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Río no está para los Juegos Olímpicos

La corrupción, la recesión y las protestas sociales enfrían el ambiente preolímpico, en un país que hace pocos meses tuvo el reto del Mundial de Fútbol. Brasil vive entre críticas de movimientos ciudadanos.

Pedro Cifuentes / Rio de Janeiro 'El País'
09 de marzo de 2015 - 03:07 p. m.
Luego del desafío de ser el país sede del Mundial de Fútbol, a la presidenta Dilma Rousseff le espera el reto de los Juegos Olímpicos.  / EFE
Luego del desafío de ser el país sede del Mundial de Fútbol, a la presidenta Dilma Rousseff le espera el reto de los Juegos Olímpicos. / EFE

Los organizadores de Río 2016 elucubran estos días sobre qué evento organizar para calentar el ambiente preolímpico, el próximo mes de abril, cuando queden sólo 500 días para la inauguración de los primeros Juegos celebrados en Latinoamérica. La atmósfera es muy diferente a la de hace un año, hasta el punto de que el vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, John Coates (aquel que hace un año habló dramáticamente de los “peores” preparativos de la historia), se refirió esta semana, de visita en la ciudad maravillosa, “al gran progreso” logrado por el comité organizador. Hay retrasos en las obras, aunque existe unanimidad acerca de que las instalaciones se acabarán a tiempo. La inseguridad ciudadana continúa, pero Río ya demostró en la Copa del Mundo que sabe cómo blindarse para no estropear una buena fiesta. En realidad, no se habla mucho de los Juegos en Río de Janeiro; hay más bien preocupación por todo lo que les rodea.

Río va a gastar 12.000 millones de euros en los Juegos, una cantidad que las autoridades defienden como una inversión transformadora del legado urbano, pero que genera fuertes críticas en movimientos sociales a medida que el país coquetea peligrosamente con la recesión y el gobierno efectúa un urgente ajuste fiscal, incumpliendo sus promesas electorales. Esta segunda gran demostración de prestigio nacional (tras la organización del Mundial) encuentra un país psicológicamente desgastado y polarizado por las últimas elecciones, muy diferente al gigante eufórico que arrebató en 2009 la candidatura a Madrid a hombros de su entonces presidente, Lula da Silva. Ambas marcas, la de Lula y la de Brasil, han perdido fuste ante el implacable avance de la Operación Lava Jato, que ha desmontado una trama gigantesca de corrupción en el seno de la mayor empresa pública de Latinoamérica, Petrobrás, hoy la petrolera más endeudada del mundo, y acecha peligrosamente al Partido de los Trabajadores.

Aunque pocos mencionan el asunto, la onda expansiva de la Lava Jato alcanza también a los Juegos. Al menos siete constructoras implicadas en el escándalo (Odebrecht, OAS, Queiroz Galvão, Andrade Gutierrez, Camargo Corrêa, Mendes Junior y Carioca) participan en 11 proyectos considerados esenciales para los Juegos, tanto en materia de instalaciones (Parque Olímpico de Barra o Villa Olímpica, por ejemplo) como de movilidad urbana (Línea 4 del metro). Diversos especialistas opinan que, en algún momento de los próximos 18 meses, estas compañías pueden tener serias dificultades para mantener su salud financiera y el ritmo de las obras. El alcalde de la ciudad, Eduardo Paes, insiste en que hasta ahora no ha habido “ningún problema”.

Las autoridades ya han reconocido que haría falta una década más para cumplir su compromiso de limpiar un 80% de la polución que convierte algunas zonas de la bahía de Guanabara en un estercolero con electrodomésticos enteros y animales en descomposición. El COI ha cambiado de partitura y ahora elogia el esfuerzo brasileño, a pesar de lo cual reconoció su preocupación con la construcción del campo de golf, el velódromo y la pista de hípica. “Río está entrando en el período más intenso, debe celebrar 21 eventos-prueba”, afirmó su responsable de coordinación, Nawal El Moutawakel: “Necesitan una línea agresiva para llegar a tiempo”.

El comité organizador transmitió en sus informes al COI que el apoyo a los Juegos es fuerte a lo largo y ancho del país, aunque algunas iniciativas sobre la puesta en marcha de la venta de entradas o la presentación de las mascotas oficiales han generado un leve entusiasmo. Durante la visita del COI hubo protestas frente al hotel donde se alojaba el presidente del organismo, el alemán Thomas Bach.

El alcalde Paes intenta convencer a las mayores empresas de Río para que cierren sus oficinas durante los 16 días de los Juegos y aspirar, así, a que el tráfico no empañe una fiesta que tendrá incluso finales a medianoche en Copacabana. Por ahora, los rostros de las autoridades son poco festivos, como pudo verse el domingo en la celebración oficial del 450 aniversario de la ciudad, cuando la presidenta Dilma Rousseff y algunos teóricos aliados escenificaron el enfriamiento de sus relaciones. Inauguraban el nuevo Túnel Río 450, renovado (con fondos olímpicos) para el futuro Porto Maravilha. Renata, camarera de un concurrido bar cercano, se ríe ante la pregunta de si habla mucho de las Olimpiadas con sus amigas. “Gringo, me interesa mucho más saber si la Dilma seguirá siendo presidenta para entonces”.

 

Por Pedro Cifuentes / Rio de Janeiro 'El País'

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