Travesía Burbujas, un homenaje a la triatleta Hannah Davidson Pava

Esta vez había que nadar y terminar. Se tenían que dejar el alma y el corazón en las aguas de la represa de Prado, en el departamento del Tolima.

Redacción deportes
12 de diciembre de 2018 - 02:00 a. m.
La triatleta Hannah Davidson dejó una enorme huella en el deporte bogotano. /
La triatleta Hannah Davidson dejó una enorme huella en el deporte bogotano. /

La Travesía Burbujas, la número 35, no buscaba marcas ni reconocimientos. Había un propósito especial. Esta vez se sintió la compañía y la energía de un ángel. Se le estaba rindiendo un homenaje a la bella Hannah Davidson Pava, la alumna, la gran hija, la buena hermana, la amorosa nieta, la incondicional amiga, la deportista, quien tristemente perdió la vida el pasado 2 de mayo en un accidente absurdo, cuando entrenaba en su bicicleta entre Bogotá y La Vega, con el deseo de convertirse en una de las mejores triatletas del país.

Pero el tiempo no le alcanzó para lograrlo, pues todos los sueños y las ilusiones terminaron en un drama y debajo de las ruedas de una tractomula, en un miércoles nefasto para toda su familia y para quienes tuvieron la fortuna de conocerla, porque ese día un conductor no advirtió su presencia, llevándose por delante todos sus sueños.

Hannah nació en Bogotá el 2 de mayo de 2002 y, como dicen sus abuelas, vivió con intensidad, a ritmo acelerado, como si supiera que su tiempo era corto y limitado. Pero dejó huellas imborrables en cada lugar. En la Escuela de Natación Burbujas, adonde llegó y comenzó a ser “pulida” por su entrenador Álvaro Ruiz; en los colegios San Patricio y Retos, en la escuela de ballet de Sonia Osorio, en las canchas de tenis, en las pistas de patinaje y en el triatlón, así como en todos los miembros de su familia.

Porque era hiperactiva, pero a la vez tímida y silenciosa, generosa en sonrisas, humilde, sensible, respetuosa, disciplinada, viajera y todoterreno. Hannah no era famosa, pero era una niña feliz.

Ella quería volar, pero le cortaron las alas. Fue alumna destacada, como lo recuerda con nostalgia Carlos Niño, el director de Burbujas y artífice del sentido homenaje.

Hannah pasó luego a la Cruz Roja y a la Escuela Guaraní del Complejo Acuático del Centro de Alto Rendimiento. Pero las piscinas le quedaron pequeñas y por eso encontró en el triatlón, disciplina exigente que combina la natación con el ciclismo y el atletismo, un espacio para desplegar toda su energía.

Pero allí la estaba esperando la tragedia, porque había que salir a la ruta, como estaba establecido dentro del programa de Semillero Cender, de la Escuela Colombiana de Triatlón. Hannah alcanzó a participar en un acuatlón y en el triatlón de San Andrés, en el que ocupó el sexto lugar, además de ser preseleccionada para los Juegos Nacionales Sub 19. Pero la vida no le alcanzó para más. Por eso todos quienes la recuerdan con cariño quieren que su muerte no sea en vano, en especial su padre Harry Davidson, quien a pesar de no encontrar explicaciones y aún con la herida abierta está sacando fuerzas para salir adelante. Él no se quiere quedar en lamentos ni ser visto con lástima y por eso se dio a la tarea de crear la Fundación Hannah Davidson, a la cual le dio vida el pasado 28 de mayo, precisamente cuando Hannah debía haber cumplido 16 años.

“La idea es poder concientizar al conductor y a todos los actores viales que tengan respeto hacia los ciclistas y motociclistas. Es importante tener en cuenta que la vía es de todos y que cada uno tiene responsabilidades y derechos. Tenemos que partir de la base que debe existir un respeto hacia los demás y si lo hacemos se puede evitar la pérdida de muchas vidas. Si con las acciones de la Fundación se crea conciencia y se logra salvar a una persona, entenderé que la muerte de mi hija tuvo un propósito. Por eso la idea es liderar campañas pedagógicas para disminuir la mortalidad en las vías. Lo sucedido con mi hija no se puede quedar en una simple estadística y nada más”, expresó con firmeza pero a la vez con profundo dolor el padre de Hannah.

Por eso el 1° de diciembre pasado será recordado como el día en que muchos de sus compañeros dijeron “presente”, en especial su pequeño hermano Juan José, quien se integró al grupo en los últimos metros para recordar a la Libélula, como le decía una de sus abuelas. Porque el “Hannah, Hannah, Hannah” que se escuchó en cada rincón de las 4.300 hectáreas de la represa de Prado debe perdurar y servir como un ejemplo. Hannah, ese día, volvió a vivir y lo seguirá haciendo por medio de la Fundación liderada por su padre. Porque como lo dijo de manera contundente el pequeño Juan José, al escuchar de su padre que las autoridades le habían dicho que el conductor no salió a matar: “Hannah tampoco salió a morir”.

 

Por Redacción deportes

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