Ryder Cup, honor y tradición por encima del dinero

La edición 42 de la Copa Ryder culminó este domingo en Le National Golf Club de París, escenario en el que Europa venció a Estados Unidos por un total de 17/2 puntos contra 10/2.

Juan Manuel Morales Calderón / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
01 de octubre de 2018 - 03:00 a. m.
Europa ganó la Ryder Cup 2018. / AFP
Europa ganó la Ryder Cup 2018. / AFP

En un deporte en el que en la actualidad los profesionales compiten por grandes sumas de dinero, hay un trofeo donde el honor vale más que cualquier premio monetario. Se trata de la Copa Ryder, evento que se realiza desde 1927 y que cada dos años reúne a los 12 mejores jugadores de Europa y Estados Unidos, respectivamente.

Dicen que el golf atrapa a las personas y Samuel Ryder fue el ejemplo perfecto de ello. Este empresario inglés empezó a jugar golf después de los 50 años por recomendación médica y fue tan fuerte su afición que decidió contratar a Abe Mitchell, uno de los mejores jugadores de la época, para que fuera su instructor.

Ryder jugaba golf como pasatiempo pero nunca fue un buen jugador. Sin embargo, un día fue a ver una exhibición entre golfistas británicos y estadounidenses y prometió crear un evento que cambiaría la historia del golf.

Lo dijo en medio de unos tragos en un viejo bar inglés y pocos le creyeron, ya que pensaban que lo decía por la euforia del licor. Pero Ryder tenía todo planeado y con su fortuna reunió a los mejores golfistas de Europa y Estados Unidos para enfrentarlos, con el fin de que los aficionados se deleitaran viendo a las figuras.

La Ryder debutó en 1927 y la idea era jugar cada edición en Gran Bretaña y Estados Unidos. Los enfrentamientos entre los mejores jugadores de la época se empezaron a oír en todo el mundo del golf y desde ese momento se convirtió en un hito. Dos potencias en la que sus jugadores siempre lucharon por salir victoriosos.

Hasta 1977, Estados Unidos puso la balanza a su favor hasta que se permitió la inclusión de jugadores europeos no nacidos en Gran Bretaña. Fue gracias a eso, y al gran nivel de nuevas figuras como el español Severiano Ballesteros, que la Copa Ryder se convirtió en una especie lucha territorial, en la que cada dos años los visitantes sienten la presión como si se tratara de un clásico del fútbol argentino.

Ryder murió en 1936 pero dejó un legado único en el golf que lo hace diferente a otros deportes. La tradición, respeto y valores que hoy se mantienen se ven reflejados en los golfistas actuales que compiten en la copa. No juegan por dinero, como siempre ocurre, lo hacen por respeto a quien 60 años antes promovió el golf por simple pasión.

@JuanmaMoralesC

Por Juan Manuel Morales Calderón / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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