Se va a vivir una vida común y corriente: el adiós al tenis de Mariana Duque

Se cansó de los viajes, del despertador, de los momentos perdidos. No sabe qué vendra, pero solo tiene una intención: disfrutar. Un verbo ausente en los últimos años.

Thomas Blanco - @thomblalin
12 de abril de 2019 - 03:00 a. m.
Archivo
Archivo

¿Planes? No hay. No tiene idea de qué va a hacer o qué viene en su vida, si seguirá ligada al tenis o si emprenderá algún proyecto personal. El amor tocó a su puerta y llegó la hora. La hora de recuperar el tiempo perdido, de los almuerzos de domingo, de las noches en vela con Netflix. La hora de disfrutar.

Ese verbo imprescindible en la carrera de todo deportista. Porque el amor de Mariana Duque hacia el tenis no era el mismo, algo había cambiado. Pensamientos que la gobernaban, le susurraban que pintara el punto final. “Son épocas que a uno le llegan”, pensó. Y se tomó seis meses de respiro, sin el tenis, sin su tenis.

La conclusión fue muy difícil de digerir, había que aceptarla: no le hacía falta. Estaba cansada del trajín de ser deportista profesional. La gente, afuera, solo se queda con los resultados. Ellos, con el promedio de 265 días de los 365 del año que están fuera de casa.

Una rutina ininterrumpida de 18 años, 14 de ellos como profesional. Ahora, el sueño de tener esa infravalorada vida común y corriente.

“Tengo que ser sincera: es difícil dejar lo que hiciste toda tu vida. Estuve un año dudándolo, lo tenía decidido desde septiembre del año pasado. Soy una persona callada, me lo guardé. Así ganara, llegaban esos pensamientos de parar. Y cuando lo hice, realmente no lo extrañé”, le dijo la bogotana de 29 años a El Espectador en el sexto piso del edificio Colsánitas de Bogotá, en donde, entre lágrimas, confirmó su retiro definitivo del deporte blanco.

Los agradecimientos tuvieron una dedicatoria especial: para Alejandro Pedraza, su entrenador, pero sobre todo su confidente en todo su periplo como deportista. Momentos de alegría, de tristeza, pero de apoyarse el uno con el otro.

“Muchos quisiéramos que siguiera. Pero son ciclos y los ciclos se cumplen. Y aunque no los aceptemos, nos toca, porque esas son las leyes de la vida. Estos son los partidos más difíciles que nos toca jugar”, apuntó Pedraza con voz quebrada.

Dos momentos, los más renombrados de su carrera. El primero, ese Roland Garros Junior de 2007 en el que fue subcampeona. Y tres años después levantó el título más importante de su carrera, de los 21. El único WTA: la Copa Colsánitas de Bogotá.

“Fue muy lindo. De niña veía compitiendo a Fabiola Zuluaga el torneo, que ganó en cuatro ocasiones, y me decía: ‘Algún día espero estar en su lugar’”.

Y así fue. Número 66, el dígito que siempre va a guardar en su memoria. El de su mejor escalafón, que llegó el 12 de octubre de 2015. Avanzó hasta la tercera ronda de Roland Garros y US Open, compitió en dos ediciones de los Juegos Olímpicos, representó por una década al país en la Fed Cup. “Puedo decir que convertí en realidad todos mis sueños”, agregó.

La posta la tomarán Emiliana Arango (18 años), María Camila Osorio (17) y Jessica Plazas (17), el recambio generacional del tenis femenino.

Siguió la estela de sus compañeros del Equipo Colsánitas, Alejandro Falla y Santiago Giraldo. El primero se retiró hace poco más de un año y el segundo necesitó tomarse un semestre sabático para recuperar el amor por el tenis.

Ahora, Mariana acompañará a sus compañeros desde afuera. Hoy se despertó a las 7 a.m., como de costumbre. Eso sí, sin agenda, despertador, dietas, gimnasios, pasaportes. Esta vez con una vida común y corriente. Con una vida feliz.

Thomas Blanco- @thomblalin

Por Thomas Blanco - @thomblalin

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar