferenciado que Pinilla tiene con cada uno de ellos. “Es un psicólogo, nos tiene un plan individualizado. Trabaja en nuestra fortaleza mental y nos confronta: ‘¿Entonces vas a botar todo lo que has trabajado y vas a rendirte? Háblame claro, voy contigo, necesito saber que vas conmigo”.

Pinilla y sus dirigidos concuerdan en que el éxito de la selección de pesas se debe a la disciplina y al trato humano que les da. “El profesor es rígido en que uno entrena o entrena, pero si uno no puede hacer un ejercicio, pues se los cambia, pero uno no puede irse del gimnasio sin la idea de que salió fortalecido”, concluye Mosquera, una de las principales cartas para Tokio 2020.

Por Juan Sebastián Lombo / @JuanLombo

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